MITTELBERGHEIM
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MITTELBERGHEIM
MITTELBERGHEIM
A Stanisław Vincenz
El vino duerme en las tinajas de roble del Rin.
Me despierta la campana de la iglesia entre los viñedos
de Mittelbergheim. Oigo una pequeña fuente
chapotear en el revestimiento del patio, un ruido
de zuecos en la calle. El tabaco se seca
bajo el alero, los arados y las ruedas de madera,
las faldas de las montañas y el otoño están conmigo.
Todavía tengo los ojos cerrados. No me persigas,
fuego, poder, fuerza, es demasiado temprano.
He sobrevivido muchos años y, así como en mi sueño,
notaba que alcanzaba la móvil frontera
tras la que se cumple el color y el sonido
y todas las cosas de esta tierra están unidas.
No me abras aún la boca a la fuerza,
déjame confiar, creer que lo alcanzaré,
permíteme permanecer en Mittelbergheim.
Sé que debería. Conmigo están
el otoño y las ruedas de madera, y las hojas
de tabaco bajo el alero. Aquí, en todos sitios,
está mi tierra, dondequiera que mire
y en cualquier lengua que escuche
una canción infantil, un diálogo de amantes.
Más feliz que otros, tengo que aceptar
la mirada, la sonrisa, la estrella, la seda doblada
en la línea de las rodillas. Sereno, de mirada pura,
tengo que ir por las montañas en el suave resplandor
del día, por las aguas, ciudades, caminos, costumbres.
Fuego, poder, fuerza, tú, que me tienes
en la palma de la mano cuyos surcos
son como enormes desfiladeros peinados
por el viento del mediodía. Tú, que das seguridad
en la hora del temor, en la semana de la duda,
todavía es temprano, que el vino madure,
que los viajeros duerman en Mittelbergheim.
Mittelbergheim, Alsacia
Czesław Miłosz
A Stanisław Vincenz
El vino duerme en las tinajas de roble del Rin.
Me despierta la campana de la iglesia entre los viñedos
de Mittelbergheim. Oigo una pequeña fuente
chapotear en el revestimiento del patio, un ruido
de zuecos en la calle. El tabaco se seca
bajo el alero, los arados y las ruedas de madera,
las faldas de las montañas y el otoño están conmigo.
Todavía tengo los ojos cerrados. No me persigas,
fuego, poder, fuerza, es demasiado temprano.
He sobrevivido muchos años y, así como en mi sueño,
notaba que alcanzaba la móvil frontera
tras la que se cumple el color y el sonido
y todas las cosas de esta tierra están unidas.
No me abras aún la boca a la fuerza,
déjame confiar, creer que lo alcanzaré,
permíteme permanecer en Mittelbergheim.
Sé que debería. Conmigo están
el otoño y las ruedas de madera, y las hojas
de tabaco bajo el alero. Aquí, en todos sitios,
está mi tierra, dondequiera que mire
y en cualquier lengua que escuche
una canción infantil, un diálogo de amantes.
Más feliz que otros, tengo que aceptar
la mirada, la sonrisa, la estrella, la seda doblada
en la línea de las rodillas. Sereno, de mirada pura,
tengo que ir por las montañas en el suave resplandor
del día, por las aguas, ciudades, caminos, costumbres.
Fuego, poder, fuerza, tú, que me tienes
en la palma de la mano cuyos surcos
son como enormes desfiladeros peinados
por el viento del mediodía. Tú, que das seguridad
en la hora del temor, en la semana de la duda,
todavía es temprano, que el vino madure,
que los viajeros duerman en Mittelbergheim.
Mittelbergheim, Alsacia
Czesław Miłosz
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