Guarda corderos
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EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Grandes Poetas y Escritores Consagrados :: Luís de Góngora
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Guarda corderos
Guarda corderos, zagala,
zagala, no guardes fe;
que quien te hizo pastora
no te excusó de mujer. 4
Tortolilla gemidora,
depuesto el casto desdén,
tálamo hizo segundo
los ramos de aquel ciprés. 24
Sacude preciosos yugos,
coyundas de oro no den,
sino cordones de lana,
al suelto cabello ley. 44
La pureza del armiño,
que tan celebrada es,
vístela con el pellico
y desnúdala con él. 8
No para una abeja sola
sus hojas guarda el clavel:
beben otras el aljófar
que borda su rosicler. 28
Mal hayas tú si constante
mirares al sol, y quien
tan águila fuere en esto,
dos veces mal haya y tres. 48
Deja a las piedras lo firme,
advirtiendo que tal vez,
a pesar de su dureza,
obedecen al cincel. 12
El cristal de aquel arroyo,
undosamente fïel,
niega al ausente su imagen
hasta que lo vuelve a ver. 32
Mal hayas tú si imitares,
en lasciva candidez,
las aves de la deidad
que primero espuma fue. 52
Resiste al viento la encina,
mas con el villano pie;
que con las hojas corteses,
a cualquier céfiro cree. 16
La inconstancia al fin da plumas
al hijo de Venus, que
poblando dellas sus alas,
viste sus flechas también. 36
Solicitando prolija
la ingratitud de un doncel,
ninfa de las selvas ya
vocal sombra vino a ser. 56
Aquella hermosa vid
que abrazada al olmo ves,
parte pámpanos discreta
con el vecino laurel. 20
No pues tu libre albedrío
lo tiranice interés,
ni amor que de singular
tenga más que de infïel. 40
Si quieres pues, zagaleja,
de tu hermosura crüel
dar entera voz al valle,
desprecia mi parecer.
zagala, no guardes fe;
que quien te hizo pastora
no te excusó de mujer. 4
Tortolilla gemidora,
depuesto el casto desdén,
tálamo hizo segundo
los ramos de aquel ciprés. 24
Sacude preciosos yugos,
coyundas de oro no den,
sino cordones de lana,
al suelto cabello ley. 44
La pureza del armiño,
que tan celebrada es,
vístela con el pellico
y desnúdala con él. 8
No para una abeja sola
sus hojas guarda el clavel:
beben otras el aljófar
que borda su rosicler. 28
Mal hayas tú si constante
mirares al sol, y quien
tan águila fuere en esto,
dos veces mal haya y tres. 48
Deja a las piedras lo firme,
advirtiendo que tal vez,
a pesar de su dureza,
obedecen al cincel. 12
El cristal de aquel arroyo,
undosamente fïel,
niega al ausente su imagen
hasta que lo vuelve a ver. 32
Mal hayas tú si imitares,
en lasciva candidez,
las aves de la deidad
que primero espuma fue. 52
Resiste al viento la encina,
mas con el villano pie;
que con las hojas corteses,
a cualquier céfiro cree. 16
La inconstancia al fin da plumas
al hijo de Venus, que
poblando dellas sus alas,
viste sus flechas también. 36
Solicitando prolija
la ingratitud de un doncel,
ninfa de las selvas ya
vocal sombra vino a ser. 56
Aquella hermosa vid
que abrazada al olmo ves,
parte pámpanos discreta
con el vecino laurel. 20
No pues tu libre albedrío
lo tiranice interés,
ni amor que de singular
tenga más que de infïel. 40
Si quieres pues, zagaleja,
de tu hermosura crüel
dar entera voz al valle,
desprecia mi parecer.
Verónica Milanesio- Cantidad de envíos : 521
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sabra- Admin
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