Locura---------
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Locura---------
Locura
Regresar por la noche hubiera sido lo conveniente, lo común o al menos lo esperado, pero las sombras prefirieron la distancia...
Un día le tocó en suerte, o en desgracia, viajar a la ciudad cercana por trabajo. Debía encontrar a un amigo del patrón que le daría los papeles de un tractor nuevo, para llevarlo al campo.
Después de trasponer las tranqueras giratorias, recorrer los senderos gris alfombra y dejarse llevar por el reducido pedazo de suelo que subía, llegó a destino; tenía que esperar, y entre tanto, decidió mirar el diario que rara vez llegaba al pueblo, y que nunca llegaba al campo. Política, Economía, Espectáculos, Policiales. De pronto, una foto atrajo su atención, ella espléndida y radiante, le sonreía como una vieja conocida...
Roco, como le decían a él los peones, siempre había sido un poco esquivo a las polleras, y nunca faltaba alguna mala lengua que lo cercara en redes de mentiras. Ahora, y ante la vista de la mujer soñada que lo miraba desafiante, decidió inventar un romance que protegiera su soledad, alejando los comentarios y las burlas, de los menos amigos.
Leyó la noticia y se dedicó a pensar una historia casi perfecta, por otra parte era seguro que nunca jamás se la cruzaría, lo que todavía lo dejaba más tranquilo; y como queriendo atraparla en su bolsillo para siempre, dobló la hoja y la guardó en la ya fuertemente curtida campera de cordero.
Terminó los trámites y volvió al campo con su vida nueva, para ellos, la llamó Casandra; se inventó salidas a escondidas, se escribió mil cartas en su nombre, le regaló palabras como estrellas, y hasta añoró en silencio su presencia.
De tanto en tanto, su mano daba con aquella hoja ya amarilla perdida en su bolsillo, como en las fronteras del tiempo.
Sólo el sabía la verdad, y compartía con ella tan preciado secreto.
Una noche, ya queriendo terminar su propia historia, decidió ir con Miguela a una bailanta en el pueblo. Ella quiso volverse ya pasadas las cuatro, pero lo hizo con Juan. Roco, quería esperar la mañana.
Cerca de las 7 subió a la camioneta ansiando llegar a su casa. En una curva las ruedas traseras se empantanaron, y quedó detenido en mitad de la niebla que se levantaba de la tierra como un muro infranqueable. Esperaba que se disipara cuando unos golpes en la puerta a su derecha, le obligaron a abrirla; Casandra, desplegando su belleza imperturbable se dispuso a subir a su lado. Roco palideció mientras la sangre estallaba su corazón a golpes y una brisa que entraba por la puerta aún abierta, robaba para siempre ese su último aliento.
Casandra, sonriendo: - ¡Que locura, -pensó- nadie en su sano juicio...debería espantarse de los muertos!
Autor: desconocido
Regresar por la noche hubiera sido lo conveniente, lo común o al menos lo esperado, pero las sombras prefirieron la distancia...
Un día le tocó en suerte, o en desgracia, viajar a la ciudad cercana por trabajo. Debía encontrar a un amigo del patrón que le daría los papeles de un tractor nuevo, para llevarlo al campo.
Después de trasponer las tranqueras giratorias, recorrer los senderos gris alfombra y dejarse llevar por el reducido pedazo de suelo que subía, llegó a destino; tenía que esperar, y entre tanto, decidió mirar el diario que rara vez llegaba al pueblo, y que nunca llegaba al campo. Política, Economía, Espectáculos, Policiales. De pronto, una foto atrajo su atención, ella espléndida y radiante, le sonreía como una vieja conocida...
Roco, como le decían a él los peones, siempre había sido un poco esquivo a las polleras, y nunca faltaba alguna mala lengua que lo cercara en redes de mentiras. Ahora, y ante la vista de la mujer soñada que lo miraba desafiante, decidió inventar un romance que protegiera su soledad, alejando los comentarios y las burlas, de los menos amigos.
Leyó la noticia y se dedicó a pensar una historia casi perfecta, por otra parte era seguro que nunca jamás se la cruzaría, lo que todavía lo dejaba más tranquilo; y como queriendo atraparla en su bolsillo para siempre, dobló la hoja y la guardó en la ya fuertemente curtida campera de cordero.
Terminó los trámites y volvió al campo con su vida nueva, para ellos, la llamó Casandra; se inventó salidas a escondidas, se escribió mil cartas en su nombre, le regaló palabras como estrellas, y hasta añoró en silencio su presencia.
De tanto en tanto, su mano daba con aquella hoja ya amarilla perdida en su bolsillo, como en las fronteras del tiempo.
Sólo el sabía la verdad, y compartía con ella tan preciado secreto.
Una noche, ya queriendo terminar su propia historia, decidió ir con Miguela a una bailanta en el pueblo. Ella quiso volverse ya pasadas las cuatro, pero lo hizo con Juan. Roco, quería esperar la mañana.
Cerca de las 7 subió a la camioneta ansiando llegar a su casa. En una curva las ruedas traseras se empantanaron, y quedó detenido en mitad de la niebla que se levantaba de la tierra como un muro infranqueable. Esperaba que se disipara cuando unos golpes en la puerta a su derecha, le obligaron a abrirla; Casandra, desplegando su belleza imperturbable se dispuso a subir a su lado. Roco palideció mientras la sangre estallaba su corazón a golpes y una brisa que entraba por la puerta aún abierta, robaba para siempre ese su último aliento.
Casandra, sonriendo: - ¡Que locura, -pensó- nadie en su sano juicio...debería espantarse de los muertos!
Autor: desconocido
Ruben- Poeta especial
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Armando Lopez- Moderador General
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