Bajo el sol de medianoche
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Bajo el sol de medianoche
Bajo el sol de medianoche
Capitulo I
Conocí a Estela Luzardo en pleno fragor de la campaña, cuando nuestro candidato a la Presidencia de la República se veía sobrado y ganancioso sobre los tres candidatos opositores.
Yo era candidato a diputado por mi estado natal y Estela iba de candidata, igualmente, por el Distrito Capital. Ambos teníamos asegurado el curul, pues éramos quienes encabezábamos las listas en nuestras entidades.
Estela y yo de alguna manera nos habíamos compenetrado de forma personal, además, por supuesto, de compartir ideologías aunque divergíamos en algunos aspectos; ella era mucho más ortodoxa que yo, que era un liberal sin muchas ínfulas de ser ideólogo. Soy casi un libre pensador, pero no por ello dejo de conservar la línea ideo-cristiana sobre la humanidad, desde el punto de vista social, económico y político.
Veía la política, como la ven todos los jóvenes, con un alto grado de candidez, pero muy firme en mi pensamiento sobre la libertad individual. “La verdad los hará libres”, dice Jesús a través del Evangelio de Juan (Jn. 8,32), y sobre esto estaba absolutamente seguro.
-Esta noche el candidato quiere que nos reunamos con él, para analizar las particularidades del fin de campaña, me dijo Estela muy emocionada
-Allí estaré, pero llegaré algo tarde, atiné a decir sin darle demasiados detalles a Estela
-Bueno tú sabes de la formalidad de William, no creo que le gustará no verte entre los primeros
-Tú me sabrás representar, dije en tono jocoso
-¿Sí? ¿Y desde cuando yo te represento a ti?
-Desde hoy te doy mi representación, dije terminando en una sonoro carcajeo
-Gracioso
No sé por qué ese “gracioso” lo sentí dulce y complaciente. Y pudiera decir que “afectivo”
Me acerqué a ella y tomándole suavemente del cuello acerque su cabeza a mi boca para susurrarle al oído
-¿Verdad que sí, mi diputada?
Ella no hizo ademán de separarme, lo que me indujo a ser más preciso. Mis labios se deslizaron suavemente por su rostro hasta estar en la comisura de sus labios. Noté que cerraba los ojos y tiernamente posé mis labios en los suyos, los que se entrevieron esperando el beso, el que no se hizo esperar.
Nos besamos tiernamente, mientras nuestros cuerpos se estremecían ante lo inminente. Nos abrazamos y nos dejamos caer sobre el sofá que tenía en mi despacho de Jefe de Finanzas de la campaña.
La tarde caía y la tenue penumbra era cómplice de aquella acción, la cual se devino sola, diría casi sin buscarla ni imaginarla.
Así continuamos mientras mi inquieta, pero segura mano, palpaba cada centímetro el cuerpo de Estela, que se entregaba segundo a segundo más, y más ardorosamente.
Me separé de ella solamente para echar cerrojo a la puerta, y así asegurarnos de nuestra privacidad
-Mi amor tómame, dijo de forma ardiente
Y al momento seguí la orden....
-Dónde está Alberto Tinoco, preguntó William
A lo que Estela respondió:
-Me dijo que vendría aunque algo tarde....aseguró Estela, algo confundida
-Mi jefe de Finanzas llegará tarde...Oh que bien, apunto William en un tonillo que lucía reprobatorio
Estela bajó la vista, como evitando ser descubierta por el candidato, quien no escondía su admiración personal sobre ella.
De hecho había rumores sobre un supuesta relación entre el Candidato y Ella, lo que no era negado por ninguno de los dos.
Pero para mí, aquella frenética tarde, me confirmó que eran solo rumores, pues nadie se entrega tan ardiente y libremente, si se tiene un compromiso
-Esta noche quiero revelar la última encuesta, que me da ocho puntos porcentuales sobre Fernández y doce sobre Montilla..., tal afirmación arrancó un glamoroso aplauso de los más cercanos colaboradores de William
-Y puedo afirmar, según la encuesta en camino, que el número nos separará todavía más, y me afirman que el próximo mes estaremos en entre dieciséis y veinte puntos porcentuales. Sin embargo no debemos cantar victoria y preparar un acto de cierre apoteósico. Se me aconseja que el cierre de campaña sea la provincia de San Marcos...por cierto ya llegó Alberto?, preguntó William
-No ha llegado, Candidato..., apuró decir Sergio Carrillo
-Sí, Candidato ya llegué hace rato, pero no había querido interrumpir...
-Ven para acá Alberto, pues el cierre si no sabes...
-Sí le oí decir que será en mi Provincial natal, lo que me llena de satisfacción. Miré hacia donde estaba Estela, quien me sonrió cómplicemente. Me apresuré para llegar hasta el lugar donde estaba William, quien deferentemente me esperó con un abrazo grandilocuente
-William, es preciso que nos reunamos a solas después de esta reunión, pues algo grave ha sucedido
-OK, dijo, apresurando su disertación ante tan selecto auditorio
Disuelta la reunión fui a donde estaba Estela, la besé en el rostro y me dijo.
-Te espero en tú oficina
Le dije:
-Algo inesperado ha sucedido y tengo que reunirme esta misma noche con William, y esa reunión nos llevará algunas horas, pero te llamaré a tu casa cuando terminemos
-Esperaré tú llamada, te quiero
Nos separamos y fui donde William
-Vamos, y tomándome del brazo caminamos hacia su coche. Fuimos directamente hacia su casa y nos encerramos en el despacho, no antes sin saludar a Laura, la esposa de William, quien me tenía un afecto muy especial.
-Dime, muchacho qué sucede, inquirió William
-William, esta tarde me invitó a una reunión el propio Fernández, quien sin titubeos me dijo que tenía una “bomba” que iba a explotar, a menos que tú te separas de la campaña
-¿Qué?, dijo exclamativamente William
-Está absolutamente loco, y ¡a cual “bomba” se refiere?
-Me dijo que tenía pruebas del negociado de unos bonos del Estado que el Presidente Aguilar le había dado para la campaña y que ascienden a unos treinta millones de dólares americanos...
-¿Bonos? ¿Treinta millones?, está bromeando o me haces un chiste tú, Alberto?
-No, para nada...te lo digo tal como me lo dijo Fernández. Asegurándome que yo, como jefe de Finazas, tenía conocimiento de esto
-Le dije, muy afirmativamente, que conozco al céntimo tus gastos de campaña y los aportes hechos a la misma, y de los cuales llevamos registros exactos y claros
-En los seis meses de campaña, como tú lo sabes, he rendido informes al órgano regulador de las finanzas electorales, mismos que tú, Alberto, me has preparado
-Exactamente, así se lo dije. Además que estamos en condiciones de darle soporte público a los mismos si es necesario
-¿Y?
-Se rió y me dijo que no lo tuviéramos como tonto, o dimites o te demanda públicamente a que te refieras a esos treinta millones que supuestamente te habría dado Aguilar
-Que supuestamente ni nada, Alberto. Aguilar nos aportó setenta mil dólares de forma personal, los que, incluso, hemos declarado....
-Lo de supuestamente es para él, no para mí, dije rápidamente
¿Y cuales son esas pruebas que dice tener?
-No me dio más detalle. Solamente que esas pruebas las discutiría personalmente contigo, a la brevedad posible. Tengo el numero celular de él para que lo llames y acuerden esa entrevista
-¿Entrevista? ¿Llamarlo?, balbuceó William
-Está infernalmente loco Fernández...¿y tú qué piensas sobre todo esto?
-Creo que debes llamar y acordar verse personalmente, cualquier mal entendido o lo que él quiere lo sabrás de propia fuente. Pienso que quiere negociar algo, o que tú le des algo una vez en el gobierno.
-Pero vale manera de pedir “algo”, como tú dices. No creo que es la forma, así que al diablo con el tal Fernández
-Me pediste mi parecer y te lo dije, es más me inclino hacia el hecho de la entrevista, no pierdes nada
-No pierdo nada?, pero ¿tú crees que es normal ese chantaje?
-Para nada, yo estoy tan afectado como tú, pero en política, y tú lo sabes mejor que yo, esas “armas” no se consideran chantaje, si no negociaciones
-Reconozco tu sinceridad, pero la veo algo ingenua
-Disculpa, pero es lo que puedo opinar al respecto, le dije algo molesto, lo admito
-Alberto, no te disgustes es que el sólo pensar en una entrevista con esa “rata” me ensucia, dijo algo irascible
-Tranquilo te comprendo, pero, ¿cuál otra salida tienes?
-Deja que le comente a Laura sobre este tema, esta misma noche
-Yo no lo haría, pero si lo crees prudente así hazlo. Sin embargo, sería trasmitirle a Laura una inquietud sobre algo que sabemos falso
-¿Tienes el número celular de ese “loco”, me dices?
-Así es
-Pues dámelo, lo llamaré mañana
-Me dijo que esperaba tu llamada esta misma noche...
-¡Carajo!, y qué coño se cree ese hijo de puta, bramó enfurecidamente William
Guardé silencio
-OK, Alberto dame ese maldito número, me dijo en todo más calmado
-Bueno William me retiro, dije
-Vale Alberto, le diré al chofer que te lleve a casa
-Al Comando, pues dejé mi auto allí
-OK, hasta luego, me dijo al acompañarme hasta el portal de la mansión
Capitulo II
Yo era Secretario General de la Comisión de Dirección Regional del partido en San Marcos, y antes Secretario de la Juventud Nacional de la Organización; lo que me había permitido codearme con la alta dirigencia del Partido Popular de Acción Nacional (PANA)
Dentro de los fundadores estaba William, un destacado hombre de negocios dedicado al ramo de las comunicaciones; teniendo en su haber tres plantas televisoras y una docena de radios AM, y unas veinte FM. Además dueño de “El Popular”, periódico matutino de alta demanda nacional.
Era ingeniero de profesión y poseía una de las mayores empresas constructoras del País. Realmente todo un potentado.
Yo había incursionado en política desde mi época de estudiante y era militante del PANA desde hace unos quince años. Mi carrera política se sustentó en mi inicio como dirigente estudiantil, donde tuve destacada figuración como miembro de la Juventud del PANA y Presidente del Centro de Estudiante de la Universidad de San Marcos, de donde había egresado con el titulo de abogado
-Estela, le dije a través de mi teléfono celular
-Hola cariño, ya cenaste?
-No hasta ahora estuve reunido con “Malco”. Era como llamábamos a William en nuestras conversaciones telefónicas
-Que bien, por qué no me pasas buscando y me llevas a cenar al Victor’s, así me cuentas lo de la reunió con “Malco”
-Estaré allí en veinte minutos
Estela vivía en una lujosa residencia ubicada en una distinguida urbanización de la ciudad. Conduje mi auto por la avenida Alameda, crucé a nivel de la carrera 17, para luego irme por la calle 11. La ciudad estaba a esa hora, 9 PM, algo desierta. Detuve mi auto en el semáforo que hace esquina con la carrera 18 y calles 21 y 22.
En ese momento un vehiculo que salió de la nada de la tenue luz del alumbrado público, se estrelló contra mi auto. Vi por el retrovisor, al momento que dos hombres se bajaban rápidamente del auto y se dirigían hacia mí. Sin pensarlo y cruzando con luz roja me lance en una alocada carrera por calle 22, desviando mi ruta hacia la casa de Estela.
Inmediatamente me percaté que el auto que me había chocado no me seguía. Sin embargo, tomé mis precauciones y puse a mi lado la pistola calibre 9 milímetro. Conduciendo por la calle 22 me detuve en un supermercado. A esa hora estaba con algo de gente. Llamé a Estela y le conté lo sucedido.
-Toma la 19 que te trae a casa, me dijo alarmadamente. Es una calle muy transitada. Fue un error detenerte en el Super, sal de allí lo antes posible
-Sí, así lo haré, atiné a decirle
Al momento de llegar a las Residencias Villa Mar, vi que me hacia señas la propia Estela. Se montó en el vehiculo y me abrió la puerta del estacionamiento. Conduje hasta su lugar de estacionamiento y me indicó hacerlo paralelo a su vehículo
Allí nos abrazamos y nos besamos apasionadamente, sintiendo que el cuerpo de Estela temblaba
-Tranquila no ha sido nada
-Temí por ti amor...
Ya en el apartamento Estela me dijo:
-Algo anda mal, lo sé; pues esta noche al salir de la reunión se me acercó Sergio Carrillo y me contó una historia sobre unos bonos del Estado, que según él habías recibido tú directamente de manos del Presidente Aguilar
-¿Qué?
-Como lo oyes. Algo anda mal, ya que me dijo, además, que él creía que tú campaña llegaba a su fin, pues serías demandado públicamente por el Comando de Fernández, para que dieras detalles sobre el asunto
-Pero, es que Fernández se reunió conmigo esta tarde. Y de seguida le conté a Estela resumidamente
-Ahora el atentado de esta noche. No dudo que tiene relación con esta situación, le dije
-Pero, ¿Carrillo metido en una conspiración contra William?. No puedo creerlo, dije aturdidamente
-Es mejor que te quedes esta noche aquí, apuro Estela a decir
-Esta noche tenía que trabajar sobre el informe final de finanzas electorales, le dije
-Puedes acceder a tu computadora desde la mía, dijo. Y elaboras el bendito informe. Pero de aquí no sales esta noche, me señaló de forma imperativa
-Si, será mejor así. Pero antes déjame llamar a William, dije
-Es buena idea, refirió Estela
-¿Malco?
-Esperaba tú llamada. Es como me lo habías dicho. El hombre quiere reunirse conmigo mañana mismo
-Escucha Malco, ahora no te daré detalles, pero si te llama Carrillo mantenle lejos de forma prudente. Es más, te pediría no atender su llamada. Luego te refiero lo acontecido esta noche
-Pero, ¿qué sucede?
-Por ahora y por esta vía no puedo hablarte
-Desayunas mañana conmigo aquí en mi casa, me dijo
-OK, mañana a diez?
-Está bien para mí a las diez, vale
-Vale
Capitulo III
Allí estaba yo, a solas en el apartamento de la mujer que horas antes había sido mía en mi pequeña oficina del comando de campaña.
Sin proponérmelo, las relación con Estela tomaban un rumbo frenético y muy vertiginoso; y todo parecía como devenido de forma sorprendentemente rápida, sin ni siquiera haber evaluado la unión que tuvimos, lo que había sido altamente satisfactorio para ambos. Se había revelado una relación que quizás los dos esperábamos, pero que no nos habíamos atrevido hasta esta tarde.
Le relaté con todo detalle lo acontecido desde que nos habíamos separado esa noche en el comando.
-Asdrúbal, Asdrúbal Méndez, ¿lo conoces?, el periodista, asistente de prensa de la campaña...
-Realmente no lo recuerdo
-Ayer, relató Estela, me estuvo haciendo preguntas sobre ti y William. Qué cómo eran tus relaciones con el Candidato; que si yo te conocía bien y desde cuando. Y, particularmente me preguntó algo sumamente capcioso sobre Laura y tú...
-¿Sobre Laura y yo?
-Sí amor.
-Pero,...
-Espera y te cuento
-OK
-Laura es de San Marcos...
-Sí, es mi paisana..., pero puede ser mi madre
-Ajajá!!!, es verdad amor, es verdad. Pero deja que diga
-Lo referido, apuntó Estela, es con una relación entre tus padres y Laura
-¿Mis padres?, le señalé abrumado
-Me dijo que eran familiares o algo así..., o conocidos desde hace mucho tiempo
-¿Laura familia de mis padres?, es una locura. Conocemos a Laura desde hace algún tiempo, pero no es familia nuestra..., te imaginas!!!
-Lo cierto es que en el partido te tiene como el favorito de William... y.....
-Algo parecido dicen de ti, pero desde el punto de visto de atracción..., le dije
-Sólo eso me faltaba...
-En serio, le dije
-Para nada, amor. Soy una mujer libre, ciertamente, pero mis ojos no están con el candidato del partido ahora..., sino hacia el candidato a Presidente dentro de unos ocho años...,
-¿Si? , y quien es ese, si se puede saber
-Claro..., Alberto Tinoco Rudolf
-JAJAJA!!!, es buenísimo como chiste....jajá jajá!!!
-¿Te ríes?
-Tu bien sabes que lo que digo es verdad..., por eso te puse el ojo
-Ven acá, antes de que sea Presidente y no tenga tiempo para hacerte el amor, le dije
La habitación de Estela estaba hermosamente decorada, con luces indirectas atenuada con unas falsas cenefas de yeso. Cortinaje en tela trasparente. Su cama bastante grande para ella sola, vestida con sabanas de seda y el ambiente todo impregnado con el perfume inconfundible de Estela, eden de Cacharel.
Theodoro Corona
Capitulo I
Conocí a Estela Luzardo en pleno fragor de la campaña, cuando nuestro candidato a la Presidencia de la República se veía sobrado y ganancioso sobre los tres candidatos opositores.
Yo era candidato a diputado por mi estado natal y Estela iba de candidata, igualmente, por el Distrito Capital. Ambos teníamos asegurado el curul, pues éramos quienes encabezábamos las listas en nuestras entidades.
Estela y yo de alguna manera nos habíamos compenetrado de forma personal, además, por supuesto, de compartir ideologías aunque divergíamos en algunos aspectos; ella era mucho más ortodoxa que yo, que era un liberal sin muchas ínfulas de ser ideólogo. Soy casi un libre pensador, pero no por ello dejo de conservar la línea ideo-cristiana sobre la humanidad, desde el punto de vista social, económico y político.
Veía la política, como la ven todos los jóvenes, con un alto grado de candidez, pero muy firme en mi pensamiento sobre la libertad individual. “La verdad los hará libres”, dice Jesús a través del Evangelio de Juan (Jn. 8,32), y sobre esto estaba absolutamente seguro.
-Esta noche el candidato quiere que nos reunamos con él, para analizar las particularidades del fin de campaña, me dijo Estela muy emocionada
-Allí estaré, pero llegaré algo tarde, atiné a decir sin darle demasiados detalles a Estela
-Bueno tú sabes de la formalidad de William, no creo que le gustará no verte entre los primeros
-Tú me sabrás representar, dije en tono jocoso
-¿Sí? ¿Y desde cuando yo te represento a ti?
-Desde hoy te doy mi representación, dije terminando en una sonoro carcajeo
-Gracioso
No sé por qué ese “gracioso” lo sentí dulce y complaciente. Y pudiera decir que “afectivo”
Me acerqué a ella y tomándole suavemente del cuello acerque su cabeza a mi boca para susurrarle al oído
-¿Verdad que sí, mi diputada?
Ella no hizo ademán de separarme, lo que me indujo a ser más preciso. Mis labios se deslizaron suavemente por su rostro hasta estar en la comisura de sus labios. Noté que cerraba los ojos y tiernamente posé mis labios en los suyos, los que se entrevieron esperando el beso, el que no se hizo esperar.
Nos besamos tiernamente, mientras nuestros cuerpos se estremecían ante lo inminente. Nos abrazamos y nos dejamos caer sobre el sofá que tenía en mi despacho de Jefe de Finanzas de la campaña.
La tarde caía y la tenue penumbra era cómplice de aquella acción, la cual se devino sola, diría casi sin buscarla ni imaginarla.
Así continuamos mientras mi inquieta, pero segura mano, palpaba cada centímetro el cuerpo de Estela, que se entregaba segundo a segundo más, y más ardorosamente.
Me separé de ella solamente para echar cerrojo a la puerta, y así asegurarnos de nuestra privacidad
-Mi amor tómame, dijo de forma ardiente
Y al momento seguí la orden....
-Dónde está Alberto Tinoco, preguntó William
A lo que Estela respondió:
-Me dijo que vendría aunque algo tarde....aseguró Estela, algo confundida
-Mi jefe de Finanzas llegará tarde...Oh que bien, apunto William en un tonillo que lucía reprobatorio
Estela bajó la vista, como evitando ser descubierta por el candidato, quien no escondía su admiración personal sobre ella.
De hecho había rumores sobre un supuesta relación entre el Candidato y Ella, lo que no era negado por ninguno de los dos.
Pero para mí, aquella frenética tarde, me confirmó que eran solo rumores, pues nadie se entrega tan ardiente y libremente, si se tiene un compromiso
-Esta noche quiero revelar la última encuesta, que me da ocho puntos porcentuales sobre Fernández y doce sobre Montilla..., tal afirmación arrancó un glamoroso aplauso de los más cercanos colaboradores de William
-Y puedo afirmar, según la encuesta en camino, que el número nos separará todavía más, y me afirman que el próximo mes estaremos en entre dieciséis y veinte puntos porcentuales. Sin embargo no debemos cantar victoria y preparar un acto de cierre apoteósico. Se me aconseja que el cierre de campaña sea la provincia de San Marcos...por cierto ya llegó Alberto?, preguntó William
-No ha llegado, Candidato..., apuró decir Sergio Carrillo
-Sí, Candidato ya llegué hace rato, pero no había querido interrumpir...
-Ven para acá Alberto, pues el cierre si no sabes...
-Sí le oí decir que será en mi Provincial natal, lo que me llena de satisfacción. Miré hacia donde estaba Estela, quien me sonrió cómplicemente. Me apresuré para llegar hasta el lugar donde estaba William, quien deferentemente me esperó con un abrazo grandilocuente
-William, es preciso que nos reunamos a solas después de esta reunión, pues algo grave ha sucedido
-OK, dijo, apresurando su disertación ante tan selecto auditorio
Disuelta la reunión fui a donde estaba Estela, la besé en el rostro y me dijo.
-Te espero en tú oficina
Le dije:
-Algo inesperado ha sucedido y tengo que reunirme esta misma noche con William, y esa reunión nos llevará algunas horas, pero te llamaré a tu casa cuando terminemos
-Esperaré tú llamada, te quiero
Nos separamos y fui donde William
-Vamos, y tomándome del brazo caminamos hacia su coche. Fuimos directamente hacia su casa y nos encerramos en el despacho, no antes sin saludar a Laura, la esposa de William, quien me tenía un afecto muy especial.
-Dime, muchacho qué sucede, inquirió William
-William, esta tarde me invitó a una reunión el propio Fernández, quien sin titubeos me dijo que tenía una “bomba” que iba a explotar, a menos que tú te separas de la campaña
-¿Qué?, dijo exclamativamente William
-Está absolutamente loco, y ¡a cual “bomba” se refiere?
-Me dijo que tenía pruebas del negociado de unos bonos del Estado que el Presidente Aguilar le había dado para la campaña y que ascienden a unos treinta millones de dólares americanos...
-¿Bonos? ¿Treinta millones?, está bromeando o me haces un chiste tú, Alberto?
-No, para nada...te lo digo tal como me lo dijo Fernández. Asegurándome que yo, como jefe de Finazas, tenía conocimiento de esto
-Le dije, muy afirmativamente, que conozco al céntimo tus gastos de campaña y los aportes hechos a la misma, y de los cuales llevamos registros exactos y claros
-En los seis meses de campaña, como tú lo sabes, he rendido informes al órgano regulador de las finanzas electorales, mismos que tú, Alberto, me has preparado
-Exactamente, así se lo dije. Además que estamos en condiciones de darle soporte público a los mismos si es necesario
-¿Y?
-Se rió y me dijo que no lo tuviéramos como tonto, o dimites o te demanda públicamente a que te refieras a esos treinta millones que supuestamente te habría dado Aguilar
-Que supuestamente ni nada, Alberto. Aguilar nos aportó setenta mil dólares de forma personal, los que, incluso, hemos declarado....
-Lo de supuestamente es para él, no para mí, dije rápidamente
¿Y cuales son esas pruebas que dice tener?
-No me dio más detalle. Solamente que esas pruebas las discutiría personalmente contigo, a la brevedad posible. Tengo el numero celular de él para que lo llames y acuerden esa entrevista
-¿Entrevista? ¿Llamarlo?, balbuceó William
-Está infernalmente loco Fernández...¿y tú qué piensas sobre todo esto?
-Creo que debes llamar y acordar verse personalmente, cualquier mal entendido o lo que él quiere lo sabrás de propia fuente. Pienso que quiere negociar algo, o que tú le des algo una vez en el gobierno.
-Pero vale manera de pedir “algo”, como tú dices. No creo que es la forma, así que al diablo con el tal Fernández
-Me pediste mi parecer y te lo dije, es más me inclino hacia el hecho de la entrevista, no pierdes nada
-No pierdo nada?, pero ¿tú crees que es normal ese chantaje?
-Para nada, yo estoy tan afectado como tú, pero en política, y tú lo sabes mejor que yo, esas “armas” no se consideran chantaje, si no negociaciones
-Reconozco tu sinceridad, pero la veo algo ingenua
-Disculpa, pero es lo que puedo opinar al respecto, le dije algo molesto, lo admito
-Alberto, no te disgustes es que el sólo pensar en una entrevista con esa “rata” me ensucia, dijo algo irascible
-Tranquilo te comprendo, pero, ¿cuál otra salida tienes?
-Deja que le comente a Laura sobre este tema, esta misma noche
-Yo no lo haría, pero si lo crees prudente así hazlo. Sin embargo, sería trasmitirle a Laura una inquietud sobre algo que sabemos falso
-¿Tienes el número celular de ese “loco”, me dices?
-Así es
-Pues dámelo, lo llamaré mañana
-Me dijo que esperaba tu llamada esta misma noche...
-¡Carajo!, y qué coño se cree ese hijo de puta, bramó enfurecidamente William
Guardé silencio
-OK, Alberto dame ese maldito número, me dijo en todo más calmado
-Bueno William me retiro, dije
-Vale Alberto, le diré al chofer que te lleve a casa
-Al Comando, pues dejé mi auto allí
-OK, hasta luego, me dijo al acompañarme hasta el portal de la mansión
Capitulo II
Yo era Secretario General de la Comisión de Dirección Regional del partido en San Marcos, y antes Secretario de la Juventud Nacional de la Organización; lo que me había permitido codearme con la alta dirigencia del Partido Popular de Acción Nacional (PANA)
Dentro de los fundadores estaba William, un destacado hombre de negocios dedicado al ramo de las comunicaciones; teniendo en su haber tres plantas televisoras y una docena de radios AM, y unas veinte FM. Además dueño de “El Popular”, periódico matutino de alta demanda nacional.
Era ingeniero de profesión y poseía una de las mayores empresas constructoras del País. Realmente todo un potentado.
Yo había incursionado en política desde mi época de estudiante y era militante del PANA desde hace unos quince años. Mi carrera política se sustentó en mi inicio como dirigente estudiantil, donde tuve destacada figuración como miembro de la Juventud del PANA y Presidente del Centro de Estudiante de la Universidad de San Marcos, de donde había egresado con el titulo de abogado
-Estela, le dije a través de mi teléfono celular
-Hola cariño, ya cenaste?
-No hasta ahora estuve reunido con “Malco”. Era como llamábamos a William en nuestras conversaciones telefónicas
-Que bien, por qué no me pasas buscando y me llevas a cenar al Victor’s, así me cuentas lo de la reunió con “Malco”
-Estaré allí en veinte minutos
Estela vivía en una lujosa residencia ubicada en una distinguida urbanización de la ciudad. Conduje mi auto por la avenida Alameda, crucé a nivel de la carrera 17, para luego irme por la calle 11. La ciudad estaba a esa hora, 9 PM, algo desierta. Detuve mi auto en el semáforo que hace esquina con la carrera 18 y calles 21 y 22.
En ese momento un vehiculo que salió de la nada de la tenue luz del alumbrado público, se estrelló contra mi auto. Vi por el retrovisor, al momento que dos hombres se bajaban rápidamente del auto y se dirigían hacia mí. Sin pensarlo y cruzando con luz roja me lance en una alocada carrera por calle 22, desviando mi ruta hacia la casa de Estela.
Inmediatamente me percaté que el auto que me había chocado no me seguía. Sin embargo, tomé mis precauciones y puse a mi lado la pistola calibre 9 milímetro. Conduciendo por la calle 22 me detuve en un supermercado. A esa hora estaba con algo de gente. Llamé a Estela y le conté lo sucedido.
-Toma la 19 que te trae a casa, me dijo alarmadamente. Es una calle muy transitada. Fue un error detenerte en el Super, sal de allí lo antes posible
-Sí, así lo haré, atiné a decirle
Al momento de llegar a las Residencias Villa Mar, vi que me hacia señas la propia Estela. Se montó en el vehiculo y me abrió la puerta del estacionamiento. Conduje hasta su lugar de estacionamiento y me indicó hacerlo paralelo a su vehículo
Allí nos abrazamos y nos besamos apasionadamente, sintiendo que el cuerpo de Estela temblaba
-Tranquila no ha sido nada
-Temí por ti amor...
Ya en el apartamento Estela me dijo:
-Algo anda mal, lo sé; pues esta noche al salir de la reunión se me acercó Sergio Carrillo y me contó una historia sobre unos bonos del Estado, que según él habías recibido tú directamente de manos del Presidente Aguilar
-¿Qué?
-Como lo oyes. Algo anda mal, ya que me dijo, además, que él creía que tú campaña llegaba a su fin, pues serías demandado públicamente por el Comando de Fernández, para que dieras detalles sobre el asunto
-Pero, es que Fernández se reunió conmigo esta tarde. Y de seguida le conté a Estela resumidamente
-Ahora el atentado de esta noche. No dudo que tiene relación con esta situación, le dije
-Pero, ¿Carrillo metido en una conspiración contra William?. No puedo creerlo, dije aturdidamente
-Es mejor que te quedes esta noche aquí, apuro Estela a decir
-Esta noche tenía que trabajar sobre el informe final de finanzas electorales, le dije
-Puedes acceder a tu computadora desde la mía, dijo. Y elaboras el bendito informe. Pero de aquí no sales esta noche, me señaló de forma imperativa
-Si, será mejor así. Pero antes déjame llamar a William, dije
-Es buena idea, refirió Estela
-¿Malco?
-Esperaba tú llamada. Es como me lo habías dicho. El hombre quiere reunirse conmigo mañana mismo
-Escucha Malco, ahora no te daré detalles, pero si te llama Carrillo mantenle lejos de forma prudente. Es más, te pediría no atender su llamada. Luego te refiero lo acontecido esta noche
-Pero, ¿qué sucede?
-Por ahora y por esta vía no puedo hablarte
-Desayunas mañana conmigo aquí en mi casa, me dijo
-OK, mañana a diez?
-Está bien para mí a las diez, vale
-Vale
Capitulo III
Allí estaba yo, a solas en el apartamento de la mujer que horas antes había sido mía en mi pequeña oficina del comando de campaña.
Sin proponérmelo, las relación con Estela tomaban un rumbo frenético y muy vertiginoso; y todo parecía como devenido de forma sorprendentemente rápida, sin ni siquiera haber evaluado la unión que tuvimos, lo que había sido altamente satisfactorio para ambos. Se había revelado una relación que quizás los dos esperábamos, pero que no nos habíamos atrevido hasta esta tarde.
Le relaté con todo detalle lo acontecido desde que nos habíamos separado esa noche en el comando.
-Asdrúbal, Asdrúbal Méndez, ¿lo conoces?, el periodista, asistente de prensa de la campaña...
-Realmente no lo recuerdo
-Ayer, relató Estela, me estuvo haciendo preguntas sobre ti y William. Qué cómo eran tus relaciones con el Candidato; que si yo te conocía bien y desde cuando. Y, particularmente me preguntó algo sumamente capcioso sobre Laura y tú...
-¿Sobre Laura y yo?
-Sí amor.
-Pero,...
-Espera y te cuento
-OK
-Laura es de San Marcos...
-Sí, es mi paisana..., pero puede ser mi madre
-Ajajá!!!, es verdad amor, es verdad. Pero deja que diga
-Lo referido, apuntó Estela, es con una relación entre tus padres y Laura
-¿Mis padres?, le señalé abrumado
-Me dijo que eran familiares o algo así..., o conocidos desde hace mucho tiempo
-¿Laura familia de mis padres?, es una locura. Conocemos a Laura desde hace algún tiempo, pero no es familia nuestra..., te imaginas!!!
-Lo cierto es que en el partido te tiene como el favorito de William... y.....
-Algo parecido dicen de ti, pero desde el punto de visto de atracción..., le dije
-Sólo eso me faltaba...
-En serio, le dije
-Para nada, amor. Soy una mujer libre, ciertamente, pero mis ojos no están con el candidato del partido ahora..., sino hacia el candidato a Presidente dentro de unos ocho años...,
-¿Si? , y quien es ese, si se puede saber
-Claro..., Alberto Tinoco Rudolf
-JAJAJA!!!, es buenísimo como chiste....jajá jajá!!!
-¿Te ríes?
-Tu bien sabes que lo que digo es verdad..., por eso te puse el ojo
-Ven acá, antes de que sea Presidente y no tenga tiempo para hacerte el amor, le dije
La habitación de Estela estaba hermosamente decorada, con luces indirectas atenuada con unas falsas cenefas de yeso. Cortinaje en tela trasparente. Su cama bastante grande para ella sola, vestida con sabanas de seda y el ambiente todo impregnado con el perfume inconfundible de Estela, eden de Cacharel.
Theodoro Corona
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