CUANDO, COMO UNA TUMBA VELOZ
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CUANDO, COMO UNA TUMBA VELOZ
CUANDO, COMO UNA TUMBA VELOZ
Cuando el tiempo te alcance, como una tumba veloz,
cuando tu calma y tu ternura sean una guadaña de cabellos
cuando el amor en su atavío se demore por la casa,
al subir por desnudas escaleras, paloma en coche fúnebre,
remolcada hacia el techo.
Cuando llegue el momento, como un sastre de acechantes tijeras,
entregadme que, tímido en mi tribu,
me hallo más desnudo de amor que la trampa del Cadáver
despojado de la lengua del zorro, su metro calibrado a medida del hueso,
entregadme, maestros míos, cerebro y corazón,
el corazón de la vela del Cadáver se funde
cuando la sangre con manos como pala y el tiempo de la lógica
hacen surgir los niños a golpes de pulgar
de la doncella y el cerebro.
Porque con rostro endomingado y plumeros en el guante,
casto y cazador, hombre con vista de fusil,
yo, a quien la capa del tiempo o el abrigo del hielo
tal vez no logren apresar con un círculo virgen
en la tumba precisa,
ando con fuerza propia por la comarca del Cadáver
mis maestros machacadores del cerebro teclean en la piedra
la desesperación de la sangre, la fe en el barro de la doncella,
la alarma entre castrados y la mancha de ácido
en la horquilla y el rostro.
El tiempo es una tonta fantasía, tiempo y tonto.
No, no, tú calavera amante, el martillo descendente
desciende, oh mis maestros, sobre la honra traspasada.
Tú, calavera héroe, el Cadáver guardado
ordena que el bastón se quiebre.
El gozo no es una nación que llama, señor y señora,
ni la fusión del cáncer, ni la pluma del verano
encendida en el árbol abrazado, ni la cruz de la fiebre,
ni el alquitrán de la ciudad, ni el túnel horadado para nutrir al hombre
a través del asfalto.
Apago las velas en tu torre del techo
el goce es el llamado del polvo, la bala del Cadáver
del retoño de Adán tras su envoltura,
el amor es una patria con luces de crepúsculo y el cráneo del estado
señor, es tu propia condena.
Todo termina, se termina la torre
(abandona la casa de los vientos) y la oscilante escena,
la pelota de pie que depende del sol
(tu verano se esfuma) con la piel de cemento
y el final de la acción.
Todos, hombres, mis hombres dementes, el viento insalubre
contagia la tos del silbador, el tiempo en acecho
prepara una muerte de ceniza; el amor con sus tretas,
es el hambre gozoso del Cadáver, mientras vosotros alcanzáis
el mundo a prueba de besos.
Dylan Thomas
Cuando el tiempo te alcance, como una tumba veloz,
cuando tu calma y tu ternura sean una guadaña de cabellos
cuando el amor en su atavío se demore por la casa,
al subir por desnudas escaleras, paloma en coche fúnebre,
remolcada hacia el techo.
Cuando llegue el momento, como un sastre de acechantes tijeras,
entregadme que, tímido en mi tribu,
me hallo más desnudo de amor que la trampa del Cadáver
despojado de la lengua del zorro, su metro calibrado a medida del hueso,
entregadme, maestros míos, cerebro y corazón,
el corazón de la vela del Cadáver se funde
cuando la sangre con manos como pala y el tiempo de la lógica
hacen surgir los niños a golpes de pulgar
de la doncella y el cerebro.
Porque con rostro endomingado y plumeros en el guante,
casto y cazador, hombre con vista de fusil,
yo, a quien la capa del tiempo o el abrigo del hielo
tal vez no logren apresar con un círculo virgen
en la tumba precisa,
ando con fuerza propia por la comarca del Cadáver
mis maestros machacadores del cerebro teclean en la piedra
la desesperación de la sangre, la fe en el barro de la doncella,
la alarma entre castrados y la mancha de ácido
en la horquilla y el rostro.
El tiempo es una tonta fantasía, tiempo y tonto.
No, no, tú calavera amante, el martillo descendente
desciende, oh mis maestros, sobre la honra traspasada.
Tú, calavera héroe, el Cadáver guardado
ordena que el bastón se quiebre.
El gozo no es una nación que llama, señor y señora,
ni la fusión del cáncer, ni la pluma del verano
encendida en el árbol abrazado, ni la cruz de la fiebre,
ni el alquitrán de la ciudad, ni el túnel horadado para nutrir al hombre
a través del asfalto.
Apago las velas en tu torre del techo
el goce es el llamado del polvo, la bala del Cadáver
del retoño de Adán tras su envoltura,
el amor es una patria con luces de crepúsculo y el cráneo del estado
señor, es tu propia condena.
Todo termina, se termina la torre
(abandona la casa de los vientos) y la oscilante escena,
la pelota de pie que depende del sol
(tu verano se esfuma) con la piel de cemento
y el final de la acción.
Todos, hombres, mis hombres dementes, el viento insalubre
contagia la tos del silbador, el tiempo en acecho
prepara una muerte de ceniza; el amor con sus tretas,
es el hambre gozoso del Cadáver, mientras vosotros alcanzáis
el mundo a prueba de besos.
Dylan Thomas
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