Los huesos del tren
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EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Grandes Poetas y Escritores Consagrados :: Antología Universal
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Los huesos del tren
Los huesos del tren
Ése es el final, soltar el cordel y dar paso a las otras vidas,
Rayar en los espejos esos soplos de felicidad, esas lenguas que
conjuran al rocío,
Esa agua que cambia, ese espejo disonante, ese bosque
Que bosteza y se marcha y abre los manglares
Con sus dotes; ese mar que desdibujamos con la tentación de las islas
Y que ya no volverá a existir, ahora que nadamos en exceso.
Ya podrás recordar ese Camino Real y ese Camino de Cruces
Cuando tomes un tren en suelo extranjero, cuando colmes las
hojas
Y haya una nostalgia de árbol trepando un sueño dentro de otro
sueño
Donde te sentirás más lejos, donde titubearás ante ese núcleo
solitario
Ante esa desbandada de los que se conceden la automiseria,
La humillación de la música.
¿A dónde fueron a parar los huesos?
¿A dónde están los cráneos de aquellos obreros que excavaron
Panamá
Y hallaron esa vez los minerales de la muerte?
¿A dónde están sus cadáveres y esqueletos conservados
Que nadie reclamó y que fueron a dar a la punta del escalpelo,
a los recuerdos deforestados de la casa
A las escuelas de medicina donde las autopsias son un recuerdo
monorrimo?
¿A dónde todo el dolor y la aventura de ese tren retórico? Yo
tomo una tibia y me voy a acurrucar en las piernas de mi madre
y en las piernas de mi madre hay ese mismo sonido, esa misma
música del hueso, ese hueso maternal y paternal de los rieles y
de los durmientes que salen a acosarme, ese llanto del guayacán
a oscuras, del tren que intermedia la noche, donde encontramos
esa estación del miedo y del trópico bisbiseante; ese jadeo de los
astros y de la ropa como letreros
ahogados: Gorgona, Gamboa y Blas Obispo,
La Línea, Ahorca Lagarto, Gatún, Bujio, Barbacoas, Matachin, y
Summit,
Donde aún perduran la majestuosidad del hueso y la prontitud
ajena del
cardumen,
¿A dónde esta el llanto de los personajes y personajas de los
pueblos perdidos?
¿A dónde este rayo de ser y el lugar que deconstruye?
Es inmediata la tarea de recolectar los huesos, esos huesos que
principian
Los demonios y los ángeles que amamos,
Esos huesos carcomidos por el amor y el sexo
Y por las sandías que roemos con furia (aproximándonos a una
temporada de marcha,
a un fuego de estación).
Mientras mordemos la sandía con José Manuel Luna y escupimos
las semillas
A Jack Oliver (que cae por el exceso de la bebida y vuelve a ser
una soga más abandonada en el puerto)
Y la historia sigue sedienta
Como esa interminable tajada de sandía
Que sigue engordando,
Como la muerte en los huesos.
Javier Alvarado
Panamá
Ése es el final, soltar el cordel y dar paso a las otras vidas,
Rayar en los espejos esos soplos de felicidad, esas lenguas que
conjuran al rocío,
Esa agua que cambia, ese espejo disonante, ese bosque
Que bosteza y se marcha y abre los manglares
Con sus dotes; ese mar que desdibujamos con la tentación de las islas
Y que ya no volverá a existir, ahora que nadamos en exceso.
Ya podrás recordar ese Camino Real y ese Camino de Cruces
Cuando tomes un tren en suelo extranjero, cuando colmes las
hojas
Y haya una nostalgia de árbol trepando un sueño dentro de otro
sueño
Donde te sentirás más lejos, donde titubearás ante ese núcleo
solitario
Ante esa desbandada de los que se conceden la automiseria,
La humillación de la música.
¿A dónde fueron a parar los huesos?
¿A dónde están los cráneos de aquellos obreros que excavaron
Panamá
Y hallaron esa vez los minerales de la muerte?
¿A dónde están sus cadáveres y esqueletos conservados
Que nadie reclamó y que fueron a dar a la punta del escalpelo,
a los recuerdos deforestados de la casa
A las escuelas de medicina donde las autopsias son un recuerdo
monorrimo?
¿A dónde todo el dolor y la aventura de ese tren retórico? Yo
tomo una tibia y me voy a acurrucar en las piernas de mi madre
y en las piernas de mi madre hay ese mismo sonido, esa misma
música del hueso, ese hueso maternal y paternal de los rieles y
de los durmientes que salen a acosarme, ese llanto del guayacán
a oscuras, del tren que intermedia la noche, donde encontramos
esa estación del miedo y del trópico bisbiseante; ese jadeo de los
astros y de la ropa como letreros
ahogados: Gorgona, Gamboa y Blas Obispo,
La Línea, Ahorca Lagarto, Gatún, Bujio, Barbacoas, Matachin, y
Summit,
Donde aún perduran la majestuosidad del hueso y la prontitud
ajena del
cardumen,
¿A dónde esta el llanto de los personajes y personajas de los
pueblos perdidos?
¿A dónde este rayo de ser y el lugar que deconstruye?
Es inmediata la tarea de recolectar los huesos, esos huesos que
principian
Los demonios y los ángeles que amamos,
Esos huesos carcomidos por el amor y el sexo
Y por las sandías que roemos con furia (aproximándonos a una
temporada de marcha,
a un fuego de estación).
Mientras mordemos la sandía con José Manuel Luna y escupimos
las semillas
A Jack Oliver (que cae por el exceso de la bebida y vuelve a ser
una soga más abandonada en el puerto)
Y la historia sigue sedienta
Como esa interminable tajada de sandía
Que sigue engordando,
Como la muerte en los huesos.
Javier Alvarado
Panamá
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Re: Los huesos del tren
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"El amor es la razón del corazón"
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