LA PUERTA DE LA PÓLVORA-PRAGA
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LA PUERTA DE LA PÓLVORA-PRAGA
LA PUERTA DE LA PÓLVORA
Cuando solía bajar corriendo
desde la periferia a la Puerta de la pólvora
descubrí Praga.
Me metía por las callejuelas antiguas
y sentía un estremecimiento.
En las cervecerías tintineaban los vasos
y el amor arrastraba allí, por el empedrado,
sus pobres encajes.
Y yo corría hasta la Plaza vieja
y seguía hasta el río.
Por Navidad había mercado en la plaza.
Al atardecer los vendedores encendían
las llamitas de las lámparas de gas
y colocaban las naranjas de sus cestas
formando pirámides
como los artilleros colocaban las balas junto al cañón
antes de que empezara la batalla.
Y fue ese tiempo infinito
de las soledades de un muchacho.
Una vez me sonrió
una chica desconocida.
Sostenía entre los labios una rosa
ya un poco marchita,
y me susurró algo a los ojos.
Me di a la fuga
y escapé por la Puerta de la pólvora,
y al meter la llave en la cerradura de mi casa
aún me latía el corazón.
De todos modos, en mi vida, nunca he huido del amor.
¡Triste rosa!
Se marchitó sin mí.
Pero posiblemente en ese punto empezó todo.
¡Fue ella! ¡Fue la rosa!
Jaroslav Seifert
Cuando solía bajar corriendo
desde la periferia a la Puerta de la pólvora
descubrí Praga.
Me metía por las callejuelas antiguas
y sentía un estremecimiento.
En las cervecerías tintineaban los vasos
y el amor arrastraba allí, por el empedrado,
sus pobres encajes.
Y yo corría hasta la Plaza vieja
y seguía hasta el río.
Por Navidad había mercado en la plaza.
Al atardecer los vendedores encendían
las llamitas de las lámparas de gas
y colocaban las naranjas de sus cestas
formando pirámides
como los artilleros colocaban las balas junto al cañón
antes de que empezara la batalla.
Y fue ese tiempo infinito
de las soledades de un muchacho.
Una vez me sonrió
una chica desconocida.
Sostenía entre los labios una rosa
ya un poco marchita,
y me susurró algo a los ojos.
Me di a la fuga
y escapé por la Puerta de la pólvora,
y al meter la llave en la cerradura de mi casa
aún me latía el corazón.
De todos modos, en mi vida, nunca he huido del amor.
¡Triste rosa!
Se marchitó sin mí.
Pero posiblemente en ese punto empezó todo.
¡Fue ella! ¡Fue la rosa!
Jaroslav Seifert
Roque- Poeta especial
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