LOS CAZADORES DE RATAS
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LOS CAZADORES DE RATAS
LOS CAZADORES DE RATAS
Una siesta de invierno, las víboras de cascabel, que
dormían extendidas sobre la greda, se arrollaron bruscamente
al oír el insólito ruido. Como la vista no es su
agudeza particular, mantuviéronse inmóviles, mientras
prestaban oído.
—Es el ruido que hacían aquéllos... —murmuró la
hembra.
—Sí, son voces de hombre; son hombres —afirmó el
macho.
Y pasando una por encima de la otra, se retiraron veinte
metros. Desde allí miraron. Un hombre alto y rubio y
una mujer rubia y gruesa se habían acercado y hablaban observando
los alrededores. Luego el hombre midió el suelo
a grandes pasos, en tanto que la mujer clavaba señales en
los extremos de cada recta. Conversaron después, señalándose
mutuamente distintos lugares, y por fin se alejaron.
—Van a vivir aquí —dijeron las víboras—. Tendremos
que irnos.
En efecto, al día siguiente llegaron los colonos con un
hijo de tres años y una carreta en que había catres, cajones,
herramientas sueltas y gallinas atadas a la baranda.
Instalaron la carpa, y durante semanas trabajaron todo
el día. La mujer interrumpíase para cocinar, y el hijo, un
osezno blanco, gordo y rubio, ensayaba de un lado a otro
su infantil marcha de pato.
Una siesta de invierno, las víboras de cascabel, que
dormían extendidas sobre la greda, se arrollaron bruscamente
al oír el insólito ruido. Como la vista no es su
agudeza particular, mantuviéronse inmóviles, mientras
prestaban oído.
—Es el ruido que hacían aquéllos... —murmuró la
hembra.
—Sí, son voces de hombre; son hombres —afirmó el
macho.
Y pasando una por encima de la otra, se retiraron veinte
metros. Desde allí miraron. Un hombre alto y rubio y
una mujer rubia y gruesa se habían acercado y hablaban observando
los alrededores. Luego el hombre midió el suelo
a grandes pasos, en tanto que la mujer clavaba señales en
los extremos de cada recta. Conversaron después, señalándose
mutuamente distintos lugares, y por fin se alejaron.
—Van a vivir aquí —dijeron las víboras—. Tendremos
que irnos.
En efecto, al día siguiente llegaron los colonos con un
hijo de tres años y una carreta en que había catres, cajones,
herramientas sueltas y gallinas atadas a la baranda.
Instalaron la carpa, y durante semanas trabajaron todo
el día. La mujer interrumpíase para cocinar, y el hijo, un
osezno blanco, gordo y rubio, ensayaba de un lado a otro
su infantil marcha de pato.
Karla Benitez- Moderadora
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Puntos : 51278
Fecha de inscripción : 22/03/2013
Re: LOS CAZADORES DE RATAS
Tal fue el esfuerzo de la gente aquella, que al cabo de
un mes tenían pozo, gallinero y rancho prontos, aunque
a éste faltaban aún las puertas. Después el hombre
ausentose por todo un día, volviendo al siguiente con
ocho bueyes, y la chacra15 comenzó.
Las víboras, entretanto, no se decidían a irse de su
paraje natal. Solían llegar hasta la linde del pasto carpido,
y desde allí miraban la faena del matrimonio. Un
atardecer en que la familia entera había ido a la chacra,
las víboras, animadas por el silencio, se aventuraron a
cruzar el peligroso páramo y entraron en el rancho. Recorriéronlo
con cauta curiosidad, restregando su piel
áspera contra las paredes.
Pero allí había ratas; y desde entonces tomaron cariño
a la casa. Llegaban todas las tardes hasta el límite del patio
y esperaban atentas que aquélla quedara sola. Raras
veces tenían esa dicha —y a más, debían precaverse de las
gallinas con pollos, cuyos gritos, si las veían, delatarían
su presencia.
De este modo, un crepúsculo en que la larga espera habíales
distraído, fueron descubiertas por una gallineta, que
después de mantener un rato el pico extendido, huyó a toda
ala abierta, gritando. Sus compañeras comprendieron
el peligro sin ver, y la imitaron.
El hombre, que volvía del pozo con un balde, se detuvo
al oír los gritos. Miró un momento, y dejando el balde
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15 chacra:granja, alquería.
un mes tenían pozo, gallinero y rancho prontos, aunque
a éste faltaban aún las puertas. Después el hombre
ausentose por todo un día, volviendo al siguiente con
ocho bueyes, y la chacra15 comenzó.
Las víboras, entretanto, no se decidían a irse de su
paraje natal. Solían llegar hasta la linde del pasto carpido,
y desde allí miraban la faena del matrimonio. Un
atardecer en que la familia entera había ido a la chacra,
las víboras, animadas por el silencio, se aventuraron a
cruzar el peligroso páramo y entraron en el rancho. Recorriéronlo
con cauta curiosidad, restregando su piel
áspera contra las paredes.
Pero allí había ratas; y desde entonces tomaron cariño
a la casa. Llegaban todas las tardes hasta el límite del patio
y esperaban atentas que aquélla quedara sola. Raras
veces tenían esa dicha —y a más, debían precaverse de las
gallinas con pollos, cuyos gritos, si las veían, delatarían
su presencia.
De este modo, un crepúsculo en que la larga espera habíales
distraído, fueron descubiertas por una gallineta, que
después de mantener un rato el pico extendido, huyó a toda
ala abierta, gritando. Sus compañeras comprendieron
el peligro sin ver, y la imitaron.
El hombre, que volvía del pozo con un balde, se detuvo
al oír los gritos. Miró un momento, y dejando el balde
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15 chacra:granja, alquería.
Karla Benitez- Moderadora
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Re: LOS CAZADORES DE RATAS
en el suelo se encaminó al paraje sospechoso. Al sentir su
aproximación, las víboras quisieron huir, pero sólo una
tuvo el tiempo necesario, y el colono halló sólo al macho.
El hombre echó una rápida ojeada alrededor buscando
un arma y llamó, los ojos fijos en el rollo oscuro.
—¡Hilda! ¡Alcánzame la azada, ligero! ¡Es una serpiente
de cascabel!
La mujer corrió y entregó ansiosa la herramienta a su
marido. El filo de la azada, descargada con terrible fuerza,
cercenó totalmente la cabeza.
Tiraron luego lejos, más allá del gallinero, el cuerpo
muerto, y la hembra lo halló por casualidad al otro día.
Cruzó y recruzó cien veces por encima de él, y se alejó al
fin, yendo a instalarse como siempre en la linde del pasto,
esperando pacientemente que la casa quedara sola.
La siesta calcinaba el paisaje en silencio; la víbora había
cerrado los ojos amodorrada,cuando de pronto se replegó
vivamente: acababa de ser descubierta de nuevo por las
gallinetas, que se quedaron esta vez girando en torno suyo
a gritosy ala abierta. La víbora mantúvose quieta, prestando
oído. Sintió al rato ruido de pasos —la Muerte—. Creyó
no tener tiempo de huir, y se aprestó con toda su energía
vital a defenderse.
En la casa dormían todos, menos el chico. Al oír los
gritos de las gallinetas, apareció en la puerta, y el sol
quemante le hizo cerrar los ojos. Titubeó un instante,
perezoso, y al fin se dirigió con su marcha de pato a ver
a sus amigas las gallinetas. En la mitad del camino se
aproximación, las víboras quisieron huir, pero sólo una
tuvo el tiempo necesario, y el colono halló sólo al macho.
El hombre echó una rápida ojeada alrededor buscando
un arma y llamó, los ojos fijos en el rollo oscuro.
—¡Hilda! ¡Alcánzame la azada, ligero! ¡Es una serpiente
de cascabel!
La mujer corrió y entregó ansiosa la herramienta a su
marido. El filo de la azada, descargada con terrible fuerza,
cercenó totalmente la cabeza.
Tiraron luego lejos, más allá del gallinero, el cuerpo
muerto, y la hembra lo halló por casualidad al otro día.
Cruzó y recruzó cien veces por encima de él, y se alejó al
fin, yendo a instalarse como siempre en la linde del pasto,
esperando pacientemente que la casa quedara sola.
La siesta calcinaba el paisaje en silencio; la víbora había
cerrado los ojos amodorrada,cuando de pronto se replegó
vivamente: acababa de ser descubierta de nuevo por las
gallinetas, que se quedaron esta vez girando en torno suyo
a gritosy ala abierta. La víbora mantúvose quieta, prestando
oído. Sintió al rato ruido de pasos —la Muerte—. Creyó
no tener tiempo de huir, y se aprestó con toda su energía
vital a defenderse.
En la casa dormían todos, menos el chico. Al oír los
gritos de las gallinetas, apareció en la puerta, y el sol
quemante le hizo cerrar los ojos. Titubeó un instante,
perezoso, y al fin se dirigió con su marcha de pato a ver
a sus amigas las gallinetas. En la mitad del camino se
Karla Benitez- Moderadora
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Fecha de inscripción : 22/03/2013
Re: LOS CAZADORES DE RATAS
detuvo, indeciso de nuevo, evitando el sol con el brazo.
Pero las gallinetas continuaban en girante alarma, y el
osezno rubio avanzó.
De pronto lanzó un grito y cayó sentado. La víbora,
presta de nuevo a defender su vida, deslizose dos metros
y se replegó. Vio a la madre en enaguas y los brazos desnudos
asomarse inquieta, y correr hacia su hijo, levantarlo
y gritar aterrada:
—¡Otto, Otto! ¡Le ha picado una víbora!
Vio llegar al hombre, pálido, y llevar en sus brazos a
la criatura atontada. Oyó la carrera de la mujer al pozo,
sus voces, y al rato, después de una pausa, su alarido
desgarrador:
—¡Hijo mío!
CUENTOS DE HORROR Y MUERTE
HORACIO QUIROGA
Pero las gallinetas continuaban en girante alarma, y el
osezno rubio avanzó.
De pronto lanzó un grito y cayó sentado. La víbora,
presta de nuevo a defender su vida, deslizose dos metros
y se replegó. Vio a la madre en enaguas y los brazos desnudos
asomarse inquieta, y correr hacia su hijo, levantarlo
y gritar aterrada:
—¡Otto, Otto! ¡Le ha picado una víbora!
Vio llegar al hombre, pálido, y llevar en sus brazos a
la criatura atontada. Oyó la carrera de la mujer al pozo,
sus voces, y al rato, después de una pausa, su alarido
desgarrador:
—¡Hijo mío!
CUENTOS DE HORROR Y MUERTE
HORACIO QUIROGA
Karla Benitez- Moderadora
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