CON LOS DEDOS

Atravieso la pequeña puerta y camino a mano izquierda, son apenas unos treinta y tantos metros pero me dan tiempo suficiente de remontarme en el pasado, de ver a mi hermanita de ojos azules con coletas y vestido jugando con esa pelota roja que tanto nos gustaba mientras su crinolina suena y brinca al mismo tiempo que brinca ella, escucho el rechinido de las ruedas de mi vieja bicicleta cuando la corría por ese mismo pasillo, mi perra la "Muñeca" correteando a algún vendedor o al cartero, puedo ver la espalda de mi padre allá a lo lejos con su camisa azul a cuadros y su pantalón gris, recto, su mano derecha se mueve para llevar el ritmo de sus pasos mientras la izquierda sujeta de manera casi natural y por costumbre la hebilla de su cinturón, me inclino un poco para ver mis rodillas pero no las veo como son ahora, las veo negras de tanto arrastrarme a jugar canicas con mis hermanos y llenas de raspones y moretones, escucho la voz de mi madre diciéndome que me talle bien fuerte esas rodillas mientras me baño. Llego al final del pasillo y recuerdo que ella esta mirándome a lo lejos, que pensara mientras ve mi espalda y mi cuerpo hacerse pequeños en la distancia, de que cosas se acordara mientras recorro por esos mismos treinta y tantos metros que siguen siendo los mismos de siempre, a quien le encomendara mi viaje, que llegue yo con bien a mi destino, que palabras pronunciara en su mente cada vez que se detiene en el umbral de su casita para verme marchar, a mi y a cada uno de sus hijos. Llego al final de ese desfile, me detengo y volteo, estoy segura de que la veré ahí parada, esperando una seña de mi mano y ver en mis labios una sonrisa, levanto mi mano y la sacudo en el viento, le sonrío y le grito – Adiós ¡¡ ella sonríe también y mueve ligeramente su mano como abanicando el tiempo con sus dedos, se queda ahí suspirando y no entra a su hogar hasta ver que su hija ha desaparecido por completo.

Lilymeth Mena.