CARTA DE UN CORAZÓN SOLO
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CARTA DE UN CORAZÓN SOLO
CARTA DE UN CORAZÓN SOLO
Cuando empecé esta carta, una sonrisa triste asomó a mis labios, pensando que tal vez... Podría estar contigo, aunque fuera en tu recuerdo; tu recuerdo... Frío otoño, donde las hojas del alma caen marchitas... Y en silenciosa avalancha sus dolores cubren el corazón, llenando de lágrimas los ojos... Recuerdos que llegan a mi mente perfumados y tristes, como si rosas marchitas abrieran cerca de mí sus cálices de aflicción.
¿Recuerdas cuando nos conocimos? Mi soledad poblada hasta entonces de sueños indómitos, se ocupó de sueños tiernos y bellos, llenando de encantos mi aislamiento.
Era el despertar del amor, cuando las manos en las manos, nos hablábamos tiernamente, bajo los árboles frondosos, en aquellos caminos desiertos, y yo bebía las palabras que cantaban tu boca, y me sentía absorbido, como viviendo un sueño de paz y felicidad, en el enervante fluido cautivador que escapaba de ti.
Tu belleza exquisita, de una perfecta euritmia de formas, transportaba mi alma a un mundo de fantasía, mis ojos devoraban tu figura enigmática.
Ante los árboles florecidos, ante la calma de la naturaleza, cómplice de mi pasión, llena de efluvios de voluptuosidad, te di mi primer beso... Como se turbaron mis sentidos... Como sentí tu cuerpo temblar en mis brazos ardientes, después... Solo atiné a mirar el cielo de tus ojos, que fingían la coloración de un levantar de astros, y sentí tus manos sensitivas y temblorosas, estrechar las mías.
Y, así, quedaste, asombrada y herética, con tu respirar agitado, que era música, y tu hermosa desnudez, causante de todos mis anhelos.
Yo sentí el aliento del deseo alzarse en mí, y la pasión envolver con sus caricias de fuego mi cuerpo sediento de ti, y en esa sinfonía radiante de las cosas, mi corazón preludiaba la paráfrasis del frenesí irremediable, gritando a los vientos la palabra mágica: yo te amo...
A este recuerdo, una melancolía infinita cae sobre mi alma, que envuelta ha quedado entre tinieblas, como el horror de una playa, qué solitaria, ve morir el crepúsculo nocturno.
Hoy... ni siquiera espero que comprendas mi soledad, ¿para qué? ¿Cómo pelear contra mi destino, ¿cómo?... he de sucumbir sin esperanza, bajo el signo trágico que marca mi vida.
¿Por qué siempre el amor ha de ser fatal, como una maldición a mi existencia?
Perdóname esta carta... Pero quería estar contigo, aunque fuera en el recuerdo.
KIN MEJIA OSPINA
Cuando empecé esta carta, una sonrisa triste asomó a mis labios, pensando que tal vez... Podría estar contigo, aunque fuera en tu recuerdo; tu recuerdo... Frío otoño, donde las hojas del alma caen marchitas... Y en silenciosa avalancha sus dolores cubren el corazón, llenando de lágrimas los ojos... Recuerdos que llegan a mi mente perfumados y tristes, como si rosas marchitas abrieran cerca de mí sus cálices de aflicción.
¿Recuerdas cuando nos conocimos? Mi soledad poblada hasta entonces de sueños indómitos, se ocupó de sueños tiernos y bellos, llenando de encantos mi aislamiento.
Era el despertar del amor, cuando las manos en las manos, nos hablábamos tiernamente, bajo los árboles frondosos, en aquellos caminos desiertos, y yo bebía las palabras que cantaban tu boca, y me sentía absorbido, como viviendo un sueño de paz y felicidad, en el enervante fluido cautivador que escapaba de ti.
Tu belleza exquisita, de una perfecta euritmia de formas, transportaba mi alma a un mundo de fantasía, mis ojos devoraban tu figura enigmática.
Ante los árboles florecidos, ante la calma de la naturaleza, cómplice de mi pasión, llena de efluvios de voluptuosidad, te di mi primer beso... Como se turbaron mis sentidos... Como sentí tu cuerpo temblar en mis brazos ardientes, después... Solo atiné a mirar el cielo de tus ojos, que fingían la coloración de un levantar de astros, y sentí tus manos sensitivas y temblorosas, estrechar las mías.
Y, así, quedaste, asombrada y herética, con tu respirar agitado, que era música, y tu hermosa desnudez, causante de todos mis anhelos.
Yo sentí el aliento del deseo alzarse en mí, y la pasión envolver con sus caricias de fuego mi cuerpo sediento de ti, y en esa sinfonía radiante de las cosas, mi corazón preludiaba la paráfrasis del frenesí irremediable, gritando a los vientos la palabra mágica: yo te amo...
A este recuerdo, una melancolía infinita cae sobre mi alma, que envuelta ha quedado entre tinieblas, como el horror de una playa, qué solitaria, ve morir el crepúsculo nocturno.
Hoy... ni siquiera espero que comprendas mi soledad, ¿para qué? ¿Cómo pelear contra mi destino, ¿cómo?... he de sucumbir sin esperanza, bajo el signo trágico que marca mi vida.
¿Por qué siempre el amor ha de ser fatal, como una maldición a mi existencia?
Perdóname esta carta... Pero quería estar contigo, aunque fuera en el recuerdo.
KIN MEJIA OSPINA
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Armando Lopez- Moderador General
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