Winner, el oso polar
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Winner, el oso polar
Winner, el oso polar
El zoológico estaba lleno de chicos. Las vacaciones de invierno habían comenzado.
Los chicos querían ver a los monos, al tigre, al hipopótamo, al oso polar...
Los animales, pacientemente, posaban para ellos y trataban de no hacer travesuras ante visitas tan importantes: ¡los chicos!
Pero, lo que nadie, nadie podía hacer, era convencer al oso para que estuviera más educado ante los chicos. Había perdido toda la elegancia.
Hacía tres días que sus compañeros de jaulas lo veían recostado sobre el borde de su pileta, pasando suavemente sus garras por encima de unas barras de hielo, que amorosamente, su guardián le trajera de regalo. No era el Ártico, pero, en fin, peor era perderse sobre un témpano en el Océano Pacífico.
No sólo los animales lo notaron. El personal del zoológico, los veterinarios y el mismo Director fueron a presenciar esa larga modorra de Winner, el Oso polar.
Hasta que finalmente, Winner llevó sus dos manotas sobre la cara y se puso a llorar desconsolado. ¡Sonó una alarma! (La alarma de animal en peligro). Los otros animales del zoo lo acompañaron en su llanto. ¡El caos fue total! Todos corrían a consolar a la gran cantidad de bellas bestias, entristecidas por el padecer del oso polar.
Abrieron la jaula de Winner y entró a visitarlo el Veterinario con su equipo de especialistas, para observarlo mejor. El lado derecho de su cara estaba tan hinchado, que casi no podía abrir el ojo derecho. La conclusión fue clara. Un colmillo con infección, consecuencia de un tratamiento de conducto. ¡Tenían que llevarlo al dentista! ¿Cómo podían hacerlo, si pesaba 400 kilos?
Fue así que decidieron preparar un consultorio de emergencia, al lado de la pileta del sufriente oso polar. Cuatro odontólogos, un anestesista y varios ayudantes operaron al pobre Winner. Cuidaron los latidos de su corazón, controlaron que estuviera cómodo, hasta que, entre todos, lograron arrancarle un colmillo de ¡cinco centímetros! ¡Cómo no iba a sufrir!
Acomodaron a Winner. Retiraron el quirófano de emergencia y esperaron a que se le pasara la anestesia, a que se despertara. Winner reaccionó muy bien, casi parecía que sonreía. Entre las idas y vueltas, nadando en su pileta, festejaba la ausencia del colmillo enfermo. Nuevamente estaba a la vista del público. Los chicos aplaudían que el oso estuviera recuperado. Los demás animales del zoo se tranquilizaron. Como premio recibieron una ración extra de merienda.
Pero de todo esto, se enteró... ¡el ratón Pérez! y se dijo: “¡Qué bueno el colmillo de Winner! Equivale a cien dientes de los niños pequeños”. Y pensó: “¿Qué puede hacer un oso polar de doce años con una moneda, o, con un billete? Claro, nada. ¡Tengo un obsequio mucho mejor para él!”.
Fue entonces, que, al salir de su pileta, Winner se encontró con un balde lleno de helado de frutilla! y ahí se sentó, a comerlo hasta que del riquísimo helado no quedaban ni noticias... más o menos, como su dolor de colmillo. Aunque... el personal del zoológico no podía entender cómo pudieron “perder” ese hermoso colmillo.
El sapo en la zapatilla y otros cuentos
Gloria Joray
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