Claustrofobia
3 participantes
Página 1 de 1.
Claustrofobia
Claustrofobia
Cuento los pasos con cuidado. Uno, dos, tres, cuatro… Dos más y llego al portal. Siento el sudor en las manos, pero no me preocupa, no de momento. Aún puedo abrir las puertas sin que el pomo me resbale en las manos.
Llamo al ascensor y espero mirando hacia arriba, tratando de no pensar en el descenso de la caja, de no oír el ruido de la maquinaria, el lento traqueteo de engranajes, el persistente ronroneo que me advierte que se acerca. Hay telarañas en la esquina que forman el techo y la pared. Una araña del tamaño de mi pulgar se pasea por una tela que podría sujetar un gato, reptando hacia una descuidada mosca que no miró por dónde volaba. Aparto la vista, pero no sé qué es peor. La luz de la puerta se ilumina.
Dentro del ascensor, aprieto el botón del tercer piso intentando que la claustrofobia no se apodere de mí. Son sólo unos segundos, puedo hacerlo, me repito, pero en el segundo piso empiezo a sentir que me falta el aire, que tengo que salir. El tercero llega justo a tiempo, un segundo antes de que el pánico se apodere de mí, y una vez fuera tomo aire como si llevara meses sin respirar. Estoy frente a la puerta. A la angustia del ataque de pánico tengo que unirle los nervios del momento. Debería haber subido andando. Pero no, tengo demasiada prisa. Puedo calmarme y hacer lo que he venido a hacer.
Llamo al timbre y oigo sus pasos al otro lado de la puerta. Meto la mano al bolsillo y espero, el corazón latiéndome tan fuerte que creo que me va a reventar el pecho. Cuento sus pasos: uno, dos, tres… Dos más y estará frente a la puerta. Se detiene para mirar por la mirilla, como siempre hace. Me ve. Se lo piensa. La puerta se abre con lentitud exasperante.
-¿A qué has venido?
Su voz es cortante, su cara no muestra ni rastro de una sonrisa. Tiene una bata puesta y debajo no se adivina ropa. Son las cuatro de la tarde. Él está con ella.
-¿Te importa si entro? Tengo que hablar contigo, no me gustaría hacerlo en el rellano.
Ella frunce el ceño, niega con la cabeza un segundo.
-Podías haber llamado.
-Lo he intentado, pero siempre me cuelgas el teléfono.
-Porque siempre llamas para lo mismo, y ya te he dicho un millón de veces que no.
El sudor de mis manos es más copioso ahora. Siento una prisa inmensa, la misma prisa que me ha hecho coger el ascensor en lugar de subir andando. Necesito que me invite a pasar. No se oye nada. Quizás él no esté con ella.
-Por favor, déjame pasar. Los vecinos no tienen por qué enterarse.
-¿Desde cuándo te ha importado a ti eso?
-Por favor.
-No.
Y entonces sé que tengo que hacerlo. Y tengo que hacerlo cuanto antes, porque mis palmas están ya empapadas y pronto me será imposible, y si no lo hago todo habrá sido inútil. Mis prisas, mi viaje en ascensor. La angustia, la falta de aire. Todo mi sufrimiento.
Mis manos actúan sin esperar órdenes. Antes de darme cuenta, la navaja está frente a mí, perforando su estómago, ella tan sorprendida que no puede gritar. La cuchilla penetra en su carne, gira y se vuelve a hundir; ella me coge de la mano, y yo me sorprendo al darme cuenta de que su tacto ya no me importa, de que ya no la deseo, de que ya no la quiero.
Está muerta antes de caer al suelo.
El ascensor me está esperando. Nadie lo ha llamado todavía. Pero yo ya no tengo prisa y prefiero bajar los tres pisos andando. No merece la pena pasar por eso otra vez.
Mi claustrofobia es una condena.
Ruth
Claustrofobia y Encerrada- Cantidad de envíos : 109
Puntos : 56610
Fecha de inscripción : 26/06/2009
Re: Claustrofobia
Que los señores administradores pongan música por favor, porque Rosko no lo hace.
Claustrofobia y Encerrada- Cantidad de envíos : 109
Puntos : 56610
Fecha de inscripción : 26/06/2009
Re: Claustrofobia
Un gusto leer este cuento, gracias por el aporte y Rosko pondrá la música cuando arregle su pc.
Roana Varela- Moderadora
- Cantidad de envíos : 4487
Puntos : 55478
Fecha de inscripción : 25/10/2012
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.