¡QUÉ QUEDE HUELLA!
EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Grandes Poetas y Escritores Consagrados :: Talentos de la Poesía :: Hilda González
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¡QUÉ QUEDE HUELLA!
¡Que quede huella de tus pisadas en mi Vida, que quede huella de todo lo que has hecho en ella… que quede la huella de los momentos en que has sido mi sustento y que has sido mi provisión Divina! Que quede Huella, que tú eres mi Dios.
¡Quiero que quede la huella, mi Jesús, de lo Maravilloso que te has mostrado para mí… de todo lo que me has enseñado, de todo lo que tú me has hecho testificar!
Que no soy la que era antes, la simple humana, que ocupaba un lugar en este mundo, la que vivía conforme a cada día, la que no reparaba del tiempo ni sus virtudes…
¡Porque tu verdad ha transformado mi Vida, y tu Amor me ha hecho resucitar a una nueva Vida, en donde tú eres el que la dirige!
¡Tú has cambiado por completo mi forma de pensar, mi forma de sentir, y mi forma de Vivir!... ya no soy más, quien antes fui!
¿Qué pasó? ¡No lo puedo explicar con palabras, porque jamás alcanzarían, pero lo explicaré con hechos, con obras y en verdad!
¿Describir lo que Eres, explicar quién eres, decirle a alguien, cómo eres? ¡No, eso no sería posible, tú eres en ti mismo, y solo puede saberte quién a ti desea de verdad conocerte!
Podría, si decir, lo que eres para mí, pero de seguro redundaría en palabras, y aun así no alcanzaría a decirlo…
¡Te has convertido en mi única, verdadera y permanente necesidad, eres aún más elemental que mi respirar!… anhelo con desasosiego, estar a solas contigo, y derramarme delante de ti, sentir que solo somos tú y yo, sentir que tú estás ahí, como un buen padre con los brazos abiertos para mí, sentir que tu amor me cubre, y aunque yo no sea digna de ti, tú me limpias, tú me perdonas, tú sanas mis heridas y me haces sentir la niña de tus ojos, tu princesa, tu escogida, tu sierva amada!
¡Antes oí de ti… antes, creí saber de ti!... pero la verdad es que eres eterno Dios, eres interminable… cada día, me sorprendes con nuevas misericordias, cada día renuevas tu amor, y algo nuevo me muestras… eres como un profundo mar, que te vas develando poco a poco y a la vez con tanta grosura, que das plenitud y deleite al poder descubrirte! ¡Tener conocimiento de ti, es inexplicable, Grande Dios!
¡Haces que me enamore de ti como fiel esposa, y que te ame como una niña a su padre!... tu amor me atrapa, me conquista, me gana, me vence, me endulza, me sorprende, me llena, me deleita, me cura, me renueva, me fortalece, me anima, me vivifica! ¡Tu Amor es como una fuente inagotable de Vida! ¡De paz, y de Felicidad!
¡Tú me haces ver la vida de un modo diferente, haces que crea y sienta, que en verdad todo, absolutamente todo está bien, todo va y seguirá bien, porque tú y solo tú tienes el control de todo, pues tienes el control de mí… si estás conmigo, aunque débil sea, me siento fuerte, porque tú me lo haces sentir!
¡Solo tú logras mantenerme a salvo en medio de las tormentas de mis emociones, solo tú eres esa fuerte roca en la que me refugio, solo tú eres es abrigo que busco cuando siento el frío de la adversidad, solo tú eres el sol que sé que brillará aún en medio de la obscuridad… porque solamente en ti puedo tener convicción de lo que no veo! ¡Tú eres mi Fe!
He llegado a concluir, que es preciso morir de uno mismo, para vivir en Cristo…
Porque vivir sin ti, de cierto, ¡no es vivir! ¡Es andar sin fe y sin esperanza, es andar mecánicamente, en un mundo virtual, superficial y vano, como robots! Dependiendo del día a día, de lo temporal de cada circunstancia, de lo inestable del tiempo y sus ocasiones…
¡Antes, aunque vivía, sin saberlo, moría cada día, en angustias, en temores, en confusiones, en letargo, en malas decisiones, en zozobras, en rencores, en iras, en ansiedades y afanes!
¡Más ahora, dependo únicamente del Cristo que mora en mí, que es mi hacedor, que se complace en amarme, que dio su sangre por mi libertad, para darme una vida plena en su amor, y en su presencia, un Cristo fiel y verdadero, que promete, y cumple su palabra, que permanece por la eternidad, que perdona todas mis debilidades y pecados, me restaura y me edifica en medio de cualquiera que sea mi circunstancia! Un Cristo que nunca me abandona, ¡y no se hace esperar cuando le quiero sentir!
Ahora no dudo, de lo que yo puedo hacer, ¡no temo en creerme capaz de lograr lo que me he atrevido a soñar, porque él cree tanto en mí, que no solo me dio aliento de vida, me llenó de propósitos, y me dio las herramientas para lograrlo!
¡Así que no esperaré de mucho para continuar, para conquistar los sueños que he tenido, y hacer lo que de verdad quiero hacer!
¡Quiero que quede huella! ¡Que quede la huella del poder de Dios en mi Vida!
Doctora Corazón
Hilda González
¡Quiero que quede la huella, mi Jesús, de lo Maravilloso que te has mostrado para mí… de todo lo que me has enseñado, de todo lo que tú me has hecho testificar!
Que no soy la que era antes, la simple humana, que ocupaba un lugar en este mundo, la que vivía conforme a cada día, la que no reparaba del tiempo ni sus virtudes…
¡Porque tu verdad ha transformado mi Vida, y tu Amor me ha hecho resucitar a una nueva Vida, en donde tú eres el que la dirige!
¡Tú has cambiado por completo mi forma de pensar, mi forma de sentir, y mi forma de Vivir!... ya no soy más, quien antes fui!
¿Qué pasó? ¡No lo puedo explicar con palabras, porque jamás alcanzarían, pero lo explicaré con hechos, con obras y en verdad!
¿Describir lo que Eres, explicar quién eres, decirle a alguien, cómo eres? ¡No, eso no sería posible, tú eres en ti mismo, y solo puede saberte quién a ti desea de verdad conocerte!
Podría, si decir, lo que eres para mí, pero de seguro redundaría en palabras, y aun así no alcanzaría a decirlo…
¡Te has convertido en mi única, verdadera y permanente necesidad, eres aún más elemental que mi respirar!… anhelo con desasosiego, estar a solas contigo, y derramarme delante de ti, sentir que solo somos tú y yo, sentir que tú estás ahí, como un buen padre con los brazos abiertos para mí, sentir que tu amor me cubre, y aunque yo no sea digna de ti, tú me limpias, tú me perdonas, tú sanas mis heridas y me haces sentir la niña de tus ojos, tu princesa, tu escogida, tu sierva amada!
¡Antes oí de ti… antes, creí saber de ti!... pero la verdad es que eres eterno Dios, eres interminable… cada día, me sorprendes con nuevas misericordias, cada día renuevas tu amor, y algo nuevo me muestras… eres como un profundo mar, que te vas develando poco a poco y a la vez con tanta grosura, que das plenitud y deleite al poder descubrirte! ¡Tener conocimiento de ti, es inexplicable, Grande Dios!
¡Haces que me enamore de ti como fiel esposa, y que te ame como una niña a su padre!... tu amor me atrapa, me conquista, me gana, me vence, me endulza, me sorprende, me llena, me deleita, me cura, me renueva, me fortalece, me anima, me vivifica! ¡Tu Amor es como una fuente inagotable de Vida! ¡De paz, y de Felicidad!
¡Tú me haces ver la vida de un modo diferente, haces que crea y sienta, que en verdad todo, absolutamente todo está bien, todo va y seguirá bien, porque tú y solo tú tienes el control de todo, pues tienes el control de mí… si estás conmigo, aunque débil sea, me siento fuerte, porque tú me lo haces sentir!
¡Solo tú logras mantenerme a salvo en medio de las tormentas de mis emociones, solo tú eres esa fuerte roca en la que me refugio, solo tú eres es abrigo que busco cuando siento el frío de la adversidad, solo tú eres el sol que sé que brillará aún en medio de la obscuridad… porque solamente en ti puedo tener convicción de lo que no veo! ¡Tú eres mi Fe!
He llegado a concluir, que es preciso morir de uno mismo, para vivir en Cristo…
Porque vivir sin ti, de cierto, ¡no es vivir! ¡Es andar sin fe y sin esperanza, es andar mecánicamente, en un mundo virtual, superficial y vano, como robots! Dependiendo del día a día, de lo temporal de cada circunstancia, de lo inestable del tiempo y sus ocasiones…
¡Antes, aunque vivía, sin saberlo, moría cada día, en angustias, en temores, en confusiones, en letargo, en malas decisiones, en zozobras, en rencores, en iras, en ansiedades y afanes!
¡Más ahora, dependo únicamente del Cristo que mora en mí, que es mi hacedor, que se complace en amarme, que dio su sangre por mi libertad, para darme una vida plena en su amor, y en su presencia, un Cristo fiel y verdadero, que promete, y cumple su palabra, que permanece por la eternidad, que perdona todas mis debilidades y pecados, me restaura y me edifica en medio de cualquiera que sea mi circunstancia! Un Cristo que nunca me abandona, ¡y no se hace esperar cuando le quiero sentir!
Ahora no dudo, de lo que yo puedo hacer, ¡no temo en creerme capaz de lograr lo que me he atrevido a soñar, porque él cree tanto en mí, que no solo me dio aliento de vida, me llenó de propósitos, y me dio las herramientas para lograrlo!
¡Así que no esperaré de mucho para continuar, para conquistar los sueños que he tenido, y hacer lo que de verdad quiero hacer!
¡Quiero que quede huella! ¡Que quede la huella del poder de Dios en mi Vida!
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