la voz del pánico
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la voz del pánico
INCENDIO
primer tiempo : la voz del pánico
Sirenas sin gemidos ni palabras
—mudo canto que sólo oyó la muerte
clavaron agonías en la noche.
Callado jeroglífico del grito
que no partió los sueños
ni saturó de alarma las tinieblas.
¿Qué voz estrangulada podía ser más certera
que una mano de luz pintando el cielo
y adelantando el alba?
Enloquecidos quedaron los relojes,
y un aullido de sol mordió el espacio
precipitando sangre y arreboles.
Incandescentes garfios dolorosos
sacaron de su sueño almas a flote
ya en alas del infierno.
¡Furia de Dios en ráfagas!
¡ Piafar innumerable
—miedo en marcha
corriendo hacia el crepúsculo!
Los cántaros del alba se rompieron,
y el Santo Graal del sol —ya derramado—
se regó por el cielo.
De todos los caminos la rosa de los vientos
lanzó flechas de sangre.
¡Miserere, miserere, Señor,
calma tu cólera!
¡Mil potros degollados trotando cielo arriba
con las crines al viento enrojecidas!
¡Todo el humo del mundo,
todo el gas preparado para la guerra ruge!
¡Las máscaras del miedo ya no bastan
y las manos
ya no pueden asirse en la distancia!
—¿Quién pudiera subirse en una nube?
Rogelio Sinán
primer tiempo : la voz del pánico
Sirenas sin gemidos ni palabras
—mudo canto que sólo oyó la muerte
clavaron agonías en la noche.
Callado jeroglífico del grito
que no partió los sueños
ni saturó de alarma las tinieblas.
¿Qué voz estrangulada podía ser más certera
que una mano de luz pintando el cielo
y adelantando el alba?
Enloquecidos quedaron los relojes,
y un aullido de sol mordió el espacio
precipitando sangre y arreboles.
Incandescentes garfios dolorosos
sacaron de su sueño almas a flote
ya en alas del infierno.
¡Furia de Dios en ráfagas!
¡ Piafar innumerable
—miedo en marcha
corriendo hacia el crepúsculo!
Los cántaros del alba se rompieron,
y el Santo Graal del sol —ya derramado—
se regó por el cielo.
De todos los caminos la rosa de los vientos
lanzó flechas de sangre.
¡Miserere, miserere, Señor,
calma tu cólera!
¡Mil potros degollados trotando cielo arriba
con las crines al viento enrojecidas!
¡Todo el humo del mundo,
todo el gas preparado para la guerra ruge!
¡Las máscaras del miedo ya no bastan
y las manos
ya no pueden asirse en la distancia!
—¿Quién pudiera subirse en una nube?
Rogelio Sinán
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