CRUCE DE PEATONES
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CRUCE DE PEATONES
Cruce de peatones...
Abril tenía que ser, ni mayo ni junio ni cualquier otro mes. Hoy fue una tarde de esas donde no se puede respirar por que el aire resulta harto caliente. Igual de caliente que el que se pasea dentro de los pulmones. Seguro mi sangre a estas horas es chocolate puro, atole, champurrado, o cualquier otra cosa hirviente y espesa que pueda escurrir pendiente abajo sobre una superficie inclinada. Ah que rico sería, pensé tantas veces, desentenderse del mundo y de quien lo puebla, así como hago yo ahora. No se por que le llaman la salida fácil si de fácil no tiene nada. Me costó bastante pensarlo y repensarlo para por fin estar donde estoy. Hace falta valor y coraje, sobre todo, coraje. Cosa fea será que me acusen de improvisado, si lo he planeado todo minuciosamente. El sitio, la hora, el día, la ropa; incluso mandé a mi perro al peluquero, de otro modo habría sido una embarradera y patitas rojas por todos lados. Antes de cerrar los ojos, siento un placer gozoso al mirar escurrir por el suelo de la casa inclinada mi chorro hasta la puerta. Sonrío mientras me pierdo en el pensamiento de que en un momento cruzará la calle y se perderá entre los zapatos de la gente. Quizá llegue hasta la estación de tren y también se vaya lejos, antes de que lo encuentren.
Lilymeth Mena.
Abril tenía que ser, ni mayo ni junio ni cualquier otro mes. Hoy fue una tarde de esas donde no se puede respirar por que el aire resulta harto caliente. Igual de caliente que el que se pasea dentro de los pulmones. Seguro mi sangre a estas horas es chocolate puro, atole, champurrado, o cualquier otra cosa hirviente y espesa que pueda escurrir pendiente abajo sobre una superficie inclinada. Ah que rico sería, pensé tantas veces, desentenderse del mundo y de quien lo puebla, así como hago yo ahora. No se por que le llaman la salida fácil si de fácil no tiene nada. Me costó bastante pensarlo y repensarlo para por fin estar donde estoy. Hace falta valor y coraje, sobre todo, coraje. Cosa fea será que me acusen de improvisado, si lo he planeado todo minuciosamente. El sitio, la hora, el día, la ropa; incluso mandé a mi perro al peluquero, de otro modo habría sido una embarradera y patitas rojas por todos lados. Antes de cerrar los ojos, siento un placer gozoso al mirar escurrir por el suelo de la casa inclinada mi chorro hasta la puerta. Sonrío mientras me pierdo en el pensamiento de que en un momento cruzará la calle y se perderá entre los zapatos de la gente. Quizá llegue hasta la estación de tren y también se vaya lejos, antes de que lo encuentren.
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