BARROCO
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BARROCO
Los silencios de adentro eran tan fuertes como los ruidos de afuera. Sobre la cabecera del lecho, una hilera de cojines y almohadas eran los guardianes de su único sueño. El terciopelo rojo que reinaba en la habitación, envolvía los muebles y las paredes como una sombra. De vez en cuando se escuchaba el chillido de un murciélago, que revoloteaba muy cerca de los muros.
Los sirvientes apagaban todas las luces de vela para retirarse a descansar. Poco a poco los pasos sordos sobre la alfombra de los corredores, cesaron.
En el escritorio quedaba un tintero vacío, una carta a medias y la cera derretida en la porcelana hasta el final del pabilo.
La hermosa joven dormía profundamente sobre una cama muy al estilo de un tal Luis. Con los rizos ligeramente escurridos en la seda y un seno descubierto. La cortina de tul se movía un poco, cada vez que el viento quería echar un vistazo hacia dentro.
Su cuerpo agotado hacia del sueño reparador un placer culposo, pues cada vez se hundía mas insalvablemente en un mundo que no podía separar de la realidad. Entre la locura y el éxtasis. Tal vez por eso no escuchó cuando se abrió la puerta, las bisagras no rechinaron esta noche, no sintió venir los pasos quedos del intruso, ni su mano sobre el pecho desnudo, no le supo a nada el aliento extraño sobre los labios.
Pero, supongo que a cualquiera podría sucederle. No percatarse ni tantito, cuando entran a morderle a uno el cuello.
Lilymeth Mena.
Los sirvientes apagaban todas las luces de vela para retirarse a descansar. Poco a poco los pasos sordos sobre la alfombra de los corredores, cesaron.
En el escritorio quedaba un tintero vacío, una carta a medias y la cera derretida en la porcelana hasta el final del pabilo.
La hermosa joven dormía profundamente sobre una cama muy al estilo de un tal Luis. Con los rizos ligeramente escurridos en la seda y un seno descubierto. La cortina de tul se movía un poco, cada vez que el viento quería echar un vistazo hacia dentro.
Su cuerpo agotado hacia del sueño reparador un placer culposo, pues cada vez se hundía mas insalvablemente en un mundo que no podía separar de la realidad. Entre la locura y el éxtasis. Tal vez por eso no escuchó cuando se abrió la puerta, las bisagras no rechinaron esta noche, no sintió venir los pasos quedos del intruso, ni su mano sobre el pecho desnudo, no le supo a nada el aliento extraño sobre los labios.
Pero, supongo que a cualquiera podría sucederle. No percatarse ni tantito, cuando entran a morderle a uno el cuello.
Lilymeth Mena.
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