Establecimiento de los Guetos
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Establecimiento de los Guetos
Con el establecimiento de los guetos se cumplieron algunas metas importantes para los nazis: el hacinamiento de los judíos, bajo una estricta supervisión, el robo de sus pertenencias y los beneficios que se podían obtener de su trabajo. Los guetos aislaron a los judíos del mundo exterior y los volvieron vulnerables e impotentes en los momentos más decisivos.
Con los guetos y los campos de trabajo forzado en Polonia, la idea asesina presente en el antisemitismo nazi tomó forma en un proyecto concreto que se afianzó con la Operación Barbarroja. Con el triunfo militar que Hitler daba por seguro, los nazis concretarían sus ansiadas metas: destruir el régimen bolchevique, conquistar el “espacio vital” para el acabado despliegue de la raza alemana y enviar a Siberia a los judíos en condiciones que garantizarían su aniquilamiento. La obtención de estos fines inspiró la famosa “orden de los comisarios” del 6 de junio de 1941, que definió las reglas a seguir respecto del ejército soviético: “fusilamiento sistemático y rápido” de todos los comisarios políticos del Ejército Rojo que “fuesen hechos prisioneros en el frente o llevando a cabo misiones de resistencia”. La separación aún existente en la guerra de Polonia entre las SS y la Wehrmacht habría de convertirse en una ficción.
En la URSS, los altos mandos del ejército se mostraron muchos más dispuestos que en Polonia a operar mancomunadamente con las unidades especiales de las SS. El enfrentamiento ideológico los llevó a dejar de lado las reglas que los ejércitos profesionales están obligados a respetar en el campo de batalla. La Wehrmacht se implicó decididamente en la campaña asesina de las SS. fuente
Entre los primeros que sintieron el desprecio del régimen nacionalsocialista estuvieron los prisioneros de guerra. De los cinco millones de militares detenidos, hasta el fin de la guerra murieron tres, la mayoría de ellos por debilidad y epidemias. Con la Operación Barbarroja las SS tuvieron un nuevo terreno en el que desplegar su maquinaria de terror, al mismo tiempo que ampliaban su dominio.
La capacidad asesina de los Einsatzgruppen se ejerció sobre el conjunto de la población civil de las zonas que iban siendo ocupadas. A diferencia del proceso de encerrar a los judíos en los guetos y campos de concentración, los Einsatzgruppen, a menudo aprovechando el apoyo local, llevaron a cabo operaciones de asesinato masivo En un principio los fusilamientos recayeron solo sobre los hombres; para agosto de 1941 las matanzas incluían en forma creciente a mujeres y niños. Los Einsatzgruppen acabaron con la vida de más dos millones de judíos rusos.
Las masacres tenían lugar generalmente en bosques, hondonadas y edificios vacíos en las cercanías de las casas de las víctimas. A cierta distancia de las fosas comunes preparadas con anticipación se ordenaba a las víctimas desvestirse y entregar sus objetos de valor. Luego eran conducids en grupos a los pozos y fusiladas. Muchos heridos fueron enterrados vivos.
Los fusilamientos masivos eran una forma de asesinar que tenía muchos inconvenientes: era poco secreta y afectaba la imagen de los nazis, generaba tensiones entre altos jefes del ejército preocupados por la ausencia de disciplina y las manchas que podían recaer sobre los militares, y además no era factible que este método aniquilase a los judíos, gitanos y comunistas de Europa antes de que la guerra acabara, cosa que no tardaría en ocurrir según las confiadas previsiones de Hitler. A esto se sumaron los problemas de asentamiento, alimentación y control de nuevos judíos: los deportados, a partir de setiembre de 1941, de los países de Europa occidental por orden de Hitler. El impulso hacia la radicalización combinó las medidas burocráticas que emanaban del cuartel General de Seguridad del Reich con iniciativas tomadas en el terreno por individuos y agencias a cargo de una tarea cada vez menos manejable.
En este contexto quienes estaban a cargo de los campos de concentración exploraron otras formas de ejecución. El primer experimento de asesinato en masa con gas fue llevado a cabo en Auschwitz en setiembre de 1941. Las víctimas, prisioneros de guerra soviéticos, fueron llevadas a un recinto cerrado herméticamente al que se inyectó el gas Zyklon B. En Chelmno, los asesinatos masivos comenzaron el 8 de diciembre de 1941. La mayoría de las víctimas provenían del gueto de Lodz y aquí fueron asesinadas en camiones de gas. Una vez cerradas las puertas, el camión se dirigía a un bosque cercano en el que estaba situada una enorme fosa. Al fin del corto trayecto nadie quedaba con vida. Por medio de tres camiones de ese tipo fueron asesinados en Chelmno casi 300.000 judíos y 5000 gitanos.
Para la mayor parte de los historiadores estas iniciativas todavía eran aisladas, aún no estaba en marcha el plan de aniquilación de los judíos. No se ha encontrado un documento que indique quién y cuándo decidió la puesta en marcha de un plan de exterminio. Numerosos investigadores coinciden en que esa orden jamás fue emitida por escrito, pero que Hitler fue uno de los responsables de esta operación en virtud de su decidida intervención en la preparación del clima propicio y a través de sus conversaciones con los altos jefes nazis que pusieron en marcha el plan. La poca calidad de las fuentes, que reflejan en buena medida el secreto respecto de las operaciones de matanza, y la deliberada oscuridad en el lenguaje han dado lugar a conclusiones muy distintas sobre el momento preciso en que se decidió la “solución final”. No obstante, existe un marcado consenso sobre la existencia de un proceso de radicalización de la política antisemita a partir de la campaña a la URSS, que se profundizó en virtud del estancamiento militar en Rusia y de la entrada en el conflicto de Estados Unidos, a los que Hitler declaró la guerra en diciembre de 1941 y que acabó de tomar consistencia en la conferencia de Wannsee.
El 20 de enero de 1942 en el suburbio berlinés de Wannsee se realizó una reunión convocada por Heydrich y organizada por Eichmann en la que participaron dieciséis altos funcionarios y representantes de organismos centrales del Tercer Reich. Durante la misma se coordinaron los planes de exterminio, entre la Oficina Central de Seguridad del Reich dirigida por Heydrich, y los ministerios y agencias que debían participar en la concreción de la “solución final”. Fue el comienzo de la última etapa: la incorporación de toda la Europa ocupada por los alemanes en un amplio programa de aniquilación sistemática de los judíos. En el verano del 42 los campos de exterminio funcionaban a pleno.nota
Para fines de ese año, la mayor parte de los millones de víctimas ya habían sido asesinadas. A diferencia de los campos de concentración como Dachau y de los campos de trabajo forzados, donde las altas tasas de mortalidad eran consecuencia de la inanición y de los maltratos, los campos de exterminio fueron diseñados específicamente para la eliminación de personas.fuente
Seis de los siete campos de exterminio alemanes se construyeron en el actual territorio de Polonia. Auschwitz y Chelmno se encontraban en la zona occidental anexada por Alemania, y los otros cuatro: Belzec, Sobibor, Majdanek y Treblinka en la zona del Gobierno General.
Los judíos eran obligados a concentrarse en las cercanías de una estación de tren y de allí subían a vagones de carga carentes de ventilación, instalaciones sanitarias y agua. Los furgones se cerraban herméticamente y la travesía podía demorar varios días. El terrible hacinamiento causó la muerte de muchos. Cuando el prisionero arribaba al campamento, debía entregar su ropa y efectos personales, sus cabellos eran rapados y recibía como vestimenta un uniforme a rayas de prisionero y un par de zuecos de madera. Al frente del campo estaba el Lagerkommandant y bajo su mando un equipo de oficiales de bajo rango. Las SS generalmente seleccionaban prisioneros, llamados kapos, para supervisar al resto. Las durísimas condiciones de trabajo, unidas a la desnutrición y la poca higiene, hacían que la tasa de mortalidad entre los prisioneros fuera muy grande.nota
La expectativa de vida era por lo común muy reducida. Muchos presos caían en un agudo estado de decadencia física y mental; el Muselmann –en la jerga del campo– personificaba la muerte en todos sus repliegues: el debilitamiento físico por inanición, el deterioro psíquico y el abandono de sí mismo: el prisionero era un muerto en vida.
Sin Hitler el Holocausto no hubiera sido posible, pero tampoco sin la activa colaboración de la Wehrmacht, sin la efectiva complicidad de la burocracia de la administración pública, de los líderes de industrias alemanas que fabricaron los equipos de la muerte e instalaron fábricas en los campos de concentración; sin la “eficiente” decisión de las SS de aniquilar a “enemigos” y “razas inferiores”. La intención de Hitler fue un factor fundamental, pero más importante fue la naturaleza carismática del gobierno del Tercer Reich y el modo en que funcionaba manteniendo el impulso de creciente radicalización en torno a objetivos “heroicos” que iban corroyendo y fragmentando la estructura del Estado de derecho. Esta experiencia límite dejó instalada la angustia y el desafío respecto de cómo evitar su no imposible repetición.
http://carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar
Con los guetos y los campos de trabajo forzado en Polonia, la idea asesina presente en el antisemitismo nazi tomó forma en un proyecto concreto que se afianzó con la Operación Barbarroja. Con el triunfo militar que Hitler daba por seguro, los nazis concretarían sus ansiadas metas: destruir el régimen bolchevique, conquistar el “espacio vital” para el acabado despliegue de la raza alemana y enviar a Siberia a los judíos en condiciones que garantizarían su aniquilamiento. La obtención de estos fines inspiró la famosa “orden de los comisarios” del 6 de junio de 1941, que definió las reglas a seguir respecto del ejército soviético: “fusilamiento sistemático y rápido” de todos los comisarios políticos del Ejército Rojo que “fuesen hechos prisioneros en el frente o llevando a cabo misiones de resistencia”. La separación aún existente en la guerra de Polonia entre las SS y la Wehrmacht habría de convertirse en una ficción.
En la URSS, los altos mandos del ejército se mostraron muchos más dispuestos que en Polonia a operar mancomunadamente con las unidades especiales de las SS. El enfrentamiento ideológico los llevó a dejar de lado las reglas que los ejércitos profesionales están obligados a respetar en el campo de batalla. La Wehrmacht se implicó decididamente en la campaña asesina de las SS. fuente
Entre los primeros que sintieron el desprecio del régimen nacionalsocialista estuvieron los prisioneros de guerra. De los cinco millones de militares detenidos, hasta el fin de la guerra murieron tres, la mayoría de ellos por debilidad y epidemias. Con la Operación Barbarroja las SS tuvieron un nuevo terreno en el que desplegar su maquinaria de terror, al mismo tiempo que ampliaban su dominio.
La capacidad asesina de los Einsatzgruppen se ejerció sobre el conjunto de la población civil de las zonas que iban siendo ocupadas. A diferencia del proceso de encerrar a los judíos en los guetos y campos de concentración, los Einsatzgruppen, a menudo aprovechando el apoyo local, llevaron a cabo operaciones de asesinato masivo En un principio los fusilamientos recayeron solo sobre los hombres; para agosto de 1941 las matanzas incluían en forma creciente a mujeres y niños. Los Einsatzgruppen acabaron con la vida de más dos millones de judíos rusos.
Las masacres tenían lugar generalmente en bosques, hondonadas y edificios vacíos en las cercanías de las casas de las víctimas. A cierta distancia de las fosas comunes preparadas con anticipación se ordenaba a las víctimas desvestirse y entregar sus objetos de valor. Luego eran conducids en grupos a los pozos y fusiladas. Muchos heridos fueron enterrados vivos.
Los fusilamientos masivos eran una forma de asesinar que tenía muchos inconvenientes: era poco secreta y afectaba la imagen de los nazis, generaba tensiones entre altos jefes del ejército preocupados por la ausencia de disciplina y las manchas que podían recaer sobre los militares, y además no era factible que este método aniquilase a los judíos, gitanos y comunistas de Europa antes de que la guerra acabara, cosa que no tardaría en ocurrir según las confiadas previsiones de Hitler. A esto se sumaron los problemas de asentamiento, alimentación y control de nuevos judíos: los deportados, a partir de setiembre de 1941, de los países de Europa occidental por orden de Hitler. El impulso hacia la radicalización combinó las medidas burocráticas que emanaban del cuartel General de Seguridad del Reich con iniciativas tomadas en el terreno por individuos y agencias a cargo de una tarea cada vez menos manejable.
En este contexto quienes estaban a cargo de los campos de concentración exploraron otras formas de ejecución. El primer experimento de asesinato en masa con gas fue llevado a cabo en Auschwitz en setiembre de 1941. Las víctimas, prisioneros de guerra soviéticos, fueron llevadas a un recinto cerrado herméticamente al que se inyectó el gas Zyklon B. En Chelmno, los asesinatos masivos comenzaron el 8 de diciembre de 1941. La mayoría de las víctimas provenían del gueto de Lodz y aquí fueron asesinadas en camiones de gas. Una vez cerradas las puertas, el camión se dirigía a un bosque cercano en el que estaba situada una enorme fosa. Al fin del corto trayecto nadie quedaba con vida. Por medio de tres camiones de ese tipo fueron asesinados en Chelmno casi 300.000 judíos y 5000 gitanos.
Para la mayor parte de los historiadores estas iniciativas todavía eran aisladas, aún no estaba en marcha el plan de aniquilación de los judíos. No se ha encontrado un documento que indique quién y cuándo decidió la puesta en marcha de un plan de exterminio. Numerosos investigadores coinciden en que esa orden jamás fue emitida por escrito, pero que Hitler fue uno de los responsables de esta operación en virtud de su decidida intervención en la preparación del clima propicio y a través de sus conversaciones con los altos jefes nazis que pusieron en marcha el plan. La poca calidad de las fuentes, que reflejan en buena medida el secreto respecto de las operaciones de matanza, y la deliberada oscuridad en el lenguaje han dado lugar a conclusiones muy distintas sobre el momento preciso en que se decidió la “solución final”. No obstante, existe un marcado consenso sobre la existencia de un proceso de radicalización de la política antisemita a partir de la campaña a la URSS, que se profundizó en virtud del estancamiento militar en Rusia y de la entrada en el conflicto de Estados Unidos, a los que Hitler declaró la guerra en diciembre de 1941 y que acabó de tomar consistencia en la conferencia de Wannsee.
El 20 de enero de 1942 en el suburbio berlinés de Wannsee se realizó una reunión convocada por Heydrich y organizada por Eichmann en la que participaron dieciséis altos funcionarios y representantes de organismos centrales del Tercer Reich. Durante la misma se coordinaron los planes de exterminio, entre la Oficina Central de Seguridad del Reich dirigida por Heydrich, y los ministerios y agencias que debían participar en la concreción de la “solución final”. Fue el comienzo de la última etapa: la incorporación de toda la Europa ocupada por los alemanes en un amplio programa de aniquilación sistemática de los judíos. En el verano del 42 los campos de exterminio funcionaban a pleno.nota
Para fines de ese año, la mayor parte de los millones de víctimas ya habían sido asesinadas. A diferencia de los campos de concentración como Dachau y de los campos de trabajo forzados, donde las altas tasas de mortalidad eran consecuencia de la inanición y de los maltratos, los campos de exterminio fueron diseñados específicamente para la eliminación de personas.fuente
Seis de los siete campos de exterminio alemanes se construyeron en el actual territorio de Polonia. Auschwitz y Chelmno se encontraban en la zona occidental anexada por Alemania, y los otros cuatro: Belzec, Sobibor, Majdanek y Treblinka en la zona del Gobierno General.
Los judíos eran obligados a concentrarse en las cercanías de una estación de tren y de allí subían a vagones de carga carentes de ventilación, instalaciones sanitarias y agua. Los furgones se cerraban herméticamente y la travesía podía demorar varios días. El terrible hacinamiento causó la muerte de muchos. Cuando el prisionero arribaba al campamento, debía entregar su ropa y efectos personales, sus cabellos eran rapados y recibía como vestimenta un uniforme a rayas de prisionero y un par de zuecos de madera. Al frente del campo estaba el Lagerkommandant y bajo su mando un equipo de oficiales de bajo rango. Las SS generalmente seleccionaban prisioneros, llamados kapos, para supervisar al resto. Las durísimas condiciones de trabajo, unidas a la desnutrición y la poca higiene, hacían que la tasa de mortalidad entre los prisioneros fuera muy grande.nota
La expectativa de vida era por lo común muy reducida. Muchos presos caían en un agudo estado de decadencia física y mental; el Muselmann –en la jerga del campo– personificaba la muerte en todos sus repliegues: el debilitamiento físico por inanición, el deterioro psíquico y el abandono de sí mismo: el prisionero era un muerto en vida.
Sin Hitler el Holocausto no hubiera sido posible, pero tampoco sin la activa colaboración de la Wehrmacht, sin la efectiva complicidad de la burocracia de la administración pública, de los líderes de industrias alemanas que fabricaron los equipos de la muerte e instalaron fábricas en los campos de concentración; sin la “eficiente” decisión de las SS de aniquilar a “enemigos” y “razas inferiores”. La intención de Hitler fue un factor fundamental, pero más importante fue la naturaleza carismática del gobierno del Tercer Reich y el modo en que funcionaba manteniendo el impulso de creciente radicalización en torno a objetivos “heroicos” que iban corroyendo y fragmentando la estructura del Estado de derecho. Esta experiencia límite dejó instalada la angustia y el desafío respecto de cómo evitar su no imposible repetición.
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Armando Lopez- Moderador General
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