CARTA DE AMOR... NUESTRO AMOR
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CARTA DE AMOR... NUESTRO AMOR
CARTA DE AMOR... NUESTRO AMOR “Y es que cuando un amor crece y se inflama y se propaga, solo con amor se apaga y aún así, nunca perece” (Víctor Manuel Muñoz Moreno, “EL POETA DEL AMOR”. Getafe). Amor mío: me pregunto con frecuencia ¿Qué es el amor? Hay muchas definiciones sobre esta palabra. Unas, definidas por académicos, otras por filósofos, por letristas de canciones más o menos románticas, por guionistas de cine o autores teatrales, escritores de libros o artículos… Romeo y Julieta, Calixto y Melibea, los Amantes de Teruel, Elizabeth Taylor y Richard Burton…., fueron amores célebres, pero insignificantes comparados con el nuestro. Cada uno de nosotros tiene su particular visión del amor y su particular forma de demostrarlo. Desde el niño que profesa un amor profundo e indescriptible a sus padres, al anciano que acaricia tiernamente la mano de su pareja, transmitiendo y recibiendo ese particular cariño que los hijos y nietos ya no pueden darle. Y no por egoísmo o indiferencia, sino porque los mayores necesitamos otro amor, además del familiar. Pero nuestro amor es eso: Nuestro. ¿Recuerdas aquél viejo Cura del pueblo manchego donde solíamos ir a Misa los Domingos en verano? En uno de sus sermones dominicales, arremetía contra los que hablan de “hacer el amor”. “¡Tonterías, El amor no se hace, se siente!”, vociferaba casi con rabia. Y el caso es que yo le doy la razón, ya ves lo que son las cosas. AMOR… Te diré una cosa que quizás no te la haya dicho aún: Yo, de pequeño (12- 13 años), estaba enamorado de la hermana pequeña del Cura de mi pueblo. Pero era un amor imposible. Nuestros, digamos, “parámetros personales”, eran muy distintos, estaban muy distantes. Yo era bajito, rechoncho, cabezón, muy negro y vestía muy humildemente. Ella era blanca, de piel muy fina, de modales muy distinguidos para lo que se llevaba en el pueblo, educada, simpática… Nunca le manifesté mis sentimientos porque éramos muy jóvenes y yo consideraba además que “era mucho arroz para tan poco pollo”. Poco después yo me vine a Madrid y a ellos los trasladaron. Mejor para los dos, cada uno con su destino. Ahora mismo estoy en el Centro de Mayores, solo, mientras tú estás cuidando en el Hospital a tu tía, “tu segunda madre”, en correspondencia a lo que ella hizo por vosotros cuando tu madre cayó enferma al nacer tú. Y yo lo llevo con resignación, con orgullo incluso, pensando lo mucho que vales, lo que das a los demás, que pronto nos veremos y te ayudaré cuidándola lo que buenamente pueda mientras tú descansas. Y se producirá un cruce de amores distintos, pero amores al fin: nuestro propio amor, nuestro amor hacia ella, el de ella hacia nosotros sabiendo que puede contar con nuestro cariño hasta que le llegue la hora de abandonar este mundo. Así, sumido en mi soledad, en una mesa del Salón de Actos, mientras los compañeros juegan allá arriba. Y se divierten. Y gritan. Y cuentan anécdotas. Y leen la prensa… Yo pienso que no estoy solo, levanto la cabeza y te veo. Sí, te veo preparando la comida, tendiendo la ropa, atusándome esos pelos de la cabeza tan rebeldes y que tanta rabia te dan cuando están descolocados… Te veo cuando me riñes porque no sé hacer bien la cama a pesar de que yo lo intento. “Así me enseñaron en la mili…” “¡Pero esto no es la mili…!” O cuando llego a casa con la compra y no puedo explicarte el precio de cada cosa o las ofertas de la semana. Porque no me gusta nada la compra ni la cocina, tú lo sabes. O cuando en las clases de Bailes de Salón te rozo sin querer una de tus partes más sensibles y me lo echas en cara no aceptando mis disculpas… “¿Qué pasa?” – pregunta la Profesora. “Nada, que quiere aprovecharse…” “No es verdad, ha sido sin querer…” “Bueno, pues aquí hay que venir con los deberes hechos, aquí se viene a bailar…” ¿Y qué me dices tú cuando te empeñas en apretar una tuerca con los alicates, o un tornillo con el cuchillo? ¿Eh? ¡Bah!, pequeñeces. Nuestro amor está por encima de eso. Por lo menos el mío. Amores pasajeros habré tenido varios, pero así, declarado, como éste, te aseguro que ninguno. Nos conocimos un Primero de Mayo, hace casi 47 años, sentimos atracción casi al momento. Accedistes (sic) a seguir conociéndonos, a ponernos en “plan serio”, “novios formales”, como se llevaba entonces. Pensar en nuestro futuro mientras te dejaba en casa a las diez, como mandaban los cánones (y los mayores): Yo, libre de otros amores ocasionales, con la “mili hecha” y trabajo fijo, haciendo cursos para ascender en el trabajo… Presentación a los familiares, nervios, entrada para el piso a base de préstamos oficiales, preparativos de boda. Y lo más importante: El “casamentero” fue nuestro tío el Fraile, Misionero en Venezuela, que cuando venía de vacaciones cada 3 ó 4 años, celebrábamos algo grande: una Boda, una Comunión, un Bautizo… Sí, “el simpático”, como tú decías cuando lo conocistes (sic), nos unió “para toda la vida”. Fue maravilloso. Nunca lo olvidaré. Tú estabas radiante, con un peinado perfecto, sin nervios (comparada conmigo), con una sonrisa encantadora, saludando a todos los invitados. Yo me sentía un poco inferior en ese aspecto, ya que la simpatía y el don de gentes no han sido nunca mi fuerte. Pero aquí estamos. Casi 42 años juntos. Penurias, tristezas, enfermedades, préstamos bancarios, alegrías, viajes, dos hijos que son lo más maravilloso que hemos tenido. Y pronto, ¡UNA NIETA! ¿Cómo será? ¿Bonita como la madre? ¿Con fuerte carácter, como el padre? ¿Simpática, como la abuela? ¿Introvertida, como el abuelo? ¿Nos llamará “yayos”? ¿Tendremos que dejar los “meneítos” y demás actividades del Centro de Mayores?... Estoy hecho un lío, falta de experiencia, supongo, aunque me fijo mucho en mis colegas que son abuelos. Seremos “yayos novatos”. Bueno, amor mío, es la hora de la comida. Hoy voy a hacerlo en el comedor del Centro. Sé que las viandas no tendrán el mismo sabor que las que tú haces. Pero sabré resignarme. Mañana nos veremos. Y nos besaremos tiernamente, como el primer día que lo hicimos. Y nos miraremos una vez más a los ojos. y nos preguntaremos: “¿Me sigues queriendo?” “¡Pues claro que sí, tonto, como hace 46 años…!” Un abrazo, mi amor. Con todo mi amor. Seudónimo: “Yayo” novato. |
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