JUSTICIA DIVINA
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JUSTICIA DIVINA
Sin poner atención sobre el rumbo que tomaban mis pasos, avancé pesadamente con las manos dentro de los bolsillos del pantalón encorvándome naturalmente hacia adelante. Sobre la cabeza cubierta por rizos despeinados caían gotas frías y gruesas. El adoquín de la calle brillaba con tanta agua venida por torrentes a la tierra sin compasión alguna.
-Pero es que no se puede estar más jodido - me repetía para mis adentros una y otra vez.
Cuando me detuve en la esquina cerca de tu casa, paró de llover.
Por un segundo todo se volvió silencio, una especie de eco sordo inundó mis oídos y la cabeza. Miré hacia todas partes, en la calle no había nadie más que mis ropas y yo hechos caldo.
Entonces del cielo cayó la pluma de un ave negra. Escuché una voz gruesa que me decía ( ¿ u ordenaba? ) - ¡Escribe !
No puedo decirte por que, pero sin pensarlo me incliné para recoger aquella oscura prenda, que a diferencia de todo cuanto le rodeaba, estaba seca.
No pude más que obedecer.
Nunca sabré si aquella voz era la de un ser divino que me indicaba la misión gloriosa que me tocaba desempeñar en esta vida; o si era la voz de una paloma negra, que al no poder echarme encima un excremento, me condenaba al peor de los sufrimientos.
Lilymeth Mena.
-Pero es que no se puede estar más jodido - me repetía para mis adentros una y otra vez.
Cuando me detuve en la esquina cerca de tu casa, paró de llover.
Por un segundo todo se volvió silencio, una especie de eco sordo inundó mis oídos y la cabeza. Miré hacia todas partes, en la calle no había nadie más que mis ropas y yo hechos caldo.
Entonces del cielo cayó la pluma de un ave negra. Escuché una voz gruesa que me decía ( ¿ u ordenaba? ) - ¡Escribe !
No puedo decirte por que, pero sin pensarlo me incliné para recoger aquella oscura prenda, que a diferencia de todo cuanto le rodeaba, estaba seca.
No pude más que obedecer.
Nunca sabré si aquella voz era la de un ser divino que me indicaba la misión gloriosa que me tocaba desempeñar en esta vida; o si era la voz de una paloma negra, que al no poder echarme encima un excremento, me condenaba al peor de los sufrimientos.
Lilymeth Mena.
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