Locuciones tomadas de la mitología
Como al principio os he dicho, son los asuntos de la mitología griega tan universalmente conocidos, que muchas de las cosas y hechos á ellos pertenecientes han llegado á ser proverbiales, ó bien sirven para comparar ponderativamente á los actuales con aquellos. De estas locuciones os referiré algunas, para que cuando las oigais ó leais, sepais á qué se refieren. «La familia de los Atrides». Tiesto, hermano menor de Atreo, tenia un carácter feroz, y arrastrado por la envidia que le causaba el que su hermano hubiese heredado el reino de Argos, le robó un carnero cuyo vellon era de oro, que había sido regalado á su padre por Mercurio; este es el famoso Vellocino, llamado también «toison de oro». Huyó con su mujer, pero no pudo llevarse á sus hijos. Atreo, no menos feroz que su hermano, aparentó perdonarle y reconciliarse con él, y le dió un banquete en que le sirvió sus propios hijos cortados á pedazos y condimentados. Después de comer deseó Tiesto ver á sus niños, y le trajeron en una fuente los pies y manos de aquellos infelices. El sol se eclipsó, dicen los autores griegos, para no ver tales horrores. Para vengarse, Egieto, hijo de Tiesto, asesinó á su tío Atreo. «La manzana de la Discordia». En las bodas de Tetis y Peleo lanzó la Discordia sobre la mesa del festín una manzana con esta inscripción: «A la más bella». Como es de suponer, se armó una gran disputa sobre quién seria ésta. El pastor Páris fué elegido por juez en la contienda, y dió la manzana á Venus. «El cuerno de la abundancia». Saturno, el tiempo, se comía á sus hijos. Su mujer Vesta, la tierra, cuando parió á Júpiter, lo escondió y dió para que lo criase á Amaltea, que cuidó de él y lo nutrió con la leche de una cabra. Para recompensar á Amaltea y á las Ninfas que habían cuidado de su infancia, Júpiter les regaló un cuerno de la cabra que lo crio, al que dió la virtud de producir cuanto se le pedía. Como en aquella época lo que deseaban los hombres eran los bienes que producía la tierra, vemos siempre pintado el cuerno de la abundancia rebosando frutas, espigas y flores. Si fuese de invención moderna, se le vería producir monedas, cruces, bandas y nombramientos de diputado. «La cabeza de Medusa». Medusa era hija de Ceta y del Dios marino Forco. Tuvo amores con Neptuno, y se vieron en el templo de Minerva. Esta diosa, indignada de semejante sacrilegio, metamorfoseó los cabellos de Medusa en serpientes y dió á su cabeza la virtud de cambiar en piedra á todos los que la mirasen. Perseo, conducido por Minerva, le cortó la cabeza, que Minerva puso en su escudo. De la sangre de Medusa nació el caballo Pegaso, el que con una patada que dió en tierra hizo brotar la fuente Hipocrene, que es el manantial más inagotable de cuantos se conocen. «Lúculo cena en casa de Lúculo». Era éste un romano riquísimo y muy suntuoso, y sobre todo amigo de vivir bien. Todas las noches daba espléndidos banquetes, y en una ocasión en que cenaba solo, habiendo notado que había menos platos, preguntó al mayordomo la causa, á lo que éste contestó que era por estar solo el señor. ¿No sabes, pues, repuso su amo, que Lúculo cena en casa de Lúculo? con cuya expresión se señala, el aprecio propio y la importancia que se dan ciertas gentes fantasmonas y presuntuosas. «El jardín de las Hespérides». Las Hespérides eran tres hijas de Hespero, hermano de Atlas, que tornado en estrella se llama Fósforo cuando antecede á la salida del sol, y Hespero cuando sucede á la puesta del sol. Poseían sus hijas un magnífico jardín que producía manzanas de oro, y era guardado por un dragón que mató el nunca bien ponderado Hércules. «El cinturón de Venus». Inspiraba este adorno de la diosa de la Hermosura tan irresistible amor, que la diosa Juno se lo pidió prestado para agradar á su inconstante marido Júpiter. «El hilo de Ariadna». Minos III, Rey de Creta, labró un laberinto para encerrar á un monstruo que era medio toro, medio hombre, que se mantenía de carne humana y al que todos los años se le echaban siete jóvenes que devoraba, no pudiendo ellas huir ni hallar la salida del laberinto. Tocó un año á Teseo el ser víctima del Minotauro, y siendo amado de Ariadna, hija de Minos, ésta le dió un ovillo de hilo para que atase un cabo á la entrada del laberinto, y así pudiese volver á hallarla guiado por el hilo y pudiese salir, lo que logró después de haber matado al monstruo. «El sombrero de Merlín». Merlín era un inglés que en el quinto siglo hizo mucho ruido y fué reputado por un gran mágico. Deciase que había traspuesto de Irlanda á Inglaterra las grandes rocas que se levantaban en Salisbury. Hizo muchas profecías: nada de extraño es que se le atribuya á su sombrero la virtud de hacerlo invisible
FERNAN CABALLERO
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