UN TACO
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UN TACO
Un taco...
El papel de colores cuelga por todas partes, adornando la entrada de las calles y el paso a la catedral; cuando el viento lo mueve suena como cuando mamá esta intentando prender el brasero, o como cuando papá estruja las pacas de follaje para los caballos, también se parece a cuando corro por la plaza y las palomas se echan a volar todas juntas. Hay gente contenta por todas partes, los rebozos de las señoras me rozan la cara cuando paso cerca de ellas, mamá me jala para que camine pronto como ella, pero mis huaraches están algo flojos y siento que se me salen, a veces piso huarache, otras, piso calle pero no me duele, nomás siento en las piedras o la tierra el calor de las seis de la tarde. Papá nos esta esperando en el mercado, escuché como mamá le contaba a la comadre Chona que hoy vienen los padrinos y la familia del novio de mi hermana María a pedir su mano, que por que se quieren casar. Antes de llegar al mercado mamá me lleva a comprar flores, compramos dos atos bien pesados, mamá me pone uno sobre la espalda que es más grande que yo y me lo ata en la cintura y en la frente con cinchos de mecate. Tengo que echarme para adelante para que no me gane, creo que pesa más que yo.
Tenemos que caminar algunas cuadras para llegar a donde esta papá, seguro ya esta desesperado por que no llegamos y ya hace hambre. A lo lejos lo miro ya sentado limpiándose el sudor con su paliacate, en uno de esos tragaderos al aire libre con bancas largas de madera para sentarse y un anafre prendido todo el tiempo para ir echando la carne a asar. Sus largas trenzas negras se mecen de un lado a otro formando movimientos oscilatorios cada que ella con todo el cuerpo y con ambas manos menea aquel caserolon de guisado, el mole burbujea alegremente soltando aquel vapor oloroso, dulce y picante que flota hasta mi nariz, mis ojos siguen con la misma ansiedad que mis tripas las burbujas que brotan desde el fondo y que revientan a cada movimiento de la mujer, las piezas de pollo bien cocidas salen a la superficie entre cucharadas, como nadadores sumergidos en un liquido tan espeso que hay que luchar para salir a tomar aire y respirar un poco. A un ladito, el enorme comal caliente espera que se echen sobre el las tortillas una por una sobre su redondo estomago, como graciosas bailarinas que hacen para el publico su entrada triunfal, las manos ágiles y rápidas de las tortilleras amasan al mismo tiempo que voltean las tortillas ya infladas en la plancha ardiente, cada tortilla al desinflarse suelta ese suspiro contenido como una ultima respiración antes del acto final.
En la mesa, se pican sobre una tabla de madera los nopales, el jitomate, la cebolla, el cilantro, el aguacate, para ir a parar todos juntos en una enorme vasija de barro decorada con flores, un poco de jugo de limón y cerveza, chiles de árbol, una pizca de sal triturada por unos dedos morenos, redondos, ante aquel espectáculo el hambre no puede hacer otra cosa que seguirse hinchando dentro del hueco de mi estomago “!Estate quieto¡” me dice papá, para que deje de columpiar los pies con ansiedad por debajo de la mesa, en lo que enrolla una tortilla con carne sobre la mano para darme un taco.
Lilymeth Mena.
El papel de colores cuelga por todas partes, adornando la entrada de las calles y el paso a la catedral; cuando el viento lo mueve suena como cuando mamá esta intentando prender el brasero, o como cuando papá estruja las pacas de follaje para los caballos, también se parece a cuando corro por la plaza y las palomas se echan a volar todas juntas. Hay gente contenta por todas partes, los rebozos de las señoras me rozan la cara cuando paso cerca de ellas, mamá me jala para que camine pronto como ella, pero mis huaraches están algo flojos y siento que se me salen, a veces piso huarache, otras, piso calle pero no me duele, nomás siento en las piedras o la tierra el calor de las seis de la tarde. Papá nos esta esperando en el mercado, escuché como mamá le contaba a la comadre Chona que hoy vienen los padrinos y la familia del novio de mi hermana María a pedir su mano, que por que se quieren casar. Antes de llegar al mercado mamá me lleva a comprar flores, compramos dos atos bien pesados, mamá me pone uno sobre la espalda que es más grande que yo y me lo ata en la cintura y en la frente con cinchos de mecate. Tengo que echarme para adelante para que no me gane, creo que pesa más que yo.
Tenemos que caminar algunas cuadras para llegar a donde esta papá, seguro ya esta desesperado por que no llegamos y ya hace hambre. A lo lejos lo miro ya sentado limpiándose el sudor con su paliacate, en uno de esos tragaderos al aire libre con bancas largas de madera para sentarse y un anafre prendido todo el tiempo para ir echando la carne a asar. Sus largas trenzas negras se mecen de un lado a otro formando movimientos oscilatorios cada que ella con todo el cuerpo y con ambas manos menea aquel caserolon de guisado, el mole burbujea alegremente soltando aquel vapor oloroso, dulce y picante que flota hasta mi nariz, mis ojos siguen con la misma ansiedad que mis tripas las burbujas que brotan desde el fondo y que revientan a cada movimiento de la mujer, las piezas de pollo bien cocidas salen a la superficie entre cucharadas, como nadadores sumergidos en un liquido tan espeso que hay que luchar para salir a tomar aire y respirar un poco. A un ladito, el enorme comal caliente espera que se echen sobre el las tortillas una por una sobre su redondo estomago, como graciosas bailarinas que hacen para el publico su entrada triunfal, las manos ágiles y rápidas de las tortilleras amasan al mismo tiempo que voltean las tortillas ya infladas en la plancha ardiente, cada tortilla al desinflarse suelta ese suspiro contenido como una ultima respiración antes del acto final.
En la mesa, se pican sobre una tabla de madera los nopales, el jitomate, la cebolla, el cilantro, el aguacate, para ir a parar todos juntos en una enorme vasija de barro decorada con flores, un poco de jugo de limón y cerveza, chiles de árbol, una pizca de sal triturada por unos dedos morenos, redondos, ante aquel espectáculo el hambre no puede hacer otra cosa que seguirse hinchando dentro del hueco de mi estomago “!Estate quieto¡” me dice papá, para que deje de columpiar los pies con ansiedad por debajo de la mesa, en lo que enrolla una tortilla con carne sobre la mano para darme un taco.
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