AUSENCIA
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AUSENCIA
Cada mañana, Susana se prepara un plato de fruta , una taza de granola con cereal y café descafeinado. Federico desayuna todos los días, una pieza de pan tostado con un poco de mantequilla de maní y un vaso de leche fresca. Mientras se lavaba los dientes, Federico piensa que tal vez éste será el día afortunado; quizá en el sexto piso del elevador, en la sala de fotocopiado, o en el metro, conocerá a la mujer de su vida. Cuando parece que Susana se mira en el espejo cepillando su larga cabellera, en realidad se pierde en esa mirada que ve detrás de todas las cosas, imaginando si en la junta de la tarde conocerá a alguien interesante.
En el metro, Federico cede siempre su asiento a cualquier mujer que suba al vagón después que él, le gusta escudriñar los rostros de los pasajeros con la tierna esperanza de encontrar en alguna furtiva mirada un atisbo de dulzura.
Susana se contonea sobre sus tacones altos rumbo a la puerta giratoria del alto edificio de oficinas, con el inmortal deseo de coincidir con un chico lindo que le permita entrar primero.
A sus treinta y cinco años, Susana siente que su reloj biológico la apresura en una carrera con interminables curvas sinuosas. Federico hace lo posible por esquivar el deseo de comprar la enorme camioneta para su inexistente familia.
Ella quiere a alguien que la cuide. Él sueña con cuidar de alguien.
Tienen tanto amor que dar, tantas películas favoritas que compartir, lugares mágicos que visitar, libros con orillas dobladas hacia adentro para reflexionar sobre alguna frase en especial, ambos sueñan con atardeceres anaranjados.
Ya en la tarde, Susana detiene el auto en la luz roja del semáforo, Federico pasa justo en frente.
Él solo mira un limpia parabrisas que sube y baja lentamente, ella solo mira el impermeable empapado de un chico que baja las escaleras del metro.
Lilymeth Mena
En el metro, Federico cede siempre su asiento a cualquier mujer que suba al vagón después que él, le gusta escudriñar los rostros de los pasajeros con la tierna esperanza de encontrar en alguna furtiva mirada un atisbo de dulzura.
Susana se contonea sobre sus tacones altos rumbo a la puerta giratoria del alto edificio de oficinas, con el inmortal deseo de coincidir con un chico lindo que le permita entrar primero.
A sus treinta y cinco años, Susana siente que su reloj biológico la apresura en una carrera con interminables curvas sinuosas. Federico hace lo posible por esquivar el deseo de comprar la enorme camioneta para su inexistente familia.
Ella quiere a alguien que la cuide. Él sueña con cuidar de alguien.
Tienen tanto amor que dar, tantas películas favoritas que compartir, lugares mágicos que visitar, libros con orillas dobladas hacia adentro para reflexionar sobre alguna frase en especial, ambos sueñan con atardeceres anaranjados.
Ya en la tarde, Susana detiene el auto en la luz roja del semáforo, Federico pasa justo en frente.
Él solo mira un limpia parabrisas que sube y baja lentamente, ella solo mira el impermeable empapado de un chico que baja las escaleras del metro.
Lilymeth Mena
Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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Galius- Moderador General
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