ALIMENTA LA LUZ
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ALIMENTA LA LUZ
ALIMENTA LA LUZ
Alimenta la luz
y no cubras el rostro humano de la luna,
ni manejes los vientos
que no arrasan los huesos,
pero arranca a su círculo
la médula de doce vientos;
domina la noche y no seas
el sirviente del muñeco de nieve
que cincela cada tupido elemento del aire
en estrella polar clavada en un carámbano.
Alimenta el murmullo de la primavera,
no rompas los huevos del gallo joven,
ni empujes otra vez la estación a los higos,
injerta en cambio en tu país
esas cabalgatas de cuatro frutos;
cultiva los lugares ardientes
en tiempo de la escarcha,
siembra granos de nieve
por los huertos de ojos encarnados,
y en tus jóvenes años el siglo vegetal.
Y siémbralo todo,
no olvides el terreno del señor de las moscas,
ni, como un trasgo hagas brotar
la simiente del búho,
cerca con tus costillas de hechicero
este planeta en forma de corazón;
de las voces mortales a los coros de ingenuos,
señor hacendado de lo alto,
haz que surjan los cantos de la nube,
y arráncale una música
de mandrágora a las raíces de la médula.
Rueda inhumanamente
sobre esta cresta giratoria,
oh anillo de los mares
no sufras cuando parta
lejos de todos mis amantes mortales
con sonrisa a estribor;
ni cuando mi amor yazga
en el flujo de cruzados huesos
desnudo entre los pájaros
que registran el viento traspasados de flechas
habrás tú de girar como veleta
sobre un eje encrespado.
Quien al darles la forma dio color a los mares
modeló a mi prójimo de arcilla y en tiempos del diluvio
llenó el arca del cielo con sus parejas coloreadas;
oh, tú el que eres gloria en los mapas informes
traza ahora desde mi ser al mundo,
tal como yo he creado
de tu círculo en marcha una gozosa
imagen de los hombres
Dylan Thomas
Alimenta la luz
y no cubras el rostro humano de la luna,
ni manejes los vientos
que no arrasan los huesos,
pero arranca a su círculo
la médula de doce vientos;
domina la noche y no seas
el sirviente del muñeco de nieve
que cincela cada tupido elemento del aire
en estrella polar clavada en un carámbano.
Alimenta el murmullo de la primavera,
no rompas los huevos del gallo joven,
ni empujes otra vez la estación a los higos,
injerta en cambio en tu país
esas cabalgatas de cuatro frutos;
cultiva los lugares ardientes
en tiempo de la escarcha,
siembra granos de nieve
por los huertos de ojos encarnados,
y en tus jóvenes años el siglo vegetal.
Y siémbralo todo,
no olvides el terreno del señor de las moscas,
ni, como un trasgo hagas brotar
la simiente del búho,
cerca con tus costillas de hechicero
este planeta en forma de corazón;
de las voces mortales a los coros de ingenuos,
señor hacendado de lo alto,
haz que surjan los cantos de la nube,
y arráncale una música
de mandrágora a las raíces de la médula.
Rueda inhumanamente
sobre esta cresta giratoria,
oh anillo de los mares
no sufras cuando parta
lejos de todos mis amantes mortales
con sonrisa a estribor;
ni cuando mi amor yazga
en el flujo de cruzados huesos
desnudo entre los pájaros
que registran el viento traspasados de flechas
habrás tú de girar como veleta
sobre un eje encrespado.
Quien al darles la forma dio color a los mares
modeló a mi prójimo de arcilla y en tiempos del diluvio
llenó el arca del cielo con sus parejas coloreadas;
oh, tú el que eres gloria en los mapas informes
traza ahora desde mi ser al mundo,
tal como yo he creado
de tu círculo en marcha una gozosa
imagen de los hombres
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