Eros y Psique
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Eros y Psique
Eros y Psique
Cuenta la leyenda que...
Psique era la menor y más hermosa de tres hermanas, hijas de un rey de Anatolia, su belleza era tal que despertó los celos de Afrodita (cosa nada extraña ya que los celos era una constante en mundo de las divinidades griegas). La Diosa del amor, envió a su hijo Eros (Dios de la atracción sexual, el amor y la fertilidad) para que le lanzara una flecha de oro oxidado, que la haría enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase. Sin embargo, Eros se enamoró de ella y lanzó la flecha al mar; cuando Psique se durmió, se la llevó volando hasta su palacio.
Psique despertó y no acertaba a salir de su asombro, pues se hallaba en una gran sala de paredes relucientes, adornadas con espejos de marfil y fino y pulido mármol.
La tranquilidad de aquel maravilloso lugar sólo era interrumpida por misteriosas voces que avisaban a Psique de que eran sus sirvientes y se ponían a su disposición. Cuando la muchacha quiso saber dónde se hallaba, el respondieron que en el más hermoso de los palacios del más grande de los amantes que hasta entonces hubiera conocido. Observó, también, una vez hubo salido de sus asombro, que ninguna de las puertas tenía cerradura, y que todas se abrían a su paso; por tanto, considero Psique que no se hallaba prisionera, lo cual la reconfortó de forma considerable.
Para evitar la ira de su madre, una vez que tiene a Psique en su palacio, Eros se presenta siempre de noche, en la oscuridad sin que Psique pueda verlo o saber quien yace con ella todas las noches.
Ante las preguntas de Psique sobre su identidad, Eros rogó a la hermosa muchacha que se conformara con gozar de su presencia y con estar a su lado, pero que no tratara de develar el misterio de su vida, que no tratara de ver nunca su rostro pues de lo contrario, se rompería todo lazo entre ambos y una gran desdicha los alcanzaría.
Cada noche, en la oscuridad, se amaban. Eros siempre la abandonaba cuando llegaba el alba y, aunque a Psique hubiera gustado tenerle a su lado durante todo el día, sin embargo, respetaba las razones de su misterioso consorte y no le pasaba ni por la imaginación desatender las recomendaciones de aquél.
Había transcurrido tiempo desde que la joven saliera de la casa de sus padres y un bien día, le entraron ganas de visitarlos. En cuanto tuvo ocasión, se lo consulto a Eros, pero el dios del amor desaprobó la pretensión de su compañera. Después de mucha insistencia el Dios cedió por fin y su joven y bella amante fue a visitar a su familia.
Sus padres y sus hermanas se alegraron de ver tan sana y tan llena de vida a la bella Psique , y se maravillaron de todo cuanto le había acontecido; sin embargo los relatos de la muchacha pronto despertaron los celos de sus hermanas y estas le preguntaron, envidiosas, quién era su maravilloso marido. Psique, incapaz de explicarles cómo era su marido, puesto que no le había visto, titubeó y les contó que era un joven que estaba de caza, pero acabó confesando la verdad: que realmente no sabía quién era. Así, las hermanas de Psique la convencieron para que en mitad de la noche encendiera una lámpara y observara a su amado, asegurándole que sólo un monstruo querría ocultar su verdadera apariencia.
Psique atribulada ante los insidiosos comentarios de sus hermanas al volver les hace caso y enciende una lámpara para ver a su marido. Una gota de aceite hirviendo cae sobre la cara de Eros dormido, que despierta y abandona, decepcionado, a su amante.
Cuenta la leyenda que...
Psique era la menor y más hermosa de tres hermanas, hijas de un rey de Anatolia, su belleza era tal que despertó los celos de Afrodita (cosa nada extraña ya que los celos era una constante en mundo de las divinidades griegas). La Diosa del amor, envió a su hijo Eros (Dios de la atracción sexual, el amor y la fertilidad) para que le lanzara una flecha de oro oxidado, que la haría enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase. Sin embargo, Eros se enamoró de ella y lanzó la flecha al mar; cuando Psique se durmió, se la llevó volando hasta su palacio.
Psique despertó y no acertaba a salir de su asombro, pues se hallaba en una gran sala de paredes relucientes, adornadas con espejos de marfil y fino y pulido mármol.
La tranquilidad de aquel maravilloso lugar sólo era interrumpida por misteriosas voces que avisaban a Psique de que eran sus sirvientes y se ponían a su disposición. Cuando la muchacha quiso saber dónde se hallaba, el respondieron que en el más hermoso de los palacios del más grande de los amantes que hasta entonces hubiera conocido. Observó, también, una vez hubo salido de sus asombro, que ninguna de las puertas tenía cerradura, y que todas se abrían a su paso; por tanto, considero Psique que no se hallaba prisionera, lo cual la reconfortó de forma considerable.
Para evitar la ira de su madre, una vez que tiene a Psique en su palacio, Eros se presenta siempre de noche, en la oscuridad sin que Psique pueda verlo o saber quien yace con ella todas las noches.
Ante las preguntas de Psique sobre su identidad, Eros rogó a la hermosa muchacha que se conformara con gozar de su presencia y con estar a su lado, pero que no tratara de develar el misterio de su vida, que no tratara de ver nunca su rostro pues de lo contrario, se rompería todo lazo entre ambos y una gran desdicha los alcanzaría.
Cada noche, en la oscuridad, se amaban. Eros siempre la abandonaba cuando llegaba el alba y, aunque a Psique hubiera gustado tenerle a su lado durante todo el día, sin embargo, respetaba las razones de su misterioso consorte y no le pasaba ni por la imaginación desatender las recomendaciones de aquél.
Había transcurrido tiempo desde que la joven saliera de la casa de sus padres y un bien día, le entraron ganas de visitarlos. En cuanto tuvo ocasión, se lo consulto a Eros, pero el dios del amor desaprobó la pretensión de su compañera. Después de mucha insistencia el Dios cedió por fin y su joven y bella amante fue a visitar a su familia.
Sus padres y sus hermanas se alegraron de ver tan sana y tan llena de vida a la bella Psique , y se maravillaron de todo cuanto le había acontecido; sin embargo los relatos de la muchacha pronto despertaron los celos de sus hermanas y estas le preguntaron, envidiosas, quién era su maravilloso marido. Psique, incapaz de explicarles cómo era su marido, puesto que no le había visto, titubeó y les contó que era un joven que estaba de caza, pero acabó confesando la verdad: que realmente no sabía quién era. Así, las hermanas de Psique la convencieron para que en mitad de la noche encendiera una lámpara y observara a su amado, asegurándole que sólo un monstruo querría ocultar su verdadera apariencia.
Psique atribulada ante los insidiosos comentarios de sus hermanas al volver les hace caso y enciende una lámpara para ver a su marido. Una gota de aceite hirviendo cae sobre la cara de Eros dormido, que despierta y abandona, decepcionado, a su amante.
Luxor- Poeta especial
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Armando Lopez- Moderador General
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