Carta de Don Alfonso Carlos al Príncipe Don Javier
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EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Historia de Vida y Cartas :: Cartas de la Realeza-Nobleza
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Carta de Don Alfonso Carlos al Príncipe Don Javier
Carta de Don Alfonso Carlos al Príncipe Don Javier sobre la cuestión sucesoria
A S.A.R. el Príncipe Don Javier Carlos de Borbón-Parma y Braganza.
Mi muy querido sobrino: al instituir en tu persona la Regencia para el caso de que llegue mi muerte sin haberse resuelto todavía el problema de mi sucesión, he descargado en ti, mi querido Javier, la gran preocupación de los últimos años de mi vida, no quedando huérfana la Comunión Tradicionalista, ni dejando a la Nación en el peligro de una restauración monárquica en Príncipe que no ofrezca la garantía plena de observancia de los salvadores principios tradicionalistas.
Mas para evitar la menor sombra de confusión que oscurezca el claro juicio que tienes sobre la necesidad esencial de subordinar, según las leyes españolas, la sucesión genealógica a la fidelidad a los principios doctrinales en el ejercicio de la soberanía, quiero dejar consignadas las consignadas las siguientes declaraciones:
1º Al advenimiento en España de la República, mi antecesor don Jaime (q.e.p.d) y don Alfonso de Borbón y Habsburgo firmaron un pacto de unión y sucesión dinástica, que yo me negué a suscribir y aceptar cuando a la muerte de aquél me fue presentado, porque contenía condiciones liberales y descuidaba la adopción de garantías en la sucesión de la Corona.
2º Por mi partido se sostuvieron con mi sobrino don Alfonso conversaciones encaminadas a hallar alguna fórmula que permitiera, sin quebranto de la doctrina, la continuidad dinástica en la persona de don Juan de Borbón y Battemberg, exigiéndole siempre por mi parte, sin sombra de tolerancia, que quedasen a salvo los principios antiliberales, sin que jamás haya transigido en cuestión tan capital.
3º Pero no se llegó “nunca” a pacto alguno, porque don Alfonso no consintió jamás en la aceptación solemne de los principios, en el reconocimiento de mis derechos soberanos, ni en la abdicación en su hijo que hacía concebir algunas esperanzas de que podría ser el continuador de la Dinastía legítima, si previamente se hacía por mi parte amplia condonación de las causas de exclusión en que la Dinastía liberal incurrió.
4º Después de estos intentos conciliadores nunca más he vuelto a acceder a conversaciones, y mientras don Alfonso ha dejado pasar los años sin reconocer la causa de la legitimidad, sus hijos tampoco han realizado acto alguno de repudiación de los principios políticos representados por su padre, ni declarado su voluntad de no aceptar la sucesión dinástica liberal.
5º Actualmente, en consecuencia, ni don Alfonso ni sus hijos han adquirido las condiciones esenciales de la legitimidad de ejercicio, sin la que no es admisible en buenos principios la soberanía. No es de esperar de Dios nuestro Señor el auxilio de su Providencia para salvar la Patria por esa rama. Quedando por tanto, en duda cuál sea el orden sucesorio, excluida la línea de don Francisco de Paula, he creído procedente la constitución de la Regencia, bien para que con el concurso de todos los buenos españoles restaurar la Monarquía tradicional legítima y en su día con las Cortes representativas y orgánicas declarar quién sea el Príncipe en el que concurran las dos legitimidades; bien “si esa hora tarda” puedas tú llamar a sucesión a quien corresponda, y seguir todo el orden sucesorio hasta llegar al Príncipe que de veras asegure la lealtad a la Causa Santa, que no está al servicio de una sucesión de sangre porque es ésta la que ha de servir a aquella, como ordenado ante todo al bien común de los españoles.
Esta Regencia, no debe privarte de ningún modo de un eventual derecho a mi sucesión, “lo que sería mi ideal” por la plena confianza que tengo en ti, mi querido Javier, que serías el salvador de España.
Te advierto, así como lo declaré en mi manifiesto de 29 de junio de 1934 que tan sólo podrá sucederme quien unido a la doble legitimidad de origen y de ejercicio (entendida aquélla al modo tradicional) preste juramento solemne a nuestros principios y reconozca la legitimidad de mi rama. Te prevengo, además, que según las antiguas leyes españolas la rama de don Francisco de Paula perdió todo su derecho de sucesión por rebeldía contra sus Reyes legítimos, y lo perdió doblemente don Alfonso (llamado XII) para él y toda su descendencia por haberse batido al frente de su ejército liberal contra su Rey Carlos VII, y así lo perdieron los príncipes que reconocieron la rama usurpadora.
Te abraza muy de corazón, muy querido sobrino Javier Carlos, tu afectísimo tío.
ALFONSO CARLOS
Dado en el destierro, 10 de marzo de 1936.
A S.A.R. el Príncipe Don Javier Carlos de Borbón-Parma y Braganza.
Mi muy querido sobrino: al instituir en tu persona la Regencia para el caso de que llegue mi muerte sin haberse resuelto todavía el problema de mi sucesión, he descargado en ti, mi querido Javier, la gran preocupación de los últimos años de mi vida, no quedando huérfana la Comunión Tradicionalista, ni dejando a la Nación en el peligro de una restauración monárquica en Príncipe que no ofrezca la garantía plena de observancia de los salvadores principios tradicionalistas.
Mas para evitar la menor sombra de confusión que oscurezca el claro juicio que tienes sobre la necesidad esencial de subordinar, según las leyes españolas, la sucesión genealógica a la fidelidad a los principios doctrinales en el ejercicio de la soberanía, quiero dejar consignadas las consignadas las siguientes declaraciones:
1º Al advenimiento en España de la República, mi antecesor don Jaime (q.e.p.d) y don Alfonso de Borbón y Habsburgo firmaron un pacto de unión y sucesión dinástica, que yo me negué a suscribir y aceptar cuando a la muerte de aquél me fue presentado, porque contenía condiciones liberales y descuidaba la adopción de garantías en la sucesión de la Corona.
2º Por mi partido se sostuvieron con mi sobrino don Alfonso conversaciones encaminadas a hallar alguna fórmula que permitiera, sin quebranto de la doctrina, la continuidad dinástica en la persona de don Juan de Borbón y Battemberg, exigiéndole siempre por mi parte, sin sombra de tolerancia, que quedasen a salvo los principios antiliberales, sin que jamás haya transigido en cuestión tan capital.
3º Pero no se llegó “nunca” a pacto alguno, porque don Alfonso no consintió jamás en la aceptación solemne de los principios, en el reconocimiento de mis derechos soberanos, ni en la abdicación en su hijo que hacía concebir algunas esperanzas de que podría ser el continuador de la Dinastía legítima, si previamente se hacía por mi parte amplia condonación de las causas de exclusión en que la Dinastía liberal incurrió.
4º Después de estos intentos conciliadores nunca más he vuelto a acceder a conversaciones, y mientras don Alfonso ha dejado pasar los años sin reconocer la causa de la legitimidad, sus hijos tampoco han realizado acto alguno de repudiación de los principios políticos representados por su padre, ni declarado su voluntad de no aceptar la sucesión dinástica liberal.
5º Actualmente, en consecuencia, ni don Alfonso ni sus hijos han adquirido las condiciones esenciales de la legitimidad de ejercicio, sin la que no es admisible en buenos principios la soberanía. No es de esperar de Dios nuestro Señor el auxilio de su Providencia para salvar la Patria por esa rama. Quedando por tanto, en duda cuál sea el orden sucesorio, excluida la línea de don Francisco de Paula, he creído procedente la constitución de la Regencia, bien para que con el concurso de todos los buenos españoles restaurar la Monarquía tradicional legítima y en su día con las Cortes representativas y orgánicas declarar quién sea el Príncipe en el que concurran las dos legitimidades; bien “si esa hora tarda” puedas tú llamar a sucesión a quien corresponda, y seguir todo el orden sucesorio hasta llegar al Príncipe que de veras asegure la lealtad a la Causa Santa, que no está al servicio de una sucesión de sangre porque es ésta la que ha de servir a aquella, como ordenado ante todo al bien común de los españoles.
Esta Regencia, no debe privarte de ningún modo de un eventual derecho a mi sucesión, “lo que sería mi ideal” por la plena confianza que tengo en ti, mi querido Javier, que serías el salvador de España.
Te advierto, así como lo declaré en mi manifiesto de 29 de junio de 1934 que tan sólo podrá sucederme quien unido a la doble legitimidad de origen y de ejercicio (entendida aquélla al modo tradicional) preste juramento solemne a nuestros principios y reconozca la legitimidad de mi rama. Te prevengo, además, que según las antiguas leyes españolas la rama de don Francisco de Paula perdió todo su derecho de sucesión por rebeldía contra sus Reyes legítimos, y lo perdió doblemente don Alfonso (llamado XII) para él y toda su descendencia por haberse batido al frente de su ejército liberal contra su Rey Carlos VII, y así lo perdieron los príncipes que reconocieron la rama usurpadora.
Te abraza muy de corazón, muy querido sobrino Javier Carlos, tu afectísimo tío.
ALFONSO CARLOS
Dado en el destierro, 10 de marzo de 1936.
Arjona Dalila Rosa- Cantidad de envíos : 1230
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Roana Varela- Moderadora
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Re: Carta de Don Alfonso Carlos al Príncipe Don Javier
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