DEL CRETÁCICO
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DEL CRETÁCICO
Del cretácico…
La hierba crecida del patio de recreos del colegio brillaba bajo los rayos tibios del sol de medio día, los chicos jugaban con una cuerda larga sujetada a ambos extremos por los dos niños mas altos de la clase, ordenadamente el resto de los alumnos de sexto grado estaban en una fila larga para ir saltando cada uno a su turno, cada vez que uno brincaba los demás cantaban a coro, chicos y chicas se divertían aquella mañana, en la cancha había dos grupos mas pequeños echandose una cascarita*, y en las jardineras del fondo unas cuantas niñas cortaban flores para ponérselas en el cabello mientras cantaban las canciones de las bandas pop del momento.
El por su parte es un chico que ya todos conocen bien, algo retraído, muy estudioso para sus trece años, con verdadera facilidad de palabra para explicar por que la tangente de la incógnita es proporcional a la diferencia de la suma de los ángulos cuando el profesor pregunta en la clase de aritmética pero incapaz de declamar un poema para toda la escuela el día de las madres, tiene amigos en su grupo pero a la hora del juego no se siente muy aventajado físicamente y algunas veces prefiere leer un libro, ese día de marzo el sol era un poco mas caliente y decidió para leer mas a gusto, buscar una buena sombra que lo cubriera.
Decidió sentarse en la jardinera junto a los columpios que estaban en reconstrucción, había por ahí algunos costales de yeso y de cemento, razón por la cual nadie jugaba por ahí ahora, le pareció el mejor lugar para leer, lejos de las risas para poder concentrarse en la cantidad de dientes que tenían los tiranosaurios y el largo del cuello de un dromiceiomimus.
Justo buscaba la pagina del libro donde se había quedado cuando la vio venir, piernas largas como la caña de pescar del abuelo, trenzas cortas de un color dorado bajo el sol que se parecía bastante al de mamá, aretes de bolita en ese par de lindas orejitas, zapatitos de charol con listones al frente, calcetas blancas hasta las rodillas, rodillas huesudas…pero perfectas. Por que para el no había una contextura ósea mas perfecta en el universo que la de ella y eso, sin haberlo sacado de ningún libro de terópodos.
Fingiendo no verla se sienta sin mirar donde deja caer las nalgas y abriendo el libro en cualquier pagina finge que lee, claro que finge por que cuando ella se le acerca o lo toca sin querer se siente débil, como si ella le quitara tan solo con verlo todas sus fuerzas y la voz, cuando ella está cerca el solo puede sentirse como enfermo.
Ella caminando de manera coqueta se acerca lentamente, tomando su falda de cuadritos por los costados lo saluda con esa dulce voz que siempre le ha parecido la de un ángel, el no le responde y hunde mas la mirada en la ilustración de acuarelas de un dinosaurio devorando a otro con las mandíbulas escurriéndole sangre, pero no deja tampoco de mirar sus lindas piernas flacas por debajo de los lentes.
Ella se le acerca y repite su nombre, despacito y tan cerca de su cara que esta vez los lentes se le empañan, el siente como una especie de escalofrío lo recorre de arriba abajo pero continua sin responder.
Como ella no ve respuesta alguna insiste, esta vez va mas allá y no se conforma con acércale tan solo la boca, ahora le pega todo el cuerpo, tanto, que su sexo queda sobre la rodilla de el que de inmediato al sentir lo suave y calido de aquello se encoge un poco y se aferra a las pastas duras del ejemplar que sostiene con ambas manos, una delgada gota de sudor se le resbala por la frente. Ella se le sube a las piernas y lo abraza “Por que nunca me respondes?” le dice mientras le huele la oreja derecha y el su trenza izquierda, “Por que no me quieres? Que, no te gusto?” le dice con un tono tan suave que apenas logra escucharla, el cierra los ojos y hace la cara a un lado sin decir absolutamente nada.
Ella pone carita de contrariedad, deja caer ambos brazos y con una lagrimita en cada ojo se va corriendo sin volver la mirada.
El suelta un suspiro tristísimo en el que se le va todo el corazón mientras mira como se aleja el objeto de todo su amor, como se menean aquel par de trencitas doradas y esa faldita a cuadros, esas calcetitas blancas, el par de rodillas huesudas…pero perfectas y los zapatitos de charol con listoncitos enfrente, cuando por fin se la ha perdido de vista se levanta, se lleva una mano a la nalga y se soba, se duele de la nalga por haber estado sentado sobre una enorme piedra picuda del cascajo del suelo de los columpios que entre la sorpresa y el dolor no le ha permitido decir una sola palabra, esta triste, suspira y se soba la nalga.
*En Mèxico se le llama "echarse una cascarita" a un partido
corto de soccer.
Lilymeth Mena.
La hierba crecida del patio de recreos del colegio brillaba bajo los rayos tibios del sol de medio día, los chicos jugaban con una cuerda larga sujetada a ambos extremos por los dos niños mas altos de la clase, ordenadamente el resto de los alumnos de sexto grado estaban en una fila larga para ir saltando cada uno a su turno, cada vez que uno brincaba los demás cantaban a coro, chicos y chicas se divertían aquella mañana, en la cancha había dos grupos mas pequeños echandose una cascarita*, y en las jardineras del fondo unas cuantas niñas cortaban flores para ponérselas en el cabello mientras cantaban las canciones de las bandas pop del momento.
El por su parte es un chico que ya todos conocen bien, algo retraído, muy estudioso para sus trece años, con verdadera facilidad de palabra para explicar por que la tangente de la incógnita es proporcional a la diferencia de la suma de los ángulos cuando el profesor pregunta en la clase de aritmética pero incapaz de declamar un poema para toda la escuela el día de las madres, tiene amigos en su grupo pero a la hora del juego no se siente muy aventajado físicamente y algunas veces prefiere leer un libro, ese día de marzo el sol era un poco mas caliente y decidió para leer mas a gusto, buscar una buena sombra que lo cubriera.
Decidió sentarse en la jardinera junto a los columpios que estaban en reconstrucción, había por ahí algunos costales de yeso y de cemento, razón por la cual nadie jugaba por ahí ahora, le pareció el mejor lugar para leer, lejos de las risas para poder concentrarse en la cantidad de dientes que tenían los tiranosaurios y el largo del cuello de un dromiceiomimus.
Justo buscaba la pagina del libro donde se había quedado cuando la vio venir, piernas largas como la caña de pescar del abuelo, trenzas cortas de un color dorado bajo el sol que se parecía bastante al de mamá, aretes de bolita en ese par de lindas orejitas, zapatitos de charol con listones al frente, calcetas blancas hasta las rodillas, rodillas huesudas…pero perfectas. Por que para el no había una contextura ósea mas perfecta en el universo que la de ella y eso, sin haberlo sacado de ningún libro de terópodos.
Fingiendo no verla se sienta sin mirar donde deja caer las nalgas y abriendo el libro en cualquier pagina finge que lee, claro que finge por que cuando ella se le acerca o lo toca sin querer se siente débil, como si ella le quitara tan solo con verlo todas sus fuerzas y la voz, cuando ella está cerca el solo puede sentirse como enfermo.
Ella caminando de manera coqueta se acerca lentamente, tomando su falda de cuadritos por los costados lo saluda con esa dulce voz que siempre le ha parecido la de un ángel, el no le responde y hunde mas la mirada en la ilustración de acuarelas de un dinosaurio devorando a otro con las mandíbulas escurriéndole sangre, pero no deja tampoco de mirar sus lindas piernas flacas por debajo de los lentes.
Ella se le acerca y repite su nombre, despacito y tan cerca de su cara que esta vez los lentes se le empañan, el siente como una especie de escalofrío lo recorre de arriba abajo pero continua sin responder.
Como ella no ve respuesta alguna insiste, esta vez va mas allá y no se conforma con acércale tan solo la boca, ahora le pega todo el cuerpo, tanto, que su sexo queda sobre la rodilla de el que de inmediato al sentir lo suave y calido de aquello se encoge un poco y se aferra a las pastas duras del ejemplar que sostiene con ambas manos, una delgada gota de sudor se le resbala por la frente. Ella se le sube a las piernas y lo abraza “Por que nunca me respondes?” le dice mientras le huele la oreja derecha y el su trenza izquierda, “Por que no me quieres? Que, no te gusto?” le dice con un tono tan suave que apenas logra escucharla, el cierra los ojos y hace la cara a un lado sin decir absolutamente nada.
Ella pone carita de contrariedad, deja caer ambos brazos y con una lagrimita en cada ojo se va corriendo sin volver la mirada.
El suelta un suspiro tristísimo en el que se le va todo el corazón mientras mira como se aleja el objeto de todo su amor, como se menean aquel par de trencitas doradas y esa faldita a cuadros, esas calcetitas blancas, el par de rodillas huesudas…pero perfectas y los zapatitos de charol con listoncitos enfrente, cuando por fin se la ha perdido de vista se levanta, se lleva una mano a la nalga y se soba, se duele de la nalga por haber estado sentado sobre una enorme piedra picuda del cascajo del suelo de los columpios que entre la sorpresa y el dolor no le ha permitido decir una sola palabra, esta triste, suspira y se soba la nalga.
*En Mèxico se le llama "echarse una cascarita" a un partido
corto de soccer.
Lilymeth Mena.
Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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Roana Varela- Moderadora
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