El Pecado
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EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Poemas Religiosos :: Testimonios Religiosos-Pensamientos-Salmos-Probervios-Pasajes Bíblicos
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El Pecado
El Pecado
Muchos creen que hablar de pecado es cuestión de viejitos rezándoles o de quien quiere aguarles la fiesta o, por último, quien quiere fastidiarlos sicológicamente con el "virus" de la culpa. Pues lamento expresarles a quienes así piensen que esa no es la idea, y para decírsela clara e inteligiblemente: La idea es que todos estemos libre de culpa para irnos a disfrutar de la vida eterna al lado de Nuestro Señor Jesús, cuando así se decida en nuestra vida temporal. Lo otro es decirles que el pecado "SI" existe, y que el mismo es una carga negativa en nuestro mundo ¿Por qué?, sencillamente porque el pecado es lo malo, lo imperfecto, lo sucio, lo bajo, la injusticia, la falta de amor y todo aquello que atente contra la dignidad humana. Quien no se respeta así mismo comete pecado, quien miente comete pecado; quien no cumple con sus obligaciones comete pecado, Pero, como la lista se nos puede hacer larga tratemos de definirlo rápidamente: "El pecado es una ofensa a Dios. Se alza contra Dios en una desobediencia contraría a la obediencia" (CIC, 1871)
Pecado (peccatum) es la transgresión voluntaria de un precepto tenido por bueno. El concepto religioso aún vigente de pecado como "delito moral" alude a la trasgresión voluntaria de normas o preceptos religiosos.
Dado que existen innumerables normas de este tipo, existen innúmeros pecados, a los cuales se les asigna mayor, menor o ninguna pena según las distintas creencias. ¿Se explica esto?, creo que más claro no lo podemos precisar ¿Qué hacer? a) Confesar que todos somos pecadores b) Ir al Sacramento de la Penitencia c) Dolernos del pecado cometido d) Proponernos no volver a pecar e) Cumplir la penitencia que te imponga el confesor ¿No es sencillo? Beneficios: a) Tener un mundo mejor b) Vivir la vida temporal en paz c) Estar siempre navegando sobre un lago limpio, dulce y alegre, es decir, vivir en el amor d) Salvarnos e) Vivir la vida eterna al lado del Señor Jesús.
Todos de una forma u otra tenemos un concepto de lo que significa trasgredir, y sin necesidad de buscarlo en el diccionario, diría que trasgredir es no cumplir con unas normas establecidas, hacernos los tontos frente a situaciones que nos exigen reglas apegadas a virtudes por demás conocidas. Pero la trasgresión convertida en pecado es ofender directamente a Dios, que ha sido bueno con nosotros y no se merece nuestras ofensas. Esa introspectiva, esa intimidad con un aborrecimiento a la falta, es condición suprema para poder reconciliarnos de corazón con Dios. Ir al Sacramento de la Penitencia es lo que tenemos por delante para limpiarnos -hacernos como niños- y entregarnos con fuerza de voluntad a la voluntad de Dios. Decir de corazón a un Dios tan bueno lo que su mismo Hijo nos enseñó: "...perdona nuestra ofensas...", para refrendar nuestro arrepentimiento al decir "...también como nosotros perdonamos a los que nos ofenden..." Porque Dios nos da el perdón, pero también nos pide perdonar, y dentro de ese perdón estamos nosotros involucrados en primera persona, pues el aprender a temerle a Dios con un temor santo, es, precisamente, el estar arrepentidos y con el deseo de nunca más ofenderlo. El que no perdona no vence el pecado, pues está herido en su corazón que sangra rencor y resistencia de ser personado. "El perdón no tiene otra razón que el amor....", por lo que para Dios perdonar, Él que es amor, es una condición innata en su divinidad. Por ello hemos de pedir a Dios que nos alimente con esa sabiduría, con ese sentir clemente y con esa aurora que alegra sus ojos al ver, al contemplar a uno de su hijos que regresa a su hogar sano y salvo. Comprender, finalmente, que somos servidores del hombre por designio del amor del Padre, quien con toda pasión permite que destaquemos y separemos lo bueno de lo malo, así como separa el pescador de su red, los peces buenos de los malos. No habrá temor, por lo tanto, ante ninguna figura humana, por más poder que detente, al señalar lo que le agrada al Padre y lo que le desagrada Y al respecto quiero repetir lo que ya he dicho, el pecado, no se ha abolido, los Diez Mandamientos no se han suspendidos y, mucho menos, dejados de existir.
Para muchos está pasado de moda el escándalo, esa figura que te hace testigo inadvertido de un mal con el que se tropieza nuestra vida de forma ingrata e indeseada. Marchitar, por ejemplo, la primavera de un niño en su inocencia, es un pecado de tal irreverencia que podrá tener perdón, porque Jesús claramente comprometió su palabra, pero la pena, aquella que tiene o posee todo pecado -perdonado o no- será terrible, pues se comete la falta contra un niño, preferidos de Jesús en su inocencia y en su paz. Los cristianos debemos hablar del pecado sin que se nos quiebre la voz, pues es lo que realmente separa al hombre de Dios. Y si algo debemos acometer quienes estamos comprometidos con evangelizar, es hacerlo en esta grave debilidad, pues la meta es abolir el pecado, perdonando al pecador. Aborrecer el pecado, temer al pecado, odiar al pecado que puede conducir a la condenación de las almas, es sin duda alguna una acción diaria que hemos de acometer con valentía. El pecado deforma toda relación humana y la convierte en una gran mentira, sustentada por la ignorancia más crasa sobre la gracia de Dios, que se da gratuitamente como fuerza para luchar contra la más perversa actitud humana. Pues todo pecado hace daño, aunque tratemos de minimizarle y hasta reírnos de él. Por mucho que hagamos nada limpiará de la conciencia la falta que martillea día y noche hasta reconocerla como una forma más de la soberbia humana frente a su creador.
Ira, pereza, gula, lujuria, soberbia, envidia y avaricia; siete pecados, llamados capitales, son si los analizamos uno a uno, el fracaso del hombre sobre hombre mismo, es decir, sequías que evitan el florecer de la felicidad, la calidad de vida, la frescura de la existencia. Y mire que les estoy hablando de situaciones humanas; qué será cuando les veamos como dañinas para el logro de la salvación y, por ende, de la santidad. Vamos a detenernos un momento en este Sexto Mandamiento, que para muchos "doctos" no existe o le ignoran porque así les conviene, él nos dice: "No cometerás actos impuros", y sin caer en lo grotesco y pestilente de la trasgresión misma, apreciamos que un acto impuro, es aquel que carece de pureza. Pero, no basta dejarlo hasta aquí hay que ubicarlo y asentado con toda firmeza, pues les recordé que uno de esos siete pecados capitales, es la lujuria. Para hacernos fácil el tema, vayamos a la definición gramatical de impureza y lujuria, pues suelen complementarse el uno al otro en ciertas ocasiones. Impureza: Sustancia o conjunto de sustancias extrañas a un cuerpo o materia que están mezcladas con él alteran, en algunos casos, alguna de sus cualidades... Lujuria: Apetito sexual excesivo. Ahora veremos la impureza y la lujuria unidas en un sólo acto, como pecado y falta contra un mandamiento de la Ley de Dios: "El pecado de impureza consiste en el abuso de la facultad sexual, esto es, en un empleo o aplicación suya contraria a su sentido y finalidad. El mal no está en el placer sexual como tal, sino en buscarlo abusivamente y fuera del orden establecido por el Creador. Es bueno el placer psíquico y físico causado por el uso de la facultad sexual siempre que está dentro de ese orden querido por Dios, al paso que es un "placer malo" cuando resulta de su abuso voluntario, a causa del desorden que encierra todo el acto.
El desorden implícito en el pecado deshonesto se patentiza, por lo general, en que se busca el placer por sí mismo y a toda costa. Por eso se puede decir con frase concisa, aunque teóricamente poco exacta, que el pecado de deshonestidad consiste en "la satisfacción moralmente desordenada del placer sexual". Porque también puede haber pecado de impureza cuando se abusa de la potencia sexual, no por el placer que se disfrute, sino por cualquier otro motivo, como por condescendencia entre enamorados, o por lucro, o por curiosidad. Lo decisivo en la acción pecaminosa de impureza es la disposición interior que le sirve de base. Ésta puede consistir en una simple incontinencia; y así la acción pecaminosa irrumpiría como un auténtico pecado de debilidad, que, acarreando acaso una grave culpa, viene a dejar ineficaces los mejores propósitos generales" (La ley de Cristo II, Haring Herder, Pag. 362)
La impureza, ya como pecado, altera la cualidad deseada por el Creador para el acto sexual, el cual se cumple -hablando lógicamente del ser humano- entre un varón y una hembra, tal como fuimos creados y, como si fuera poco, nos complementamos. En mi libro "Su Excelencia el Amor" destaco que: "El sexo es una acción que puede ser entendida o manipulada. Será entendida mientras comprendamos que somos capaces de manejarlo con inteligencia y conductas amatorias asertivas, y es manipulado cuando esa conducta se enseñoree sobre cualquier otro afecto para pasar a ser idolatrado." "Nada de comportamientos idolátricos para con el sexo, pues nos devorará sin clemencia." (Pág. 11, Edición PR Editores, Madrid, 2011)
Teodoro A. Corona
Muchos creen que hablar de pecado es cuestión de viejitos rezándoles o de quien quiere aguarles la fiesta o, por último, quien quiere fastidiarlos sicológicamente con el "virus" de la culpa. Pues lamento expresarles a quienes así piensen que esa no es la idea, y para decírsela clara e inteligiblemente: La idea es que todos estemos libre de culpa para irnos a disfrutar de la vida eterna al lado de Nuestro Señor Jesús, cuando así se decida en nuestra vida temporal. Lo otro es decirles que el pecado "SI" existe, y que el mismo es una carga negativa en nuestro mundo ¿Por qué?, sencillamente porque el pecado es lo malo, lo imperfecto, lo sucio, lo bajo, la injusticia, la falta de amor y todo aquello que atente contra la dignidad humana. Quien no se respeta así mismo comete pecado, quien miente comete pecado; quien no cumple con sus obligaciones comete pecado, Pero, como la lista se nos puede hacer larga tratemos de definirlo rápidamente: "El pecado es una ofensa a Dios. Se alza contra Dios en una desobediencia contraría a la obediencia" (CIC, 1871)
Pecado (peccatum) es la transgresión voluntaria de un precepto tenido por bueno. El concepto religioso aún vigente de pecado como "delito moral" alude a la trasgresión voluntaria de normas o preceptos religiosos.
Dado que existen innumerables normas de este tipo, existen innúmeros pecados, a los cuales se les asigna mayor, menor o ninguna pena según las distintas creencias. ¿Se explica esto?, creo que más claro no lo podemos precisar ¿Qué hacer? a) Confesar que todos somos pecadores b) Ir al Sacramento de la Penitencia c) Dolernos del pecado cometido d) Proponernos no volver a pecar e) Cumplir la penitencia que te imponga el confesor ¿No es sencillo? Beneficios: a) Tener un mundo mejor b) Vivir la vida temporal en paz c) Estar siempre navegando sobre un lago limpio, dulce y alegre, es decir, vivir en el amor d) Salvarnos e) Vivir la vida eterna al lado del Señor Jesús.
Todos de una forma u otra tenemos un concepto de lo que significa trasgredir, y sin necesidad de buscarlo en el diccionario, diría que trasgredir es no cumplir con unas normas establecidas, hacernos los tontos frente a situaciones que nos exigen reglas apegadas a virtudes por demás conocidas. Pero la trasgresión convertida en pecado es ofender directamente a Dios, que ha sido bueno con nosotros y no se merece nuestras ofensas. Esa introspectiva, esa intimidad con un aborrecimiento a la falta, es condición suprema para poder reconciliarnos de corazón con Dios. Ir al Sacramento de la Penitencia es lo que tenemos por delante para limpiarnos -hacernos como niños- y entregarnos con fuerza de voluntad a la voluntad de Dios. Decir de corazón a un Dios tan bueno lo que su mismo Hijo nos enseñó: "...perdona nuestra ofensas...", para refrendar nuestro arrepentimiento al decir "...también como nosotros perdonamos a los que nos ofenden..." Porque Dios nos da el perdón, pero también nos pide perdonar, y dentro de ese perdón estamos nosotros involucrados en primera persona, pues el aprender a temerle a Dios con un temor santo, es, precisamente, el estar arrepentidos y con el deseo de nunca más ofenderlo. El que no perdona no vence el pecado, pues está herido en su corazón que sangra rencor y resistencia de ser personado. "El perdón no tiene otra razón que el amor....", por lo que para Dios perdonar, Él que es amor, es una condición innata en su divinidad. Por ello hemos de pedir a Dios que nos alimente con esa sabiduría, con ese sentir clemente y con esa aurora que alegra sus ojos al ver, al contemplar a uno de su hijos que regresa a su hogar sano y salvo. Comprender, finalmente, que somos servidores del hombre por designio del amor del Padre, quien con toda pasión permite que destaquemos y separemos lo bueno de lo malo, así como separa el pescador de su red, los peces buenos de los malos. No habrá temor, por lo tanto, ante ninguna figura humana, por más poder que detente, al señalar lo que le agrada al Padre y lo que le desagrada Y al respecto quiero repetir lo que ya he dicho, el pecado, no se ha abolido, los Diez Mandamientos no se han suspendidos y, mucho menos, dejados de existir.
Para muchos está pasado de moda el escándalo, esa figura que te hace testigo inadvertido de un mal con el que se tropieza nuestra vida de forma ingrata e indeseada. Marchitar, por ejemplo, la primavera de un niño en su inocencia, es un pecado de tal irreverencia que podrá tener perdón, porque Jesús claramente comprometió su palabra, pero la pena, aquella que tiene o posee todo pecado -perdonado o no- será terrible, pues se comete la falta contra un niño, preferidos de Jesús en su inocencia y en su paz. Los cristianos debemos hablar del pecado sin que se nos quiebre la voz, pues es lo que realmente separa al hombre de Dios. Y si algo debemos acometer quienes estamos comprometidos con evangelizar, es hacerlo en esta grave debilidad, pues la meta es abolir el pecado, perdonando al pecador. Aborrecer el pecado, temer al pecado, odiar al pecado que puede conducir a la condenación de las almas, es sin duda alguna una acción diaria que hemos de acometer con valentía. El pecado deforma toda relación humana y la convierte en una gran mentira, sustentada por la ignorancia más crasa sobre la gracia de Dios, que se da gratuitamente como fuerza para luchar contra la más perversa actitud humana. Pues todo pecado hace daño, aunque tratemos de minimizarle y hasta reírnos de él. Por mucho que hagamos nada limpiará de la conciencia la falta que martillea día y noche hasta reconocerla como una forma más de la soberbia humana frente a su creador.
Ira, pereza, gula, lujuria, soberbia, envidia y avaricia; siete pecados, llamados capitales, son si los analizamos uno a uno, el fracaso del hombre sobre hombre mismo, es decir, sequías que evitan el florecer de la felicidad, la calidad de vida, la frescura de la existencia. Y mire que les estoy hablando de situaciones humanas; qué será cuando les veamos como dañinas para el logro de la salvación y, por ende, de la santidad. Vamos a detenernos un momento en este Sexto Mandamiento, que para muchos "doctos" no existe o le ignoran porque así les conviene, él nos dice: "No cometerás actos impuros", y sin caer en lo grotesco y pestilente de la trasgresión misma, apreciamos que un acto impuro, es aquel que carece de pureza. Pero, no basta dejarlo hasta aquí hay que ubicarlo y asentado con toda firmeza, pues les recordé que uno de esos siete pecados capitales, es la lujuria. Para hacernos fácil el tema, vayamos a la definición gramatical de impureza y lujuria, pues suelen complementarse el uno al otro en ciertas ocasiones. Impureza: Sustancia o conjunto de sustancias extrañas a un cuerpo o materia que están mezcladas con él alteran, en algunos casos, alguna de sus cualidades... Lujuria: Apetito sexual excesivo. Ahora veremos la impureza y la lujuria unidas en un sólo acto, como pecado y falta contra un mandamiento de la Ley de Dios: "El pecado de impureza consiste en el abuso de la facultad sexual, esto es, en un empleo o aplicación suya contraria a su sentido y finalidad. El mal no está en el placer sexual como tal, sino en buscarlo abusivamente y fuera del orden establecido por el Creador. Es bueno el placer psíquico y físico causado por el uso de la facultad sexual siempre que está dentro de ese orden querido por Dios, al paso que es un "placer malo" cuando resulta de su abuso voluntario, a causa del desorden que encierra todo el acto.
El desorden implícito en el pecado deshonesto se patentiza, por lo general, en que se busca el placer por sí mismo y a toda costa. Por eso se puede decir con frase concisa, aunque teóricamente poco exacta, que el pecado de deshonestidad consiste en "la satisfacción moralmente desordenada del placer sexual". Porque también puede haber pecado de impureza cuando se abusa de la potencia sexual, no por el placer que se disfrute, sino por cualquier otro motivo, como por condescendencia entre enamorados, o por lucro, o por curiosidad. Lo decisivo en la acción pecaminosa de impureza es la disposición interior que le sirve de base. Ésta puede consistir en una simple incontinencia; y así la acción pecaminosa irrumpiría como un auténtico pecado de debilidad, que, acarreando acaso una grave culpa, viene a dejar ineficaces los mejores propósitos generales" (La ley de Cristo II, Haring Herder, Pag. 362)
La impureza, ya como pecado, altera la cualidad deseada por el Creador para el acto sexual, el cual se cumple -hablando lógicamente del ser humano- entre un varón y una hembra, tal como fuimos creados y, como si fuera poco, nos complementamos. En mi libro "Su Excelencia el Amor" destaco que: "El sexo es una acción que puede ser entendida o manipulada. Será entendida mientras comprendamos que somos capaces de manejarlo con inteligencia y conductas amatorias asertivas, y es manipulado cuando esa conducta se enseñoree sobre cualquier otro afecto para pasar a ser idolatrado." "Nada de comportamientos idolátricos para con el sexo, pues nos devorará sin clemencia." (Pág. 11, Edición PR Editores, Madrid, 2011)
Teodoro A. Corona
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Re: El Pecado
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"El amor es la razón del corazón"
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