EL CINTURÓN DE HIPÓLITA
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EL CINTURÓN DE HIPÓLITA
Esta vez la idea fue de la hija de Euristeo. ¿Por qué no unir lo útil con lo agradable? —Padre, en lugar de pedirle a Heracles que traiga a Micenas otra de esas bestias horribles y peligrosas, pídele que consiga para mí el cinturón de oro de la reina de las amazonas. Las amazonas eran mujeres guerreras y cazadoras que vivían aisladas en una regiónselvática. Adoraban a Artemisa, su protectora, la diosa de la caza, y eran descendientes de Ares, el dios de la guerra.
Entre ellas no se admitían hombres. Desde jovencitas, se les amputaba el seno derecho para que no las incomodara a la hora de tirar con arco y llevar el carcaj con las flechas. Hipólita, su reina, usaba un grueso cinturón de oro puro, un regalo de Ares que simbolizaba su poder sobre las demás amazonas. Sabiendo que, una vez más, Heracles tendría que enfrentar a un peligroso ejército, Euristeo le permitió llevar voluntarios. Varios héroes y otros guerreros lo acompañaron.
En viaje por mar llegaron al país de las amazonas, dispuestos a todo. Y allí se encontraron con una gran sorpresa. La fama de Heracles era grande. Muchos pueblos le estaban agradecidos por haberlos librado de los monstruos que los acosaban. La reina Hipólita los esperaba con interés y curiosidad. En lugar de la resistencia que esperaban, los héroes griegos fueron recibidos por las amazonas con fiestas y banquetes. Heracles era fuerte, valiente, inteligente.
Hipólita era una mujer como él jamás había visto, capaz de guerrear como un hombre y seducir con su belleza femenina al mismo tiempo. Fue casi natural que surgiera entre ellos el amor. Y cuando llegó el momento en que los griegos debían volver a su patria, Hipólita se quitó por propia voluntad el cinturón de oro y se lo entregó a Heracles con un beso de despedida.
Esto era demasiado para la diosa Hera, que había contado con las amazonas para librarse finalmente de su odiado Heracles. Disfrazada de amazona, se dedicó a hacer correr la voz de que el héroe pretendía secuestrar a la reina. Y cuando los griegos estaban a punto de abordar su nave y las amazonas se reunían inquietas en la orilla, Hera tensó su arco, disparó y mató a uno de los hombres. Los griegos respondieron lanzando flechas contra las amazonas. Inmediatamente se generalizó la lucha. Heracles estaba furioso.
Esa malvada Hipólita lo había engañado con la miel de sus ojos para distraerlo y atacar a sus hombres cuando menos se lo esperaban. Tenía que matarla para detener la lucha. Y eso fue lo que hizo. Cuando una de las flechas emponzoñadas de Heracles mató a la hermosa Hipólita, las amazonas se desbandaron.
Así volvió Heracles a Micenas con el cinturón de oro y el corazón destrozado por la carcajada con la que se dio a conocer Hera. Hipólita era inocente y otra vezel héroe había sido engañado, otra vez se había cumplido su fatal destino: dañar a los que más amaba.
Ana María Shua.
Libro Dioses y Héroes de la Mitología Griega.
Entre ellas no se admitían hombres. Desde jovencitas, se les amputaba el seno derecho para que no las incomodara a la hora de tirar con arco y llevar el carcaj con las flechas. Hipólita, su reina, usaba un grueso cinturón de oro puro, un regalo de Ares que simbolizaba su poder sobre las demás amazonas. Sabiendo que, una vez más, Heracles tendría que enfrentar a un peligroso ejército, Euristeo le permitió llevar voluntarios. Varios héroes y otros guerreros lo acompañaron.
En viaje por mar llegaron al país de las amazonas, dispuestos a todo. Y allí se encontraron con una gran sorpresa. La fama de Heracles era grande. Muchos pueblos le estaban agradecidos por haberlos librado de los monstruos que los acosaban. La reina Hipólita los esperaba con interés y curiosidad. En lugar de la resistencia que esperaban, los héroes griegos fueron recibidos por las amazonas con fiestas y banquetes. Heracles era fuerte, valiente, inteligente.
Hipólita era una mujer como él jamás había visto, capaz de guerrear como un hombre y seducir con su belleza femenina al mismo tiempo. Fue casi natural que surgiera entre ellos el amor. Y cuando llegó el momento en que los griegos debían volver a su patria, Hipólita se quitó por propia voluntad el cinturón de oro y se lo entregó a Heracles con un beso de despedida.
Esto era demasiado para la diosa Hera, que había contado con las amazonas para librarse finalmente de su odiado Heracles. Disfrazada de amazona, se dedicó a hacer correr la voz de que el héroe pretendía secuestrar a la reina. Y cuando los griegos estaban a punto de abordar su nave y las amazonas se reunían inquietas en la orilla, Hera tensó su arco, disparó y mató a uno de los hombres. Los griegos respondieron lanzando flechas contra las amazonas. Inmediatamente se generalizó la lucha. Heracles estaba furioso.
Esa malvada Hipólita lo había engañado con la miel de sus ojos para distraerlo y atacar a sus hombres cuando menos se lo esperaban. Tenía que matarla para detener la lucha. Y eso fue lo que hizo. Cuando una de las flechas emponzoñadas de Heracles mató a la hermosa Hipólita, las amazonas se desbandaron.
Así volvió Heracles a Micenas con el cinturón de oro y el corazón destrozado por la carcajada con la que se dio a conocer Hera. Hipólita era inocente y otra vezel héroe había sido engañado, otra vez se había cumplido su fatal destino: dañar a los que más amaba.
Ana María Shua.
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Roque- Poeta especial
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