EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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UN ESTUDIANTE CON AMBICIONES

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Mensaje por Arjona Dalila Rosa Miér Oct 04, 2023 9:21 pm

UN ESTUDIANTE CON AMBICIONES


Un joven y ambicioso estudiante, que se había interesado mucho por el caso de los caballos de Elberfeld, que había leído y meditado todo lo publicado acerca del asunto, decidió emprender investigaciones por su propia cuenta. Quería enfocar el tema desde el principio, con un método distinto, en su opinión más correcto que el de sus predecesores. Sus recursos eran, ciertamente, insuficientes para permitirle realizar experimentos a gran escala, y cuando el primer caballo que compró para sus experimentos resultó terco, lo que se pudo constatar después de semanas de trabajo agotador, ya no tuvo perspectivas de iniciar nuevos experimentos por un largo periodo de tiempo. Sin embargo, no se preocupó demasiado, pues, aplicando su método, estaba seguro de vencer cualquier grado de terquedad. Además, conforme a su naturaleza precavida, sometió el cálculo del trabajo que invertiría y los medios económicos necesarios a un plan riguroso. La suma que necesitaba durante sus estudios para su simple subsistencia se la habían enviado regularmente los padres, pobres comerciantes de la provincia, todos los meses; a esta ayuda no pensaba renunciar, aunque tenía que abandonar los estudios —seguidos por los padres desde la lejanía con grandes esperanzas— si quería realmente alcanzar los grandes éxitos que esperaba en la nueva actividad emprendida. Era evidente que sus padres no mostrarían comprensión por este trabajo, y no se podía ni pensar en que lo alentaran. Por consiguiente, y aunque le resultara desagradable, tenía que silenciar sus intenciones y mantenerles en la creencia de que avanzaba en los estudios que había cursado hasta ese momento. Ese engaño a los padres era uno de los sacrificios que quería hacer en favor de la causa. Para cubrir los elevados costes que serían necesarios para su trabajo, la suma de los padres no bastaba. El estudiante decidió, por tanto, que dedicaría la mayor parte del día, que hasta ahora había consagrado al estudio, a impartir clases particulares. La mayor parte de la noche, sin embargo, la emplearía en su actividad. Pero el estudiante no sólo escogió la noche obligado por sus desfavorables circunstancias, sino porque los nuevos fundamentos que quería introducir en el amaestramiento de los caballos requerían la noche por distintos motivos. La distracción más leve del caballo significaba, en su opinión, un daño irreparable en su educación, así que la noche era más segura. La irritación que invade al hombre y al animal cuando trasnochan y trabajan era una parte esencial de su plan. No temía, como otros expertos, la naturaleza salvaje del caballo, en realidad quería fomentarla, sí, aún más, quería inducirla, si bien es cierto que no con el látigo, sino a través del estimulante de su incesante presencia y de la incesante educación. Afirmaba que en el amaestramiento de los caballos no puede haber progresos aislados, progresos de los que algunos amantes de los caballos se gloriaban excesivamente en los últimos tiempos y que no eran más que producto de la imaginación del educador o, lo que era peor, el signo evidente de que jamás se llegaría a un progreso general. Él mismo no quería protegerse de otra cosa que de alcanzar progresos aislados. La satisfacción de sus predecesores, que, con el logro de algunos pequeños éxitos aritméticos, creían haber alcanzado algo, le resultaba incomprensible; era como si en la educación infantil se pretendiera que el niño, aunque fuera ciego, sordo e insensible frente al mundo humano, aprendiera sólo el uno más uno.

Era todo tan disparatado y los errores de los otros educadores de caballos le parecían tan espantosamente llamativos que él, incluso, alimentó la misma sospecha contra sí mismo, pues era casi imposible que un individuo aislado, además un individuo inexperto, al que sólo impulsaba un convencimiento no comprobado, aunque profundo y fogoso, tuviera razón frente a todos los expertos.

Franz Kafka
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