JUNTO A LA VENTANA
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JUNTO A LA VENTANA
JUNTO A LA VENTANA
En la tarde de otoño, un sol blanco y dormido
Tiñe las aguas muertas del lago amarillento.
Mi corazón palpita cada día más lento...
¿Busca morir? Lo ignora, mas no quiere hacer ruido.
Nuestros ojos persiguen los lejanos reflejos...
¿Es la felicidad lo que lejos buscamos?
¡ Oh! Muchas veces, muchas, dijimos:—nos amamos.
¿Pero por qué los ojos vagan siempre tan lejos?
Digo tan quedamente que más bien lo adivinas;
—¿Me olvidarás? Levantas los tristes ojos suaves
Y leo en ellos; "¡Pobre mujer! Cuando las aves
De primavera vuelvan, mi amor estará en ruinas."
Y leo: "tan humilde como las hierbas eres,
Te doblas en mis manos y con tu vida juego;
Eres buena, mi sierva; pero hay otras mujeres;
Tienen los ojos mansos y la boca de fuego".
De la llanura muerta, sube un silencio sumo;
Allá lejos la cresta de una nube se dora;
Se arrastra un tren distante, y el penacho de humo
Con una raya negra entristece la hora.
Yo beso dulcemente los ojos que venero,
Perversos, sin quererlo, al confesarse tanto,
Y ni mi boca tiembla ni se me anima el llanto:
¡ Yo no odio ni sufro, solamente me muero!
Alfonsina Storni
En la tarde de otoño, un sol blanco y dormido
Tiñe las aguas muertas del lago amarillento.
Mi corazón palpita cada día más lento...
¿Busca morir? Lo ignora, mas no quiere hacer ruido.
Nuestros ojos persiguen los lejanos reflejos...
¿Es la felicidad lo que lejos buscamos?
¡ Oh! Muchas veces, muchas, dijimos:—nos amamos.
¿Pero por qué los ojos vagan siempre tan lejos?
Digo tan quedamente que más bien lo adivinas;
—¿Me olvidarás? Levantas los tristes ojos suaves
Y leo en ellos; "¡Pobre mujer! Cuando las aves
De primavera vuelvan, mi amor estará en ruinas."
Y leo: "tan humilde como las hierbas eres,
Te doblas en mis manos y con tu vida juego;
Eres buena, mi sierva; pero hay otras mujeres;
Tienen los ojos mansos y la boca de fuego".
De la llanura muerta, sube un silencio sumo;
Allá lejos la cresta de una nube se dora;
Se arrastra un tren distante, y el penacho de humo
Con una raya negra entristece la hora.
Yo beso dulcemente los ojos que venero,
Perversos, sin quererlo, al confesarse tanto,
Y ni mi boca tiembla ni se me anima el llanto:
¡ Yo no odio ni sufro, solamente me muero!
Alfonsina Storni
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