TRAVIESO
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TRAVIESO
Travieso...
Hoy me levanté del lado izquierdo de la cama, toda la mañana me he sentido vacío, como si hubiese perdido algo muy importante que me ha dejado un hueco en el pecho, algo tan importante que…ya ni se lo que es.
Estuve dando vueltas en el escritorio intentando concentrarme en el trabajo pero no he podido, mi imaginación anda divagante, hoy no podría escribir siquiera una mala canción, apagué el ordenador y me tire en el sillón a pensar. Mientras navegaba en las arrugas del yeso sobre la pared, recordé un tema que nos impartieron en uno de esos cursos que tome de manera obligada, a fin de completar los puntos para aprobar mi último semestre.
De alguna manera me pareció que podría resultar, podría no ser una idea tan descabellada. Fui a la papelería, compré un pliego de cartulina blanca y me fui en metro hasta el centro.
Ya en la enorme plancha del Zócalo, saque mi cartulina, escribí con un marcador negro en grandes letras lo que había pensado según mi plan, y comencé a mostrársela a toda la gente que pasaba junto a mi, a algunos les daba risa, otros se me quedaban mirando como para ver que reacciones suscitaba mi anuncio entre los demás, los mas buenos, se me acercaban sin dudar para apretarme entre sus brazos. Una señora americana, saco su cámara y me tomo varias fotografías, cuando terminó, también me abrazo y me guiño un ojo, como si compartiéramos un secreto.
Hace rato volví a casa, como me sorprendió la noche en el camino he comprado un litro de leche y pan dulce para cenar, definitivamente me siento mucho mejor que en la mañana, contento, reanimado, traigo muchas ganas de hacer las cosas y de desvelarme escribiendo. Después de cenar he limpiado y recogido la mesa, no puedo dejar de sentir una culpa chiquita cuando miro de reojo mi letrero sobre la mesa doblado por la mitad, supongo que la gente pensaba que yo le hacia un regalo.
Cuando en realidad la caridad me la han hecho ellos a mí.
“Hijo, que onda con este letrero?” Dice mi papá con cara de extrañeza, mientras me muestra la cartulina blanca que dice “Se regalan abrazos”.
Lilymeth Mena.
Hoy me levanté del lado izquierdo de la cama, toda la mañana me he sentido vacío, como si hubiese perdido algo muy importante que me ha dejado un hueco en el pecho, algo tan importante que…ya ni se lo que es.
Estuve dando vueltas en el escritorio intentando concentrarme en el trabajo pero no he podido, mi imaginación anda divagante, hoy no podría escribir siquiera una mala canción, apagué el ordenador y me tire en el sillón a pensar. Mientras navegaba en las arrugas del yeso sobre la pared, recordé un tema que nos impartieron en uno de esos cursos que tome de manera obligada, a fin de completar los puntos para aprobar mi último semestre.
De alguna manera me pareció que podría resultar, podría no ser una idea tan descabellada. Fui a la papelería, compré un pliego de cartulina blanca y me fui en metro hasta el centro.
Ya en la enorme plancha del Zócalo, saque mi cartulina, escribí con un marcador negro en grandes letras lo que había pensado según mi plan, y comencé a mostrársela a toda la gente que pasaba junto a mi, a algunos les daba risa, otros se me quedaban mirando como para ver que reacciones suscitaba mi anuncio entre los demás, los mas buenos, se me acercaban sin dudar para apretarme entre sus brazos. Una señora americana, saco su cámara y me tomo varias fotografías, cuando terminó, también me abrazo y me guiño un ojo, como si compartiéramos un secreto.
Hace rato volví a casa, como me sorprendió la noche en el camino he comprado un litro de leche y pan dulce para cenar, definitivamente me siento mucho mejor que en la mañana, contento, reanimado, traigo muchas ganas de hacer las cosas y de desvelarme escribiendo. Después de cenar he limpiado y recogido la mesa, no puedo dejar de sentir una culpa chiquita cuando miro de reojo mi letrero sobre la mesa doblado por la mitad, supongo que la gente pensaba que yo le hacia un regalo.
Cuando en realidad la caridad me la han hecho ellos a mí.
“Hijo, que onda con este letrero?” Dice mi papá con cara de extrañeza, mientras me muestra la cartulina blanca que dice “Se regalan abrazos”.
Lilymeth Mena.
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