Febo (Apolo)
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Febo (Apolo)
Febo (Apolo)
Hijo de Zeus y Leto (Latona), nacido en la pequeña isla de Delos. Se le ha considerado «el más griego de todos los dioses». Es un bello personaje en la poesía griega, el maestro músico que deleita al Olimpo tocando su lira dorada; también es el señor del arco de plata, el dios arquero de excelente puntería; además, el sanador, el primero que enseñó a los hombres las artes curativas. Y, sobre todas estas dotes buenas y encantadoras, es el dios de la luz, en quien no hay absolutamente ninguna oscuridad, y por tanto el dios de la verdad. De su boca no sale jamás ninguna palabra falsa.
Oh, Febo, desde tu trono de la verdad
desde tu morada en el corazón del mundo
hablas a los hombres.
Por orden de Zeus, ninguna mentira hay aquí
ninguna sombra que oscurezca la palabra de la verdad.
Zeus selló con un derecho eterno
el honor de Apolo, y todos pueden confiar
con fe inquebrantable en su palabra.
Delfos, bajo el imponente Parnaso, donde se encontraba el oráculo de Apolo, desempeña un papel importante en la mitología. Castalia era su manantial y Cefisio su río. Se tenía este lugar por «el ombligo del mundo», de ahí que muchos peregrinos llegaran hasta él, tanto desde el extranjero como desde la propia Grecia; no había lugar sagrado que pudiera rivalizar con Delfos. Las respuestas a las preguntas que formulaban quienes buscaban con ansia la verdad se transmitían por una sacerdotisa que entraba en trance antes de hablar.
Este trance, se creía, era debido al vapor que surgía de una profunda hendidura en la roca sobre la que se encontraba su asiento, un taburete de tres patas llamado el trípode. A Apolo también se le conocía como Delio por Delos, la isla donde nació, y Pitio porque mató a una serpiente, Pitón, que una vez vivió en las cuevas del Parnaso.
Era un monstruo espantoso y la contienda fue terrible, pero finalmente las flechas infalibles del dios le dieron la victoria. A menudo también se le da otro nombre, Licio, que tiene distintas explicaciones: dios lobo, dios de la luz y dios de Licia. En la Ilíada le llaman Smintheus, el dios ratón, aunque nadie sabe si se debe a que los protegía o a que los destruía. A menudo era el dios Sol también. Su nombre Febo significa «brillante» o «chispeante». Sin embargo, para ser exactos, el dios del sol era Helio, hijo del titán Hiperión. En Delfos, Apolo era una fuerza puramente benéfica, un vínculo entre dioses y hombres, que los guiaba para conocer la voluntad divina, mostrándoles cómo estar en paz con las divinidades. Era también el purificador, capaz de limpiar incluso a aquellos manchados con la sangre de sus parientes. Sin embargo, hay pocos relatos sobre él que le muestren despiadado y cruel. En él, como en todos los dioses, se enfrentaban dos ideas: una primitiva y tosca, y otra bella y poética. Pero en Apolo ya solo quedaba un rastro de la idea primitiva. El laurel era su árbol. Para él había muchas criaturas sagradas, principalmente los delfines y los cuervos.
Edith Hamilton
Hijo de Zeus y Leto (Latona), nacido en la pequeña isla de Delos. Se le ha considerado «el más griego de todos los dioses». Es un bello personaje en la poesía griega, el maestro músico que deleita al Olimpo tocando su lira dorada; también es el señor del arco de plata, el dios arquero de excelente puntería; además, el sanador, el primero que enseñó a los hombres las artes curativas. Y, sobre todas estas dotes buenas y encantadoras, es el dios de la luz, en quien no hay absolutamente ninguna oscuridad, y por tanto el dios de la verdad. De su boca no sale jamás ninguna palabra falsa.
Oh, Febo, desde tu trono de la verdad
desde tu morada en el corazón del mundo
hablas a los hombres.
Por orden de Zeus, ninguna mentira hay aquí
ninguna sombra que oscurezca la palabra de la verdad.
Zeus selló con un derecho eterno
el honor de Apolo, y todos pueden confiar
con fe inquebrantable en su palabra.
Delfos, bajo el imponente Parnaso, donde se encontraba el oráculo de Apolo, desempeña un papel importante en la mitología. Castalia era su manantial y Cefisio su río. Se tenía este lugar por «el ombligo del mundo», de ahí que muchos peregrinos llegaran hasta él, tanto desde el extranjero como desde la propia Grecia; no había lugar sagrado que pudiera rivalizar con Delfos. Las respuestas a las preguntas que formulaban quienes buscaban con ansia la verdad se transmitían por una sacerdotisa que entraba en trance antes de hablar.
Este trance, se creía, era debido al vapor que surgía de una profunda hendidura en la roca sobre la que se encontraba su asiento, un taburete de tres patas llamado el trípode. A Apolo también se le conocía como Delio por Delos, la isla donde nació, y Pitio porque mató a una serpiente, Pitón, que una vez vivió en las cuevas del Parnaso.
Era un monstruo espantoso y la contienda fue terrible, pero finalmente las flechas infalibles del dios le dieron la victoria. A menudo también se le da otro nombre, Licio, que tiene distintas explicaciones: dios lobo, dios de la luz y dios de Licia. En la Ilíada le llaman Smintheus, el dios ratón, aunque nadie sabe si se debe a que los protegía o a que los destruía. A menudo era el dios Sol también. Su nombre Febo significa «brillante» o «chispeante». Sin embargo, para ser exactos, el dios del sol era Helio, hijo del titán Hiperión. En Delfos, Apolo era una fuerza puramente benéfica, un vínculo entre dioses y hombres, que los guiaba para conocer la voluntad divina, mostrándoles cómo estar en paz con las divinidades. Era también el purificador, capaz de limpiar incluso a aquellos manchados con la sangre de sus parientes. Sin embargo, hay pocos relatos sobre él que le muestren despiadado y cruel. En él, como en todos los dioses, se enfrentaban dos ideas: una primitiva y tosca, y otra bella y poética. Pero en Apolo ya solo quedaba un rastro de la idea primitiva. El laurel era su árbol. Para él había muchas criaturas sagradas, principalmente los delfines y los cuervos.
Edith Hamilton
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