AMNESIA
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AMNESIA
AMNESIA
Estuve allí hasta que los nenúfares cerraron de sueño y tarde sus corolas resplandecientes y derrumbaron sus ojos vegetales en el reflejo del agua.
¿Por qué nadie salió al encuentro de mis silencios nocturnos?
¿Por qué nada quiso zarandear el socavón atrófico de mi voz perdida?
¿Por qué, entonces, el dolor perplejo, el miedo sin principios ni finales?
Busqué entre los cristales cóncavos dónde descomprimir las palabras y cómo reconstruir aquellas magias que atesoré en tiempos en los que las canas no blanqueaban mi vida de corredor de fondo.
Y sólo encontré cadáveres: dudas de “marrón glacée”, papiroflexias ocultas en el desván, juguetes de cartón y trapo con moho de tiempos distantes.
Tenía aún mi chistera y mi conejo, pero había extraviado en el camino a la dama de piernas largas y lentejuelas, que me anunciaba al público con su sonrisa de marfil pulido y sus brazos de pulpo risueño.
Me quedaban, todavía, gardenias y luceros en la vieja mochila, pero no encontré las sandalias de andar-andando, ni el bastón de peregrino, ni la cantimplora de besos. Ni, sobre todo, el aire limpio y crecido en madrugadas rabiosas en las que me iba desayunando azares y azahares como preludio de manifiestos futuros.
Estuve allí… sé que estuve porque aún me duele la voz y la garganta, pero apenas recuerdo ya cómo eran los gritos, ni si sirvieron, ni para qué servían…
Ahora espero a la tierra para despertar de nuevo.
(Aunque barrunto que será el mar quien me despierte… si acaso)
Luis E. Prieto
Estuve allí hasta que los nenúfares cerraron de sueño y tarde sus corolas resplandecientes y derrumbaron sus ojos vegetales en el reflejo del agua.
¿Por qué nadie salió al encuentro de mis silencios nocturnos?
¿Por qué nada quiso zarandear el socavón atrófico de mi voz perdida?
¿Por qué, entonces, el dolor perplejo, el miedo sin principios ni finales?
Busqué entre los cristales cóncavos dónde descomprimir las palabras y cómo reconstruir aquellas magias que atesoré en tiempos en los que las canas no blanqueaban mi vida de corredor de fondo.
Y sólo encontré cadáveres: dudas de “marrón glacée”, papiroflexias ocultas en el desván, juguetes de cartón y trapo con moho de tiempos distantes.
Tenía aún mi chistera y mi conejo, pero había extraviado en el camino a la dama de piernas largas y lentejuelas, que me anunciaba al público con su sonrisa de marfil pulido y sus brazos de pulpo risueño.
Me quedaban, todavía, gardenias y luceros en la vieja mochila, pero no encontré las sandalias de andar-andando, ni el bastón de peregrino, ni la cantimplora de besos. Ni, sobre todo, el aire limpio y crecido en madrugadas rabiosas en las que me iba desayunando azares y azahares como preludio de manifiestos futuros.
Estuve allí… sé que estuve porque aún me duele la voz y la garganta, pero apenas recuerdo ya cómo eran los gritos, ni si sirvieron, ni para qué servían…
Ahora espero a la tierra para despertar de nuevo.
(Aunque barrunto que será el mar quien me despierte… si acaso)
Luis E. Prieto
Luis Prieto- Cantidad de envíos : 79
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Roana Varela- Moderadora
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