TSÁRSKOYE SELÓ
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TSÁRSKOYE SELÓ
TSÁRSKOYE SELÓ
¡Vamos a Tsárskoye Seló!
Donde sonríen las solteras
cuando los húsares tras la borrachera
montan de un salto en el arzón.
¡Vamos a Tsárskoye Seló!
Cuarteles, parques y palacios,
y en los árboles, copos de algodón,
y un “salud” como un trueno de cañón
a cada grito de “¡salud, muchachos!”.
Cuarteles, parques y palacios…
Viviendas de una planta única,
donde unos generales de ideas fijas
acortan de su tiempo la fatiga
leyendo el Niva y a Alejandro Dumas…
Palacios… pero casa, ni una.
Silba un vapor… Pasa el gran duque.
Está el séquito en el pabellón de cristal…
Sale, arrogante, un oficial
que arrastra el sable, el ceño frunce,
no hay duda alguna, es el gran duque…
Y el carruaje vuelve a casa,
al reino, en realidad, de la etiqueta,
disimulando una ansiedad secreta,
con las reliquias de la vieja dama…
El carruaje vuelve a casa.
Ósip Mandelshtam
¡Vamos a Tsárskoye Seló!
Donde sonríen las solteras
cuando los húsares tras la borrachera
montan de un salto en el arzón.
¡Vamos a Tsárskoye Seló!
Cuarteles, parques y palacios,
y en los árboles, copos de algodón,
y un “salud” como un trueno de cañón
a cada grito de “¡salud, muchachos!”.
Cuarteles, parques y palacios…
Viviendas de una planta única,
donde unos generales de ideas fijas
acortan de su tiempo la fatiga
leyendo el Niva y a Alejandro Dumas…
Palacios… pero casa, ni una.
Silba un vapor… Pasa el gran duque.
Está el séquito en el pabellón de cristal…
Sale, arrogante, un oficial
que arrastra el sable, el ceño frunce,
no hay duda alguna, es el gran duque…
Y el carruaje vuelve a casa,
al reino, en realidad, de la etiqueta,
disimulando una ansiedad secreta,
con las reliquias de la vieja dama…
El carruaje vuelve a casa.
Ósip Mandelshtam
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