EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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HISTORIA PSICO-LÓGICA

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Mensaje por Estrella Lun Feb 20, 2023 2:03 am

Debo de admitir que la primera vez que Joan entró a mi consultorio no me causó más que una morbosa curiosidad. Su vida estaba repleta de eventos trágicos. Maltrato. Culpabilidad. Ira. Sospechaba que el chico era a no más palabras, totalmente mórbido. Demasiado blando para enfrentarse al mundo de “aquí afuera”. Así que para su propia preservación se había construido toda esta fachada que resultaba algo repelente. Era a simple vista un chico de esos oscuros y raros. Una mezcla que mi hijo adolescente llamara mas tarde, emo-dark. Cabello a leguas mal cortado, despeinado. Perforaciones y piercings en lugares visibles y no visibles. Su ropa siempre era tan rota y parchada como él mismo. Sus mayores líos eran en lo referente a su aspecto y conducta. No era capaz de mostrar el menor respeto a las imágenes de autoridad. Había tenido episodios violentos con chicos y profesores en la escuela. En las primeras consultas su actitud era reservada, hostil, demasiado encerrado dentro de si mismo. Le obsequié entonces un cuadernillo, le expliqué lo que es la escritura libre y le pedí que la practicara. Pese a que su rostro no era nada desagradable, procuraba no mostrar ninguna emoción, no gesticulaba. Por eso me costaba tanto trabajo hacer contacto con su “Yo”. A las dos semanas me fue entregado su expediente completo. Me lo enviaba el último psicologo que lo había atendido, el mismo que pensó que era mejor que el muchacho fuera tratado por un especialista en chicos problema. O quizá, esa fue la manera más sutil que encontró para deshacerse de él.

El expediente era harto rico en detalles. Los padres de Joan eran un par de ex adictos, se casaron cuando no contaban con más de quince años, el chico nació cuando eran aun muy jóvenes como para saber lo que significaba traer una vida a este mundo. Lo que es obligar a un alma pura a degradarse lo suficiente como para decender a nuestro plano. Subrayado en rojo se leía que la madre solía llamarlo “engendro”, y que cuando estaba de mal humor, cosa que era muy frecuente, le gritaba que mejor habría sido abortarlo. Cuando cumplió ocho años, su padre le rompió una costilla, el hombre estaba mirando un partido, el niño quería preguntarle algo. De un manotazo lo tumbo en el suelo. Que puede hacer una criatura contra un hombre de noventa kilos? Joan aprendió del mal modo a ser sumiso, a obedecer cualquier capricho. Aunque eso no le aseguraba no ser golpeado.
Ahora que el muchacho tenía 17 años y era casi tan alto como el padre, el maltrato físico había menguado. Sus padres ya no pasaban de bofetones y malas palabras. Los meses pasaban y yo sentía que no lograba algún adelanto con Joan. Llegaba al consultorio y se sentaba con esa actitud de “me vale madres. El único tonto consuelo que me quedaba era que su actitud hacia mi persona era mejor que para con el anterior medico. Al menos a mi no me arrojaba cosas del escritorio, no me había atacado con su navaja de muelle, ni me había escupido en la cara, aun. Se la pasaba la hora completa ignorándome. Cada lunes debía entregarme el cuadernillo. Sobre esas hojas blancas el chico revelaba todo el odio acumulado, todo ese resentimiento. También dibujaba. Demonios, gente atacando a otra gente, cuchillos, sangre. Mucha sangre.
En la escuela tenia un pequeño grupo de chicos de la misma facha con los que salía por las tardes. Incluso tenía novia y no mostraba actitudes negativas hacia ella. Digamos que conservaba cierta integridad, sabia lo que era bueno y malo. No era un chico malvado. Era indisciplinado con déficit de atención, siempre estaba a la defensiva, era soberbio y muy rebelde. Era cuando alguien intentaba imponérsele cuando reaccionaba de forma violenta, pero no era violento solo por gusto o por querer hacer daño a los demás, era su instinto de supervivencia, eso en si, ya era algo positivo. Cuando lo notaba más tranquilo le cuestionaba sobre su cuadernillo. Recuerdo que una vez susurró “El mundo es un lugar extraño”, pero lo dijo como si yo no estuviera ahí. Cuando le pregunté sobre sus padres y lo que sentía por ellos me respondió sin mirarme. “Los odio”.
Se convirtió mi prioridad librarlo de eso que sentía, para que pudiera estar mejor consigo mismo. Al cabo de un año, digamos que ya era posible sostener una charla. Seguía sin hablarme mucho pero ya se mostraba receptivo y respondía. Decidí cambiarle la medicación. No creí necesario mantenerlo reprimido, mas bien lo quería relajado. Uno de esos días me contó sobre una beca que esperaba ansiosamente. Deseaba entrar a esa universidad y poder dejar el hogar de sus padres. Supuse que me lo contaba por que si bien no habíamos formado vínculos como para ser amigos, tampoco me detestaba como a sus médicos anteriores, no creía caerle del todo mal. Le desee sinceramente que ganara la beca. No dijo nada.
Un viernes por la noche recibí una llamada del hospital. Joan había ido a buscarme, no teníamos cita pero él insistía en verme. Se levantó en cuanto sintió que la puerta se cerraba. Sus mejillas estaban sonrosadas, no con el tono azuloso tan común en él. Sus ojos tenían un brillo muy cargado, ese tipo de luz que no puede controlarse. En sus labios había una mueca que parecía ser una sonrisa. Cuando al fin lo saludé me le quede mirando, intentaba analizar su expresión. Intentaba leerlo.
Entonces esbozó lo que seguramente era, la sonrisa más amplia a la cual se había abandonado en años. Quizá en toda su vida.
Antes que pudiéramos comenzar a charlar la enfermera entró. Me entregó un papelito en el que había escrito a mano, notablemente nerviosa. Que los padres de Joan habían muerto esa misma tarde. Con pocas palabras me había escrito que el padre alcoholizado, había estrellado el auto contra el trasero de un trailer. Cuando nos quedamos solos respiré hondamente, pensando en como debía actuar con el muchacho. No sabía a ciencia cierta que era lo que esperaba de mi. Joan me miraba fijamente, cosa extraña en él. Y esa sonrisa blanca y hermosa no se borraba de su rostro. Pensé para mis adentros que era la primera vez que lo veía tan…radiante, tan…contento?
Entonces le pregunté: -Por que sonríes, Joan? El chico se estiró, pasó los brazos sobre la cabeza para recargar la nuca en el sillón y dijo –Por que puedo.

Lilymeth Mena.
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Mensaje por Rosko Lun Oct 02, 2023 4:13 am

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Un gusto pasar por estas letras y como siempre digo, los lectores agradecidos. Gracias por  estar y estuve bastante ocupado y no pude casi cumplir con mis obligaciones en el foro, pero me es grato leerte en estos momentos. Saludos
Rosko
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