Cadenas...
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Las sirenas ensordecedoras, seguían sonando desde las patrullas que ya merodeaban por todo el barrio, los gatos que se aferraban a los botes de basura buscando algún alimento, salieron volando al escuchar aquel chillido y mirar las luces de colores sobre los muros en aquella oscuridad, una que otra tapa de aluminio salió volando también. Algunos vecinos, abrieron las ventanas para asomarse, para poder enterarse del chisme. Por que tanto ruido? Que chingaos andan buscando estos, a estas horas?.
Una camioneta mediana se detuvo en la acera sobre la avenida, varios policías con chaleco y armas largas, salieron del vehiculo para dispersarse entre los autos estacionados, como cazadores, agazapados, casi de cuclillas, hacia los callejones y callejuelas. Se podía escuchar sus pasos, aunque ellos creyeran que no.
Detrás de la barda de madera, la que separa la escuela y el patio de la iglesia, se escucha una voz muy queda, un hombre está tirado en el suelo, con la respiración y el pecho agitados, quiebra una botella de vidrio contra el suelo, sujeta un trozo que le sangra la mano y llevándoselo al cuello, lo hunde lo mas hondamente posible, todavía alcanza a susurrar, con una sonrisa en los labios “No volveré…no volveré”.
Lilymeth Mena.
Las sirenas ensordecedoras, seguían sonando desde las patrullas que ya merodeaban por todo el barrio, los gatos que se aferraban a los botes de basura buscando algún alimento, salieron volando al escuchar aquel chillido y mirar las luces de colores sobre los muros en aquella oscuridad, una que otra tapa de aluminio salió volando también. Algunos vecinos, abrieron las ventanas para asomarse, para poder enterarse del chisme. Por que tanto ruido? Que chingaos andan buscando estos, a estas horas?.
Una camioneta mediana se detuvo en la acera sobre la avenida, varios policías con chaleco y armas largas, salieron del vehiculo para dispersarse entre los autos estacionados, como cazadores, agazapados, casi de cuclillas, hacia los callejones y callejuelas. Se podía escuchar sus pasos, aunque ellos creyeran que no.
Detrás de la barda de madera, la que separa la escuela y el patio de la iglesia, se escucha una voz muy queda, un hombre está tirado en el suelo, con la respiración y el pecho agitados, quiebra una botella de vidrio contra el suelo, sujeta un trozo que le sangra la mano y llevándoselo al cuello, lo hunde lo mas hondamente posible, todavía alcanza a susurrar, con una sonrisa en los labios “No volveré…no volveré”.
Lilymeth Mena.
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