El chajá y los mensajeros
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El chajá y los mensajeros
El chajá y los mensajeros de Godofredo Daireaux
Para evitar en lo posible a los habitantes de la Pampa los perjuicios que les podría causar su venida repentina, la lluvia siempre, antes de llegar a alguna parte, se hace anunciar por el chajá, cuya voz estentórea y cuyo vuelo poderoso le permiten cumplir muy bien y ligero con su misión.
Un día que el chajá andaba en amores, pensó que, por una vez, podría, sin que lo supiera nadie, hacerse reemplazar. Llamó, pues, al cisne que volaba por los aires, y le pidió que por donde pasara tuviese la bondad de avisar a todos que ya venía la lluvia. El cisne prometió, y siguió viaje.
Para mayor seguridad, el chajá le pidió el mismo servicio a la gaviota, cuya voz gritona se oye de lejos; al flamenco, que viaja mucho; a la paloma, que viaja todavía más; y a la cigüeña, que es persona servicial y conoce a medio mundo.
Todos prometieron, y el chajá, bien tranquilo, volvió a sus amores. Pero el cisne andaba muy apurado, como siempre, y callado; y pasaba sin decir nada a nadie, y sin dar ningún aviso. La gaviota salió llena de buena voluntad; pero encontró a unos hombres que araban, y tantos gusanos se revolcaban en la tierra removida, que allí se detuvo, olvidándose completamente del encargo. El flamenco dio con una laguna tan transparente que no pudo resistir a las ganas de admirar en el agua su hermoso pelaje rosado, y tanto tiempo se quedó allí que no pudo después cumplir su promesa.
La paloma, llevada por su instinto invencible, volvió, a pesar suyo, al palomar, y allí la detuvieron, mientras que la cigüeña se quedaba pescando en cuanto cañadón encontraba a su paso; de modo que cuando la lluvia llegó, nadie había podido tomar sus medidas para evitar perjuicios.
El chajá recibió un terrible reto, casi lo destituyeron, y vio que lo mejor es hacer uno mismo sus cosas, sin contar con nadie; pues, resulta chasco todo lo que a otro se confía.
Para evitar en lo posible a los habitantes de la Pampa los perjuicios que les podría causar su venida repentina, la lluvia siempre, antes de llegar a alguna parte, se hace anunciar por el chajá, cuya voz estentórea y cuyo vuelo poderoso le permiten cumplir muy bien y ligero con su misión.
Un día que el chajá andaba en amores, pensó que, por una vez, podría, sin que lo supiera nadie, hacerse reemplazar. Llamó, pues, al cisne que volaba por los aires, y le pidió que por donde pasara tuviese la bondad de avisar a todos que ya venía la lluvia. El cisne prometió, y siguió viaje.
Para mayor seguridad, el chajá le pidió el mismo servicio a la gaviota, cuya voz gritona se oye de lejos; al flamenco, que viaja mucho; a la paloma, que viaja todavía más; y a la cigüeña, que es persona servicial y conoce a medio mundo.
Todos prometieron, y el chajá, bien tranquilo, volvió a sus amores. Pero el cisne andaba muy apurado, como siempre, y callado; y pasaba sin decir nada a nadie, y sin dar ningún aviso. La gaviota salió llena de buena voluntad; pero encontró a unos hombres que araban, y tantos gusanos se revolcaban en la tierra removida, que allí se detuvo, olvidándose completamente del encargo. El flamenco dio con una laguna tan transparente que no pudo resistir a las ganas de admirar en el agua su hermoso pelaje rosado, y tanto tiempo se quedó allí que no pudo después cumplir su promesa.
La paloma, llevada por su instinto invencible, volvió, a pesar suyo, al palomar, y allí la detuvieron, mientras que la cigüeña se quedaba pescando en cuanto cañadón encontraba a su paso; de modo que cuando la lluvia llegó, nadie había podido tomar sus medidas para evitar perjuicios.
El chajá recibió un terrible reto, casi lo destituyeron, y vio que lo mejor es hacer uno mismo sus cosas, sin contar con nadie; pues, resulta chasco todo lo que a otro se confía.
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