CUENTO SIN LA "U"

CUENTO SIN LA "U"

CUENTO DE NAVIDAD, TRISTE, PERO SIN LA "U" ME LLEVÓ TRABAJO.

Esta Navidad, revolviendo los desvanes, entre las evocaciones de la infancia, me volvió a la memoria la imagen de Petcket.

Existen hombres itinerantes por la vida, sin saber a donde va el camino, ni el motivo del emprendimiento del viaje.. Otros, en cambio, se interesan en dejar el paso señalado por infinidad de detalles (como testimonio de la propia fama o historia), pretendiendo con estas señales, los demás las vean y sepan de elos y nadie olvide como, con caminar glorioso, han pasado por la dicha vida.

Petcket era distinto, pertenecía a esa clase de hombres, de paso por la vida silencioso, pero encerrando dentro de sí cierto algo..., no sabría como definirlo, capaz de marcar impresiones imborrables en la memoria.

¡Es extraño!... En realidad yo apenas le conocía... Os contaré...

... Petcket, vivía en el ático. Era el viejo de larga barba gris y ojos miopes, escondidos tras los cóncavos cristales de mínimas gafas sin patilla, como las llevadas a la moda por el escritor español Francisco de... (me olvidé del primer apellido... comenzaba por "Q", el otro apellido, era Villegas). Tenía Petcket entonces setenta años y también el bastón; compañero inseparable. Sin el arcaico bastón no se le veía.

Los chicos del barrio le teníamos por loco. El carácter irritable del viejo, la melena canosa y larga, las amenazas con el retorcido bastón y el torrente de agravios e improperios, a nosotros lanzado en el idioma polaco, no nos hacía pensar otra cosa.

...Si antes del la caída de Polonia, había sido relevante personalidad del país. ...Sí había peleado fieramente por la independencia de La Patria y como represalia los soviéticos habían asesinado a toda su familia. ...Otros decían había sido almirante de la flota... Pero esto eran solo invenciones, triviales y corrientes por el barrio, y si bien lo primero parecía totalmente desatinado, -Petcket carecía por los modos, de todo viso de aristocracia - lo otro presentaba más sintamos de certeza. Tal vez entre ellos, la expresión de dolor, como constante imborrable, caracterizándole el rostro.

En cambio, todos dábamos por cierto este hecho. "Petcket, había servido varios años en los balleneros por los mares del ártico". Los boreales parajes le habían dejado la expresión fría y como de lejanía en el mirar.

He dicho antes, ...Petcket nos amenazaba con el retorcido bastón. Pero en realidad, el pecado era de nosotros; Imaginaros... hasta llegamos a ponerle cordeles, atados tensos, desde la barandilla del pasamanos a la pared, en la escalera del pobre viejo.

En el fondo era personaje pintoresco y estimado por todos. Siempre se le podía ver en los jardines, hiciera tiempo bonancible o desfavorable, aspirando con firmeza las emanaciones de la negra pipa; pero sobre todo, en la primavera. En esa estación más se le veía. Contemplaba entonces las flores y especialmente las rosas rojas... no se las extrañas evocaciones le traerían a la memoria estas flores, pero yo.., le había visto tardes enteras contemplando rosas rojas.

Todavía veo como si se tratara hoy, ese día de diciembre. Los chicos, apiñados en el portal, echamos en falta la presencia del viejo. Desde hacia varias semanas no se le veía. Más tarde, nos enteramos de la enfermedad... ¡Era el dichoso hígado!. Siempre se había resentido del hígado desde la maldita caída, el adverso resbalón mientras navegaba en el "ESTRELLA POLOTA POLAR"

Ese mismo día, no se de donde salió, pero se planteó la visita a Petcket - al otro día, sería la Navidad del Señor -. Más tarde el proyecto tomó corporeidad y como efecto, a la noche, todos en camarilla y con varios regalos, ascendíamos las chirriantes escaleras camino del ático donde moraba el viejo.

Por primera vez le vimos reír, pero os diré, todos nosotros... no habremos visto otra vez sonrisa de mas agradecimiento como la de ese hombre. Recostado en la mecedora como añoranza y remedo del mar, y abrigadas las rodillas con espesa manta, todavía conservaba en la mano derecha el libro de gordas letras de poemas y en la otra las mínimas gafas sin patilla, imprescindibles para poder leer.

Debía hacer años nadie le visitaba. Sacó el trapo para limpiar las gafas, y yo noté, como escondidamente, secó las dos brillantes lágrimas afloradas a los ojos.

Poco a poco, el hombre comenzó a hablar con nosotros y--- ¡Como de extraño y distinto se nos presentó del Petcket por nosotros conocido!. Era extraña mezcla de poeta y filósofo, soñador y viajero, pero sobre todo Petcket era, como el arca de los consejos.

El ático, no excesivamente espacioso, estaba caldeado por dos breves braseros; en las paredes colgaban bastantes láminas con barcos de diversas épocas y entre ellos, diseminadas, diversas hojas conteniendo hermosas poesías dedicadas al mar.

A través de los cristales de las claraboyas del techo se podía ver el satélite de la noche, enrollado en el mágico resplandor proyectado sobre el piso, y al mismo tiempo reflejado sobre los paramentos de la estancia, donde la pálida irradiación, se mezclaba con el temblante color rojo de los braseros.

Petcket, nos habló horas... y horas, de los viajes realizados. Estos, eran descritos por él de manera verdaderamente sorprendente, tenía el don de la narración, bajo formas tales como jamás volví a oír. ...De las tempestades entre los hielos. ...Del largo día en el Cabo Norte. ... Del exilio en Viena y los trabajos en la iglesia de Steinhof. ...De la aldea natal entre nevados abetos... Del descenso desde la colina, todos los martes al mercado, con los tempranos rayos de sol talando bajos las primeras filas de troncos de la arboleda...

Era ya bastante entrada la noche en el momento de la despedida, con la promesa de volver al otro día... y ese otro día nos enteramos de del fallecimiento de Petcket. Había expirado esa misma noche. En la Navidad del Señor, con el firmamento tachonado de astros, Petcket había dejado de brillar mientras dormía.

No sé la razón, pero esta Navidad, como tantas otras, al mirar tras la ventana como los silenciosos copos, sobre el paisaje blanco, ponen monotonía. Me viene a la mente la imagen de Petcket.

Tal vez sean la memorias de la infancia. Nítidamente grabadas... devienen de índole imborrable... .Tal vez el invierno tiene algo de Petcket, probablemente el blanco de la nieve me trae a la memoria el canoso cabello de ese hombre. O tal vez al mirar en el jardín los rosales marchitos bajo la nieve, echo de menos las hermosas rosas rojas en la primavera encendidas... cálidas... resplandecientes.

JUNTO AL ARBOL...

HA FLORECIDO PLANTADO, EL BASTON.

AL FONDO DE LA TARDE

EN LA PARALELA ALAMEDA

HAY UN CONTRALUZ DE FIGURAS

... Y SI DESLUMBRADO, NO PUEDO VERLO

EN SU PASEAR HACIA EL SOL

PUEDO PERCIBIR EL EXTREMO

DE SU LARGA SOMBRA

MIENTRAS UN DORADO RUMOR DE HOJAS

Gracias por tu aporte de Navidad poeta.
Un cuento que me ha llegado en lo más profundo, su fondo es especialmente hermoso y sensible.
Petcket representa los sentires de los solitarios y de la bondad mágica de la Navidad.
Felices fiestas en compañía de tus seres queridos estimado José Francisco.
Mi afecto.

sabra

Belloescrito, es muy lindo, letras que llegan.
Saludos cordiales.