SABER ES PODER
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SABER ES PODER
SABER ES PODER DE LEONARDO STREJILEVICH “Saber es poder”, proclamó Sir Francis Bacon en los comienzos del siglo XVII. Se descubrió y enunció la novedad que se puede obtener poder bajo la forma de técnica que otorga la ciencia. En aquella época, no tardaron mucho los reyes absolutos (Luis XIV, Federico II de Prusia, María Teresa de Austria, Catalina de Rusia) y sus ministros en hacer suya esta afirmación y es por esta razón que llamaron a los sabios a las cortes y promovieron la formación de academias (academias reales). A lo largo del siglo XVIII las Universidades van saliendo de la postración y la rutina de los siglos XV-XVII. Se va produciendo un cambio notable en la situación social del saber a medida que avanza la Edad Moderna. Las primeras Universidades en el Medioevo fueron los centros de la vida intelectual pero estaban estancadas en el pensamiento escolástico. La vanguardia de la ciencia moderna tenía dos recursos titulares, por un lado el “sabio solitario” y por el otro la “Academia”. Sabios solitarios fueron Copérnico, Erasmo, Paracelso, Vives, Cardano, Serveto, Galileo, Harvey, Descartes. Las Academias surgen como instituciones que promueven la investigación y en las cuales los sabios se reúnen para comunicarse entre sí sus descubrimientos (Accademia dei Lincei en Roma, la Royal Society en Londres, la Académie des Sciences en París). A la vez se abandona la enseñanza teórica, repetitiva y glosadora de antiguos sabios para impartir enseñanza personal y teórico- práctica. La imprenta acrecienta de manera desconocida la propagación del saber y las lenguas vernáculas van reemplazando al latín considerado como idioma ineludible para el discurso científico. Se revisa toda la cultura helénico-romana, se afirma la dignidad natural del hombre, se pone el acento sobre la inteligencia racional y la libertad, crece la valoración positiva del mundo sensible y de la vida en él, comienza el auge social de la burguesía; cuando éstas y otras cuestiones fueron reconocidas por la sociedad ésta entró en crisis y comienza la primera fase de la modernidad. Los motivos de este tránsito son muchos y muy variados: el desarrollo de una burguesía con la aparición de una moral del trabajo, una economía urbana, artesanal y comercial basada en el manejo de valores (precapitalismo), la invención de una contabilidad racional, la matematización de la actividad económica, el ocaso de la aristocracia feudal y eclesiástica, la conciencia de la propia individualidad, el afán de experiencia personal frente a la tradición; la idea del progreso se seculariza, por medio de la razón y la voluntad el hombre se siente capaz de asumir el gobierno técnico del mundo y de su propia vida y nace la creencia en el “progreso indefinido”, se critica y pone en duda a las cosmologías clásicas. |
Roana Varela- Moderadora
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Re: SABER ES PODER
El descubrimiento de América infunde una toma de conciencia planetaria que ofrece ancho espacio para la extensión de la cultura europea que va haciéndose euroamericana. Nace así un variopinto movimiento cultural literario, filosófico, científico que más tarde se denominará “humanismo”; el saber natural se aparta de lo religioso y teológico. Se empiezan a corregir los fragmentos del saber antiguo y se comienza a edificar conocimiento sobre fundamentos inéditos y distintos. La ciencia moderna se inicia con tropiezos y contradicciones derivadas de la excesiva literalidad y sin el suficiente espíritu crítico de los libros de la palabra divina. Juegan entre sí dos visiones contrapuestas del universo: el mecanicismo y el panvitalismo. Durante mucho tiempo existieron los “sabios jánicos” cuyo saber presentaba dos rostros, uno orientado hacia el pasado, hacia el conocimiento antiguo y el otro orientado hacia el presente y el futuro. Más tarde se produce la ruptura definitiva con el saber antiguo y comienza una etapa revolucionaria y nueva del conocimiento tecnocientífico; se crea una “mentalidad científica” que prevalece desde el siglo XIX. No sólo la concreción de la praxis hace al conocimiento sino también la historia de los saberes a lo que se suma la genialidad personal, las características étnicoculturales, la mentalidad a la que se pertenezca, la adhesión o no a determinados sistemas de creencias, estimaciones y paradigmas, la índole socioeconómica de la historia circunstancial, modos de producción, clase social, determinan la aparición y el modo de la novedad tecnocientífica. En el siglo XXI, el respeto por la diversidad cultural es un elemento esencial del humanismo entendido como la afirmación de que todos los humanos tenemos en común algo fundamental y un mismo derecho a la dignidad y el respeto y constituye su componente vital en la era de la globalización. Ninguna cultura tiene el monopolio de lo universal y cada una de ellas puede contribuir al fortalecimiento de nuestros valores comunes. |
Roana Varela- Moderadora
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Re: SABER ES PODER
Los valores humanistas son el fundamento filosófico de mucha gente y de instituciones u organizaciones como la UNESCO que tiene inscripta en su Constitución esos valores que guían la labor en favor de una paz que “debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad". La construcción de un mundo responsable y solidario es una empresa de largo aliento que requiere la participación de todas las fuerzas creadoras de la humanidad. La cultura, la educación, la filosofía, el derecho, la ciencia, las tecnologías de la información y la cooperación internacional nos brindan los medios para lograrlo. Sócrates expuso con claridad en el año 399 a. C. (el filósofo había sido condenado a muerte por subversivo) dirigiéndose así a los ciudadanos de Atenas: "Si ustedes me matan, no encontrarán fácilmente otro como yo, puesto en la ciudad por un dios -aunque éste sea un modo risible de hablarcomo un tábano sobre un caballo grande y noble, pero que, lerdo por su mismo tamaño, necesita ser aguijoneado. Por eso dios me ha colocado en la ciudad: para que la despierte, la persuada y le reproche" (tomado de Platón, Apología de Sócrates, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1953). Durante mucho tiempo ser poderoso y rico era poseer la propiedad privada de grandes extensiones de tierra productiva o improductiva (latifundios); un poco más adelante era atesorar grandes cantidades de valores como el oro, la plata, piedras preciosas y dinero, mucho dinero; disponer de poder bélico con fuerzas armadas importantes, preparadas y abastecidas con la mejor tecnología para matar y destruir; hoy se es poderoso, sabio y rico cuando se tiene mucha información si es posible en exclusiva, gran desarrollo científico y técnico en el país y una sociedad evolucionada en materia de educación y conocimientos (sociedad del conocimiento). En el mundo actual, los pueblos necesitan ciudadanos dotados con conocimientos científicos y técnicos, con habilidades y destrezas para la experimentación e innovación y facultades creadoras en cualquier disciplina o ámbito. La creatividad del hombre no cesa tempranamente si ese hombre tiene las condiciones antedichas pero se estima que el apogeo se alcanza alrededor de los treinta años, después de esa edad la capacidad de trabajo disminuye progresivamente. Además, hoy es necesaria una formación matemática, convenientemente adaptada, en casi todas las disciplinas aunque todavía la sociedad no tiene todavía en cuenta la importancia de este señalamiento. Hay que desarrollar experiencias educativas intensivas desde la niñez y preparar a los niños para una educación formal a la medida de una sociedad del conocimiento, al mismo tiempo, habrá que reacondicionar a los maestros y profesores porque a ellos les cuesta más que a los alumnos cambiar y resignificar la pasión por la enseñanza. Hay que instaurar una mayor movilidad de los estudiantes en distintos ámbitos contando con que el aprendizaje no es exclusivo de un solo lugar de conocimiento por más prestigiosa que sea la institución educativa. La política científica y tecnológica debe descentralizarse y recrearse en cada región de un dilatado y diverso país como la Argentina. Cosa difícil de hacer es impulsar la evolución administrativa de la educación. Cada decisión debería ser adoptada en el nivel más bajo que sea posible y para ello, entre otras cosas, habrá que disminuir el poder tutelar de los ministerios. |
Roana Varela- Moderadora
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Re: SABER ES PODER
No sólo conviene y es necesario medir la performance, es decir, lo que los alumnos obtienen como resultado de lo que logran hacer con lo aprendido en un momento determinado y ante una consigna también determinada siendo, en cualquier caso, más importante averiguar qué llevan adentro y qué son capaces de hacer en circunstancias y con herramientas diferentes. La pedagogía es uno de los pocos oficios donde la mayoría se considera competente sin serlo y esto es peligroso. Hay que asociar a los estudiantes a la investigación científica desde el comienzo.
La cultura, entendida como una tradición acumulativa, debe ser estimulada permanentemente para conservar la inmortalidad potencial del pensamiento, de la verdad, del saber en la medida en que pueden transmitirse indefinidamente. El hombre privado de cultura sería un cretino que no sabría hablar, que tendría algunos rudimentos de comportamiento social y daría un salto atrás a cada paso cuya dimensión no sería menor a los doscientos años. Existen cosas caducas pero al mismo tiempo hay que reconocer y aceptar que no se puede construir una masa crítica de conocimiento nuevo y válido en una sola generación; tirar todo por la ventana y recomenzar desde cero es una ilusión innecesaria y destructiva.
Las transformaciones de la cultura, la ciencia, la tecnología son cada vez más veloces y hacen obsoletos numerosos conocimientos y normas establecidas; nuestra capacidad de adaptación es demasiado lenta. Conviene lograr un equilibrio entre dos mecanismos: la adquisición de información nueva con la conservación del saber. A cada paso conviene preguntarse cuál es la necesidad del medio humano en el instante y en el lugar en que nos hallamos; una cantidad de funciones contradictorias y antagónicas son necesarias para mantener el valor deseado entre los extremos.
Hay que dejar de enseñar a creer y a no dudar aunque la certeza absoluta no exista. El intelecto es una herramienta, no es un fin y debe estar al servicio de una comprensión diferente. Hay que tratar siempre de distinguir lo que la gente siente y lo que sabe. La escuela, incluyendo a las universidades, deben formar intelectual y éticamente y no producir sin destino múltiples oradores retóricos, técnicos especializados o espíritus vagamente místicos e inciertos; los jóvenes deberían estar formados y equipados para afrontar la vida y cambiar las cosas cuando se hace necesario.
La cultura, entendida como una tradición acumulativa, debe ser estimulada permanentemente para conservar la inmortalidad potencial del pensamiento, de la verdad, del saber en la medida en que pueden transmitirse indefinidamente. El hombre privado de cultura sería un cretino que no sabría hablar, que tendría algunos rudimentos de comportamiento social y daría un salto atrás a cada paso cuya dimensión no sería menor a los doscientos años. Existen cosas caducas pero al mismo tiempo hay que reconocer y aceptar que no se puede construir una masa crítica de conocimiento nuevo y válido en una sola generación; tirar todo por la ventana y recomenzar desde cero es una ilusión innecesaria y destructiva.
Las transformaciones de la cultura, la ciencia, la tecnología son cada vez más veloces y hacen obsoletos numerosos conocimientos y normas establecidas; nuestra capacidad de adaptación es demasiado lenta. Conviene lograr un equilibrio entre dos mecanismos: la adquisición de información nueva con la conservación del saber. A cada paso conviene preguntarse cuál es la necesidad del medio humano en el instante y en el lugar en que nos hallamos; una cantidad de funciones contradictorias y antagónicas son necesarias para mantener el valor deseado entre los extremos.
Hay que dejar de enseñar a creer y a no dudar aunque la certeza absoluta no exista. El intelecto es una herramienta, no es un fin y debe estar al servicio de una comprensión diferente. Hay que tratar siempre de distinguir lo que la gente siente y lo que sabe. La escuela, incluyendo a las universidades, deben formar intelectual y éticamente y no producir sin destino múltiples oradores retóricos, técnicos especializados o espíritus vagamente místicos e inciertos; los jóvenes deberían estar formados y equipados para afrontar la vida y cambiar las cosas cuando se hace necesario.
Roana Varela- Moderadora
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