Capítulo VI- Neptuno y las Ninfas Marinas
TAMBIEN á este hijo suyo ocultó Cibeles en una cabreriza de Arcadia, llevando á Saturno, que se lo engulló, un potrito que le dijo haber parido. Cúpole en suerte el imperio de los mares, ríos y arroyos. Enamoróse de Anfitrite, que no lo quiso hasta que un buen mediador, que fué un delfín, la persuadió que recibiese al Dios de los Mares por esposo. Era este Dios su abuelo, por ser padre del Océano, que lo era de Anfitrite, á quien tuvo de Doris, hija de Nereo y de Tetis. Tuvieron por hijos á los Tritones, las Nereidas, que eran las Ninfas de la mar, y las Náyades, que lo eran de los ríos, que figuraban medio mujeres y medio pescados. Lo representan sentado en una concha de gran tamaño, tirada por Hipopótamos unas veces, y otras por caballos marinos, cuyos cuerpos terminaban en cola de pescado, llevando en la mano un tridente que tenia tres puntas, para significar el triple poder que tenia de conservar la mar, de solevantarla y de apaciguarla. Habiendo fraguado los Cíclopes, y tenia el poder de abrir la tierra cuando Neptuno la golpeaba con él. Nereo, divinidad marina, hijo del Océano y de la Tierra, casó con Doris, y tuvo por hija á Tetis. Era esta tan hermosa, que muchos dioses la pretendieron; pero habiendo sabido que un oráculo de Temis decía que Tetis tendría un hijo más famoso y más grande que su padre, todos desistieron en sus pretensiones, y Tetis tuvo que casarse con un simple mortal que fué Peleo, hijo de Eaco, Rey de Egina. Fueron convidados á sus bodas todos los dioses y divinidades, menos la Discordia, que por vengarse tiró en la mesa del festín una manzana, con un letrero que decía: «A la más hermosa»; y queriéndosela apropiar todas las diosas, se la disputaron, tanto, que resultaron grandes males, como sucede siempre que todos quieren una misma cosa, á la que por amor propio ó ambición creen tener opción ó derecho; por eso se dice aún en nuestros días que ciertas cosas son la «manzana de la Discordia». Scila y Caribdis son dos monstruos marinos. La primera había sido una bella ninfa de quien se enamoró Glauco, y no siendo correspondido logró que la hechicera Circe la transformase en un monstruo, de cuyo cuerpo salían porción de cabezas de perros, las que con sus continuos ladridos atemorizaban á cuantos se le acercaban. La pobre Scila desesperada se tiró al mar en el estrecho de Sicilia. Al frente está un peligroso remolino en que fué transformada Caribdis, que había robado los bueyes de Hércules; por lo cual se dice al que por huir de un mal paso ó mal encuentro se halla otro, que salió de Scila para entrar en Caribdis, como suele suceder á los barcos en ese estrecho. Las Sirenas, hijas del rio Acheloo, poseían con tanta perfección la música, que habrían hecho hoy día gran papel entre los filarmónicos. Dicen que para castigarlas de la mala vida que llevaban, fueron transformadas en pájaros, conservando cabeza de mujer; pero comúnmente se les representa como mujeres de cintura arriba, y lo demás como pescados, que en las orillas del mar cantan para atraer á los navegantes á su perdición sobre los escollos. Así es que el canto de la Sirena sirve para definir una cosa suave y dulce que arrastra á un peligro. Conoceis, pues, los habitantes con los que la imaginación de los griegos pobló la mar. Después bajaremos á sus infiernos, que son menos divertidos.
FERNAN CABALLERO
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