EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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POLIFEMO EL CÍCLOPE

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Mensaje por Roque Vie Mar 08, 2024 2:40 am


POLIFEMO EL CÍCLOPE


La siguiente escala fue en la isla de Sicilia. Odiseo y sus hombres se adentraron en tierra para buscar provisiones. Habían matado varias cabras cuando encontraron una enorme caverna que parecía habitada. Allí había queso, cuajada y otras delicias. Mientras las probaban, encantados, llegó el dueño de la cueva, un pastor con su rebaño. Pero los héroes aqueos jamás habían visto un pastor como ese: era un cíclope, un gigante enorme, con un solo ojo en medio de la frente.
 Antes de que nadie hubiera atinado a escapar, el cíclope cerró la puerta de la cueva con una roca tan inmensa que ni siquiera veintidós carros de cuatro ruedas hubieran logrado moverla. Solo entonces Polifemo prestó atención a los hombres. —Somos griegos —se presentó Odiseo —. Venimos de la famosa Guerra de Troya. Danos tu hospitalidad en nombre de Zeus. —Yo soy Polifemo. Los cíclopes no tememos a Zeus —dijo el gigante. Luego tomó a dos de los marineros, les rompió el cráneo contra la roca, les quitó la ropa y se los comió, sin perdonar tripas ni huesos. Satisfecho, se echó a dormir.
 Odiseo refrenó el impulso de matarlo porque se dio cuenta de que entre todos sus hombres no podrían mover la roca que tapaba la cueva. ¡Estaban atrapados! Por la mañana, el cíclope se comió a otros dos hombres como desayuno y volvió a salir con su rebaño. En cuanto se quedaron solos, Odiseo, con ayuda de sus guerreros, tomó una enorme rama de olivo del tamaño de un mástil, que el cíclope guardaba para leña, y le aguzó la punta con la espada. 
Caía la noche cuando Polifemo volvió con su rebaño. Mató a otros dos hombres, los condimentó y se los comió de cena. Viéndolo saciado, Odiseo se atrevió a acercarse y le ofreció probar el vino que le había dado el sacerdote de Apolo en Ísmaro. El cíclope lo encontró delicioso. —¿Cómo te llamas? —le preguntó a Odiseo. —Mi nombre es Nadie —contestó el ingenioso héroe. —A cambio de tu exquisito vino te haré un regalo: Nadie, he decidido comerte último. Y después de ofrecer su generoso regalo, Polifemo cayó en el profundo sueño de la embriaguez. Odiseo y cuatro de sus hombres tomaron entonces la estaca, con la punta calentada al fuego, y entre todos se la clavaron al cíclope dormido en el único ojo, haciéndola girar.
 Polifemo se despertó con un rugido de dolor y de furia. Tenía la cara ensangrentada y estaba ciego. Atraídos por sus gritos, los demás cíclopes llegaron hasta la entrada de la caverna, preguntando qué pasaba. —¡Nadie me engañó! —aullaba Polifemo—. ¡Nadie me mata! —Si nadie te ataca, nada podemos hacer. Que los dioses te libren de tu mal —le contestaron su amigos. Y volvieron a sus cuevas. 
Ciego, Polifemo no conseguía atrapar a los hombres. Al día siguiente, las cabras y las ovejas balaban de hambre. El cíclope quitó la roca que cerraba la entrada y dejó salir a los animales, palpándoles el lomo para asegurarse de que los hombres no escaparan. Pero Odiseo había hecho que cada uno de sus hombres fuera atado al vientre de una oveja. Él mismo ató al último y, de un salto, se instaló debajo de un carnero, agarrándose de la lana con todas sus fuerzas. Una vez más, la inteligencia había triunfado sobre la fuerza bruta. Una vez más, Odiseo y sus hombres pusieron proa hacia la patria.



Ana María Shua. 
Libro Dioses Y Héroes De La Mitología Griega




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