EL GATO SABIO
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EL GATO SABIO
Afuera del viejo y roído edificio pasaba una de las más importantes avenidas de la ciudad. Como la estación del metro quedaba justo en la esquina, el ir y venir del tráfico y transeúntes era cosa común. La vecina que habitaba el departamento de la planta baja y administraba el edifico, poseía un gato pardo que tenia por mas grande disfrute sentarse sobre la cornisa de la ventana a contemplar la vida. Todos los días el gato miraba pasar a la gente, los autos, las aves, y a los vendedores de maní con sus escandalosos carritos. Igual, parecía vigilar la entrada y la salida de las personas al edificio, algunos vecinos que bien sabían de su rutina, al mirarlo en su lugar habitual lo saludaban con un gracioso “Hola Margarito”.
Ernesto y Andrea eran una joven pareja de recién casados que vivian en el tercer piso. Como sucede frecuentemente con las parejas de enamorados, a ella le gustaba enojarse por pequeñeces; entonces le montaba al pobre y paciente Ernesto un berrinche, ella azotaba la puerta y salía a la calle esperando que el compungido muchacho saliera corriendo tras ella para pedirle perdón.
Una tarde después de comer, Andrea hizo uno más de sus acostumbrados berrinches de niña mimada. Azotó la puerta como gobernaba su costumbre y salió a la calle dando pasos grandes y agitados. El confundido y desorientado Ernesto salía esta vez unos segundos mas tarde que su amada, con lo que no alcanzo a ver si su encaprichada esposa había doblado a la izquierda o a la derecha.
Ernesto se sacudió nerviosamente el cabello con las manos y miró desesperado en ambas direcciones. Como unos minutos antes había caído una copiosa lluvia de mayo, la calle estaba bastante solitaria ¿hacia donde correr? Pensaba Ernesto.
Entonces levantando la mirada se encontró con la del gato, que pestañeando perezosamente se reacomodaba en su lugar.
- Eh, Margarito ¿tú no habrás visto por donde se fue?
- Ya que no tienes dignidad, se fue por allá.
Señaló el gato con la pata derecha.
Lilymeth Mena.
Ernesto y Andrea eran una joven pareja de recién casados que vivian en el tercer piso. Como sucede frecuentemente con las parejas de enamorados, a ella le gustaba enojarse por pequeñeces; entonces le montaba al pobre y paciente Ernesto un berrinche, ella azotaba la puerta y salía a la calle esperando que el compungido muchacho saliera corriendo tras ella para pedirle perdón.
Una tarde después de comer, Andrea hizo uno más de sus acostumbrados berrinches de niña mimada. Azotó la puerta como gobernaba su costumbre y salió a la calle dando pasos grandes y agitados. El confundido y desorientado Ernesto salía esta vez unos segundos mas tarde que su amada, con lo que no alcanzo a ver si su encaprichada esposa había doblado a la izquierda o a la derecha.
Ernesto se sacudió nerviosamente el cabello con las manos y miró desesperado en ambas direcciones. Como unos minutos antes había caído una copiosa lluvia de mayo, la calle estaba bastante solitaria ¿hacia donde correr? Pensaba Ernesto.
Entonces levantando la mirada se encontró con la del gato, que pestañeando perezosamente se reacomodaba en su lugar.
- Eh, Margarito ¿tú no habrás visto por donde se fue?
- Ya que no tienes dignidad, se fue por allá.
Señaló el gato con la pata derecha.
Lilymeth Mena.
Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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Galius- Moderador General
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