BARRIGA LLENA
EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Historia de Vida y Cartas :: Historias y Relatos de Lilymeth Mena
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BARRIGA LLENA
Sobre las tejas rojas iluminadas por la luna llena; se encontraban el Cirilo y el Margarito, lamiéndose complacientemente los bigotes y las patas. Entre el jamón que el vecino del nueve había tirado en el cesto, y la lata con restos de sardina que la del siete había dejado sobre el fregadero, se habían armado tremenda cena.
Con las barrigas bien llenas y la luna en lo alto, Margarito un gato amarillo con blanco, se preparaba para una noche de contemplación amorosa. Por que todos sabemos, o igual, por si no lo sabes, todos los gatos están enamorados de la luna.
Ya se encontraba pues el Margarito panza arriba con los ojos enternecidos de amor, cuando notó que su compañero no le hacia segunda. Entonces Margarito se sentó sobre sus patas traseras para mirar detenidamente a su amigo.
Cirilo era un gato pardo de ojos tristísimos, los dos se habían encontrado hacia pocos meses en un callejón, hurgando en el mismo bote detrás de la tienda de la señora Clara.
Desde entonces eran amigos, compartían la cena y la luna.
-¿Oyes Cirilo pos que te pasa? Ya tienes días y noches que andas ansina como menso. Espero que no sea por esa gata que te meneaba la colita sobre la barda del callejón, o que te haya hecho daño el jamón verde del vecino. Cirilo en lugar de responder evadía a su compadre para no mirarlo ni responderle. Se hacia el que no oía mientras le dedicaba largas lengüetadas a sus patas traseras.
-Ah, vamos, que si es por ella. Pero si casi ni la conoces, wey.
Esta vez Cirilo lo miró de reojo, luego siguió contemplando la nada, y después de un rato contestó –Quizá y hasta es por eso. Por que no la conozco. Aunque se de ella bien poco, y he estado con ella nomás algunas noches; no dejo de sentir tremendas ganas de buscarla, ganas de estar con ella, es mas, hasta ganas de pensar en ella.
-Vaya, que estas jodido, pobre mi compadre. Pero si ya sabes que todas las gatas son unas cabronas. Lo que tú necesitas es que yo te presente gatitas nuevas. Veras, mañana te voy a jalar de los bigotes hasta la casa de Chon, un gato a todo dar. En su casa hay muchas gatas para que te distraigas. Ya veras como esas ganas de ella, se te van para siempre.
-Veremos, mano. Veremos.
Entonces los dos gatos se echaron panza arriba para mirar la luna, y poder dedicarle en tan sabrosa posición, uno que otro largo maullido. Esos maullidos dolorosos, agudos y duraderos de los gatos enamorados.
Pasadas muchas noches, cuando la luna se encontraba de nuevo redonda sobre el tejado rojo; el Margarito y el Cirilo se terminaban de relamer la lasaña de la vecina del seis.
Entonces Margarito con toda la prudencia que un gato puede tener, notó la ausencia de su amigo. Cirilo se lamia mirando profundamente hacia el callejón. Con esa melancolía que lo caracterizaba. Con esa tristeza en los ojos que era nomás de él.
-Pinche compadre- dijo Margarito con los ojos bien abiertos- tú sigues pensando en esa gata, todavía quieres verla y estar con ella, verdad?
Cirilo continuó de manera indiferente limpiándose los restos de cena de las patas, como si no hubiese escuchado nada, luego se detuvo, levantó el cuello para mirar la luna y respondió. – Si, pero sin ganas.
Lilymeth Mena.
Con las barrigas bien llenas y la luna en lo alto, Margarito un gato amarillo con blanco, se preparaba para una noche de contemplación amorosa. Por que todos sabemos, o igual, por si no lo sabes, todos los gatos están enamorados de la luna.
Ya se encontraba pues el Margarito panza arriba con los ojos enternecidos de amor, cuando notó que su compañero no le hacia segunda. Entonces Margarito se sentó sobre sus patas traseras para mirar detenidamente a su amigo.
Cirilo era un gato pardo de ojos tristísimos, los dos se habían encontrado hacia pocos meses en un callejón, hurgando en el mismo bote detrás de la tienda de la señora Clara.
Desde entonces eran amigos, compartían la cena y la luna.
-¿Oyes Cirilo pos que te pasa? Ya tienes días y noches que andas ansina como menso. Espero que no sea por esa gata que te meneaba la colita sobre la barda del callejón, o que te haya hecho daño el jamón verde del vecino. Cirilo en lugar de responder evadía a su compadre para no mirarlo ni responderle. Se hacia el que no oía mientras le dedicaba largas lengüetadas a sus patas traseras.
-Ah, vamos, que si es por ella. Pero si casi ni la conoces, wey.
Esta vez Cirilo lo miró de reojo, luego siguió contemplando la nada, y después de un rato contestó –Quizá y hasta es por eso. Por que no la conozco. Aunque se de ella bien poco, y he estado con ella nomás algunas noches; no dejo de sentir tremendas ganas de buscarla, ganas de estar con ella, es mas, hasta ganas de pensar en ella.
-Vaya, que estas jodido, pobre mi compadre. Pero si ya sabes que todas las gatas son unas cabronas. Lo que tú necesitas es que yo te presente gatitas nuevas. Veras, mañana te voy a jalar de los bigotes hasta la casa de Chon, un gato a todo dar. En su casa hay muchas gatas para que te distraigas. Ya veras como esas ganas de ella, se te van para siempre.
-Veremos, mano. Veremos.
Entonces los dos gatos se echaron panza arriba para mirar la luna, y poder dedicarle en tan sabrosa posición, uno que otro largo maullido. Esos maullidos dolorosos, agudos y duraderos de los gatos enamorados.
Pasadas muchas noches, cuando la luna se encontraba de nuevo redonda sobre el tejado rojo; el Margarito y el Cirilo se terminaban de relamer la lasaña de la vecina del seis.
Entonces Margarito con toda la prudencia que un gato puede tener, notó la ausencia de su amigo. Cirilo se lamia mirando profundamente hacia el callejón. Con esa melancolía que lo caracterizaba. Con esa tristeza en los ojos que era nomás de él.
-Pinche compadre- dijo Margarito con los ojos bien abiertos- tú sigues pensando en esa gata, todavía quieres verla y estar con ella, verdad?
Cirilo continuó de manera indiferente limpiándose los restos de cena de las patas, como si no hubiese escuchado nada, luego se detuvo, levantó el cuello para mirar la luna y respondió. – Si, pero sin ganas.
Lilymeth Mena.
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