Carta a una amiga

Carta a una amiga

Nuestras ilusiones no tienen límites; probamos mil veces la amargura del cáliz y, sin embargo, volvemos a arrimar nuestros labios a su borde.

Hola, aunque no te conozco -me gustaría hacerlo- me atrevo llamarte amiga porque eres hermana de un ser especial a quien estimo y quiero.
Me dicen que estás pasando momentos desagradable, que algo te preocupa y te sientes como abatida, quizás algo perturbada..., es decir, algo te está molestando. A mi me sucede, no con frecuencia, pero me ha sucedido. La desmotivación ha invadido mi mente y mi espíritu; pero, sabes algo, eso sucede cuando yo lo permito. Me explico: Nosotros somos dueños, en términos absolutos de nuestros actos y, en oportunidades, debemos compartir decisiones con nuestra familia y amigos, lo que no debe restar autenticidad a nuestros actos.
La vida no es un acto particularmente fácil, pero ello no es impedimento para que nos demos a conocerla a fondo, y ella que es nuestra se comporta dócil con quien la conoce y la MIMA, porque hay que mimarla, tratarla dulcemente y fortalecernos en ella. Ella necesita de nosotros para poder desarrollarse, pues somos su voluntad.
Esa voluntad mueve las montañas que queramos y nos involucra por encima de toda desilusión o amargura, es por lo que por más que nos castigue la vida seguimos adelante, el asunto está en si lo hacemos con una sonrisa en los labios o consumiendo la hiel amarga de las desventuras. De alguna manera recibir y actuar con felicidad nos permite subir el calvario sin dolor, pero ese calvario no es un castigo o “venganza” de Dios, si no la resultante de nuestras acciones.

No quiero, por ahora extenderme mucho, pero deseo -respetuosamente- decirte un par de cosas:

1. Eres dueña de tu vida, ámala que eso espera ella de ti
2. Permite hacerte amiga de ella, habla con ella y dile tus metas de felicidad para que te ayude a realizarlas

Tu amigo

Theo