MANANTIAL
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EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Poesía dedicada al Universo-Ecología-Naturaleza
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MANANTIAL
MANANTIAL
La sombra se ha dormido en la pradera.
Los manantiales cantan.
Frente al ancho crepúsculo de invierno
mi corazón soñaba.
¿Quién pudiera entender los manantiales, el secreto del agua
recién nacida, ese cantar oculto
a todas las miradas
del espíritu, dulce melodía
más allá de las almas...?
Luchando bajo el peso de la sombra
un manantial cantaba.
Yo me acerqué para escuchar su canto
pero mi corazón no entiende nada.
Era un brotar de estrellas invisibles
sobre la hierba casta,
nacimiento del Verbo de la tierra
por un sexo sin mancha.
Mi chopo centenario de la vega
sus hojas meneaba
y eran las hojas trémulas de ocaso
como estrellas de plata.
El resumen de un cielo de verano
era el gran chopo.
Mansas
y turbias de penumbra yo sentía
las canciones del agua.
¿Qué alfabeto de auroras ha compuesto
sus oscuras palabras?
¿Qué labios las pronuncian? ¿Y qué dicen a la estrella lejana?
¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne la implacable brasa
del pecado. Mis mares interiores
se quedaron sin playas.
Tu faro se apagó. ¡Ya los alumbra
mi corazón de llamas!
Pero el negro secreto de la noche
y el secreto del agua
¿son misterios tan sólo para el ojo
de la conciencia humana?
¿La niebla del misterio no estremece
al árbol, al insecto y la montaña?
¿El terror de la sombra no lo sienten
las piedras y las plantas?
¿Es sonido tan sólo esta voz mía?
¿Y el casto manantial no dice nada?
Mas yo siento en el agua
algo que me estremece... como un aire
que agita los ramajes de mi alma.
¡Sé árbol!
(Dijo una voz en la distancia.)
Y hubo un torrente de luceros
sobre el cielo sin mancha.
Yo me incrusté en el chopo centenario
con tristeza y con ansia,
cual Dafne varonil que huye miedosa
de un Apolo de sombra y de nostalgia.
Mi espíritu fundióse con las hojas
y fue mi sangre savia.
En untuosa resina convirtióse
la fuente de mis lágrimas.
El corazón se fue con las raíces,
y mi pasión humana,
haciendo heridas en la ruda carne,
fugaz me abandonaba.
Frente al ancho crepúsculo de invierno
yo torcía las ramas
gozando de los ritmos ignorados
entre la brisa helada.
Sentí sobre mis brazos dulces nidos,
acariciar de alas,
y sentí mil abejas campesinas que en mis dedos zumbaban.
¡Tenía una colmena de oro vivo
en las viejas entrañas!
El paisaje y la tierra se perdieron,
sólo el cielo quedaba,
y escuché el débil ruido de los astros
y el respirar de las montañas.
¿No podrán comprender mis dulces hojas
el secreto del agua?
¿Llegarán mis raíces a los reinos
donde nace y se cuaja?
Incliné mis ramales hacia el cielo
que las ondas copiaban,
mojé las hojas en el cristalino
diamante azul que canta,
y sentí borbotar los manantiales
como de humano yo los escuchara.
Era el mismo fluir lleno de música
y de ciencia ignorada.
Al levantar mis brazos gigantescos
frente al azul, estaba
lleno de niebla espesa, de rocío
y de luz marchitada.
Tuve la gran tristeza vegetal,
el amor a las alas
para poder lanzarse con los vientos
a las estrellas blancas.
Pero mi corazón en las raíces
triste me murmuraba:
si no comprendes a los manantiales
¡muere y troncha tus ramas!
¡Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos que entiendan a las
aguas!
Dame una voz que por amor arranque
su secreto a las ondas encantadas;
para encender su faro sólo pido
aceite de palabras.
¡Sé ruiseñor!, dice una voz perdida
en la muerta distancia,
y un torrente de cálidos luceros brotó del seno que la noche guarda.
Federico García Lorca
La sombra se ha dormido en la pradera.
Los manantiales cantan.
Frente al ancho crepúsculo de invierno
mi corazón soñaba.
¿Quién pudiera entender los manantiales, el secreto del agua
recién nacida, ese cantar oculto
a todas las miradas
del espíritu, dulce melodía
más allá de las almas...?
Luchando bajo el peso de la sombra
un manantial cantaba.
Yo me acerqué para escuchar su canto
pero mi corazón no entiende nada.
Era un brotar de estrellas invisibles
sobre la hierba casta,
nacimiento del Verbo de la tierra
por un sexo sin mancha.
Mi chopo centenario de la vega
sus hojas meneaba
y eran las hojas trémulas de ocaso
como estrellas de plata.
El resumen de un cielo de verano
era el gran chopo.
Mansas
y turbias de penumbra yo sentía
las canciones del agua.
¿Qué alfabeto de auroras ha compuesto
sus oscuras palabras?
¿Qué labios las pronuncian? ¿Y qué dicen a la estrella lejana?
¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne la implacable brasa
del pecado. Mis mares interiores
se quedaron sin playas.
Tu faro se apagó. ¡Ya los alumbra
mi corazón de llamas!
Pero el negro secreto de la noche
y el secreto del agua
¿son misterios tan sólo para el ojo
de la conciencia humana?
¿La niebla del misterio no estremece
al árbol, al insecto y la montaña?
¿El terror de la sombra no lo sienten
las piedras y las plantas?
¿Es sonido tan sólo esta voz mía?
¿Y el casto manantial no dice nada?
Mas yo siento en el agua
algo que me estremece... como un aire
que agita los ramajes de mi alma.
¡Sé árbol!
(Dijo una voz en la distancia.)
Y hubo un torrente de luceros
sobre el cielo sin mancha.
Yo me incrusté en el chopo centenario
con tristeza y con ansia,
cual Dafne varonil que huye miedosa
de un Apolo de sombra y de nostalgia.
Mi espíritu fundióse con las hojas
y fue mi sangre savia.
En untuosa resina convirtióse
la fuente de mis lágrimas.
El corazón se fue con las raíces,
y mi pasión humana,
haciendo heridas en la ruda carne,
fugaz me abandonaba.
Frente al ancho crepúsculo de invierno
yo torcía las ramas
gozando de los ritmos ignorados
entre la brisa helada.
Sentí sobre mis brazos dulces nidos,
acariciar de alas,
y sentí mil abejas campesinas que en mis dedos zumbaban.
¡Tenía una colmena de oro vivo
en las viejas entrañas!
El paisaje y la tierra se perdieron,
sólo el cielo quedaba,
y escuché el débil ruido de los astros
y el respirar de las montañas.
¿No podrán comprender mis dulces hojas
el secreto del agua?
¿Llegarán mis raíces a los reinos
donde nace y se cuaja?
Incliné mis ramales hacia el cielo
que las ondas copiaban,
mojé las hojas en el cristalino
diamante azul que canta,
y sentí borbotar los manantiales
como de humano yo los escuchara.
Era el mismo fluir lleno de música
y de ciencia ignorada.
Al levantar mis brazos gigantescos
frente al azul, estaba
lleno de niebla espesa, de rocío
y de luz marchitada.
Tuve la gran tristeza vegetal,
el amor a las alas
para poder lanzarse con los vientos
a las estrellas blancas.
Pero mi corazón en las raíces
triste me murmuraba:
si no comprendes a los manantiales
¡muere y troncha tus ramas!
¡Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos que entiendan a las
aguas!
Dame una voz que por amor arranque
su secreto a las ondas encantadas;
para encender su faro sólo pido
aceite de palabras.
¡Sé ruiseñor!, dice una voz perdida
en la muerta distancia,
y un torrente de cálidos luceros brotó del seno que la noche guarda.
Federico García Lorca
Roque- Poeta especial
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Re: MANANTIAL
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Te dejo saludos y agradezco tu paso por el foro. /center]
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Juraría que toco el piano cuando escribo poesía lo curioso es... que no sé tocar el piano. Eurídice Canova
Re: MANANTIAL
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"El amor es la razón del corazón"
sabra- Admin
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