DEVUÉLVEME EL LORO
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DEVUÉLVEME EL LORO
DEVUÉLVEME EL LORO
Yo sé que no quieres volver a oír de mí – o eso has dado a entender- pero es necesario que te
aclare un par de pequeñeces. Mi soledad de hoy y tu desamor son temas grandiosos en mi vida, pero
pareciera ser que en los momentos cruciales las pequeñeces adquieren su propia dimensión, su
propia circunstancia, su propia trascendencia..
Y esto viene a cuento porque recordarás que en mi última carta te reproché el que te hayas
llevado algunas cosas del que fuera hasta hace poco nuestro común hogar. Pues bien, apuesto mi
cabeza a que te he dejado una pésima impresión con tales planteos. Es necesario que sepas que no
hay ningún matiz materialista en ellos.
Te dije que la jaula del loro – con el loro incluído- ha dejado un vacío en la sala que no
consigo remediar con ningún perchero ó cosa parecida y no recupero el equilibrio del decorado; te
dije que el toallón blanco con vivos rojos es mío porque tiene los colores de la divisa de River Plate
(que bien podrías haberte llevado el amarillo); te dije que los discos de vinilo de Joan Manoel Serrat
no los puedo reemplazar con nada en esta época de compactos, emepetres y emepecuatros; Te dije
que la taza grande de porcelana negra era mía porque fue regalo de mi hermana. No tengo presente
cuanta tontería más incluí en la lista. Pero quiero que sepas la verdadera naturaleza de mi reclamo.
Extraño el loro porque apenas te levantabas cada día, y mientras calentabas el agua para el
desayuno, le hablabas, le reías y le hacías morisquetas y por ende éramos dos los que nos
embobábamos con tus tonterías. Claro que tú estabas concentrada con el loro y no me veías a un
costado de todo. Extraño el toallón blanco porque no sé si por su hechura ó su consistencia siempre
estaba impregnado con tu perfume, y al usarlo era como quedar envuelto en tus brazos. Extraño los
discos de Joan Manoel porque mientras la púa recorría los surcos tú balbuceabas las letras con la
mirada perdida por los rincones. Extraño la taza negra porque de ella bebíamos juntos como si
fuéramos una sola boca. Extraño cada cosa que te llevaste y te extraño en cada cosa que me dejaste.
¡Devuélveme el loro! Pero por favor, ven con él. Te prometo que no volveré a descuidarte a
partir de entender cuánto me golpea tu ausencia. Espero que el loro también me extrañe y te
convenza para esta segunda oportunidad que te estoy pidiendo.
Raúl Oscar Ifran.
Punta Alta . Buenos Aires.
Yo sé que no quieres volver a oír de mí – o eso has dado a entender- pero es necesario que te
aclare un par de pequeñeces. Mi soledad de hoy y tu desamor son temas grandiosos en mi vida, pero
pareciera ser que en los momentos cruciales las pequeñeces adquieren su propia dimensión, su
propia circunstancia, su propia trascendencia..
Y esto viene a cuento porque recordarás que en mi última carta te reproché el que te hayas
llevado algunas cosas del que fuera hasta hace poco nuestro común hogar. Pues bien, apuesto mi
cabeza a que te he dejado una pésima impresión con tales planteos. Es necesario que sepas que no
hay ningún matiz materialista en ellos.
Te dije que la jaula del loro – con el loro incluído- ha dejado un vacío en la sala que no
consigo remediar con ningún perchero ó cosa parecida y no recupero el equilibrio del decorado; te
dije que el toallón blanco con vivos rojos es mío porque tiene los colores de la divisa de River Plate
(que bien podrías haberte llevado el amarillo); te dije que los discos de vinilo de Joan Manoel Serrat
no los puedo reemplazar con nada en esta época de compactos, emepetres y emepecuatros; Te dije
que la taza grande de porcelana negra era mía porque fue regalo de mi hermana. No tengo presente
cuanta tontería más incluí en la lista. Pero quiero que sepas la verdadera naturaleza de mi reclamo.
Extraño el loro porque apenas te levantabas cada día, y mientras calentabas el agua para el
desayuno, le hablabas, le reías y le hacías morisquetas y por ende éramos dos los que nos
embobábamos con tus tonterías. Claro que tú estabas concentrada con el loro y no me veías a un
costado de todo. Extraño el toallón blanco porque no sé si por su hechura ó su consistencia siempre
estaba impregnado con tu perfume, y al usarlo era como quedar envuelto en tus brazos. Extraño los
discos de Joan Manoel porque mientras la púa recorría los surcos tú balbuceabas las letras con la
mirada perdida por los rincones. Extraño la taza negra porque de ella bebíamos juntos como si
fuéramos una sola boca. Extraño cada cosa que te llevaste y te extraño en cada cosa que me dejaste.
¡Devuélveme el loro! Pero por favor, ven con él. Te prometo que no volveré a descuidarte a
partir de entender cuánto me golpea tu ausencia. Espero que el loro también me extrañe y te
convenza para esta segunda oportunidad que te estoy pidiendo.
Raúl Oscar Ifran.
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Roana Varela- Moderadora
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Karla Benitez- Moderadora
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