EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Capítulo XV-Infierno, averno ú orco

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Mensaje por Roque Dom Abr 14, 2024 6:29 am






Capítulo XV-Infierno, averno ú orco

LUGAR de tormento en el que los malos son castigados por sus
delitos; que así suceda es una cosa tan natural que la existencia de
este lugar es de fe en todas las religiones. En la Mitología se dice
ser un antro subterráneo al que van las almas para ser juzgadas por
tres jueces, que son Minos, Eaco y Radamanto, y en que impera
Plutón como Dios y como rey. Estaba dividido en varias partes, una
de ellas espantosa, en que había un rio de fuego, lagunas de aguas
venenosas, hornos candentes y monstruos; otra parte era sosegada
y apacible, y estaba destinada á lugar de descanso de los justos,
llamada Campos Elíseos, como la primera se denominaba Tártaro.
En el centro de éste había un lugar encerrado en una triple muralla
de bronce y de grande profundidad. Para llegar á aquellos parajes
era necesario atravesar el Erebo, que fué un hijo del Caos y de la
Noche, que por haber auxiliado á los Titanes en su guerra contra los
dioses fué cambiado en rio y precipitado en los infiernos.
Hay allí varios castigos de que os he hablado ya, que por recaer
en criminales que son personajes históricos han adquirido
renombre. Es uno de éstos Prometeo; atado por Júpiter á una roca,
no puede defenderse de los ataques de un águila feroz que le
despedaza y devora las entrañas. fué este castigo debido, según la
versión más conocida, á que Prometeo, que era por lo visto un hábil
estatuario, formó con barro una hermosísima mujer, que llamó
Pandora; mas como le faltaba la vida que él no podía darle, subió al
Olimpo y robó uno de los rayos del sol con que la animó. Los dioses
de aquel cielo ridículo dieron en castigo á Pandora una caja que
contenía todos los males, que desde entonces afligen el mundo, y
Júpiter infligió á Prometeo el horrible tormento mencionado. Para no
dejaros bajo la triste impresión que causa sólo imaginar cosa tan
terrible, os diré que vino el celebérrimo Hércules, mató al águila y
salvó á Prometeo.
Allí están las Danaides, que son cincuenta hermanas, hijas de
Danao, Rey de Argos, condenadas á estar llenando incesantemente
de agua una cuba desfondada, que por consiguiente no se llena
nunca. Un hermano de su padre, llamado Egipto, le usurpó su reino
y quiso casar á cincuenta hijos que tenia con sus primas; pero
Danao, resentido, dió á cada una de sus hijas un puñal para que
después del casamiento matasen á sus maridos, lo que hicieron,
sufriendo después el merecido castigo.
Conocido es igualmente el infligido á Sísifo, que consistía en subir
por una cuesta una roca enorme, la que al llegar á la cumbre volvía
por su propio peso á rodar abajo. Era Sísifo un rey bueno y muy
sabio que reinó en Corinto: se dice de él que encadenó la muerte,
para significar que amó mucho la paz y no tuvo nunca guerra con
sus vecinos; con su mucha ciencia alcanzó á saber los secretos de
los dioses, que reveló á Esopo, por lo que fué castigado.
En una fresca laguna se ve allí á Tántalo, sobre cuya cabeza
cuelgan ramas de árboles, cuajados de hermosas frutas, mientras él
sufre los tormentos de la sed y del hambre sin poderlos saciar,
porque al acercar sus labios al agua ésta se retira y al querer asir
las frutas éstas se alzan fuera de su alcance. Tántalo era Rey de
Lidia, y son varias las causas á que atribuyen el castigo que sufre.
La más aceptada es la que refiere Píndaro, de haber robado á los
dioses la ambrosía, que era su comida, así como era el néctar su
bebida. Era aquélla un manjar exquisito cuya fragancia
embalsamaba el Olimpo, mantenia la salud, conservaba la juventud
y procuraba la inmortalidad. Dícese que de una de las astas de
Amaltea surgía ésta, y de la otra asta brotaba el néctar.
Estos castigos significan: el de Tántalo, la nunca satisfecha ansia
de la ambición; el de Prometeo, cuyas entrañas sin cesar se
renuevan y despedaza un águila, los remordimientos; el de las
Danaides9 un intento tenaz y sin éxito posible; el de Sisifo los
descabellados planes y sistemas de los ideólogos, sin aplicación ni
éxito.



 FERNAN CABALLERO

Roque
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