Los tres regalos
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Los tres regalos
Los tres regalos
- Te daré tres regalos – dijo el Hombre de hermoso y brillante rostro al niño que casi muerto de frío temblaba entre las cajas de cartón
- Tengo hambre Señor - le respondió el infante, y de inmediato el hombre tomándole de la mano le levantó, - mira - le dijo, y el niño pudo ver a través de las ventanas de los edificios cercanos a la gente servirse suculentas cenas de navidad, niños exhibiendo costosos regalos, música estridente, en un momento se vio un niño tocar a una puerta, harapiento, sucio, temblando de frío, dijo algo, y por respuesta recibió un pedazo de pavo a medio comer y un portazo en la nariz, - a mi me pasó lo mismo hoy Señor- dijo el niño, y le respondió el hombre - Ese, eres tu, hoy haz visto la última injusticia contra tu inocente vida- de repente el niño vio todas las cosas que le habían pasado ese día, había sido echado del centro comercial, su cajita de lustrar zapatos había sido destruida y su única posesión de valor, un pequeño gato, había sido llevado por error en una caja por los depositarios de una de las tiendas, luego a la petición de alguna prenda para apaciguar el frío siguieron rotundos NO en todas partes coronados con muecas de asco y de rechazo, y ante las lagrimas que abrían camino en sus sucia carita, solo unos centavos, dados más para apaciguar la conciencia que para ayudar, acentuaban el drama de aquella alma sin hogar.
- Señor, muéstrame los regalos de los que hablas- le dijo el niño maravillado a aquel hombre que había aparecido de la nada en aquel sucio callejón y que por algunos segundos le había hecho olvidar el aterrador frío que lo estaba matando.
-Mira mi primer regalo- pudo el jovenzuelo ver como un santa Claus trasnochado y medio borracho recogía el gato en el botadero del centro comercial, le daba una pequeña galleta rellena de queso y lo abrigaba en el bolsillo de la roja casaca que le servía de disfraz, un rayo de felicidad se reflejó en el ojo del niño, - toma tu segundo regalo- y volteó el niño a ver al fondo del callejón como un grupo de misioneros llegaba con gigantescos tarros de sopa caliente y frazadas nuevas a traer un poquito de calor y felicidad a sus compañeros de infortunio, -y ahora, el tercero y más grande, que no es mío sino de quien me envió- y de pronto, entre las nubes enrarecidas por las luces de la ciudad y los fuegos artificiales un camino, conduciendo a un prado verde y lleno de luz, donde `podía verse a un león jugando tiernamente con un corderito y hombres y mujeres caminando con sus caras limpias y sin rastro de lagrimas y allende algunos otros forjando espadas en arados, - ¿que es eso Señor?- inquirió el niño maravillado, - Y el portentoso hombre le contestó -eso, es el paraíso, el jardín eterno, donde tu entrarás hoy, y es la dadiva que mi padre te da, acompáñame, es hora de partir- el niño tomó la mano de aquel hombre, mientras sus arapientas vestimentas se iban transformando poco a poco en prendas de una blancura sin igual y su frío trocaba en un calor acogedor, atinó a preguntar
-¿como te llamas?- y el hombre contestó -JESUS-.
La mañana del 25 de Diciembre de aquel año, los vecinos de aquel elegante barrio `pudieron presenciar como la policía levantaba el cadáver de un niño de aquel callejón, mientras uno de los oficiales decía -lo mató el frío-
Era tarde para los sentimientos de culpa, e imposible para todos los presentes comprender que aquella alma desarraigada sí había tenido una Feliz Navidad.
Eddy Garcia
- Te daré tres regalos – dijo el Hombre de hermoso y brillante rostro al niño que casi muerto de frío temblaba entre las cajas de cartón
- Tengo hambre Señor - le respondió el infante, y de inmediato el hombre tomándole de la mano le levantó, - mira - le dijo, y el niño pudo ver a través de las ventanas de los edificios cercanos a la gente servirse suculentas cenas de navidad, niños exhibiendo costosos regalos, música estridente, en un momento se vio un niño tocar a una puerta, harapiento, sucio, temblando de frío, dijo algo, y por respuesta recibió un pedazo de pavo a medio comer y un portazo en la nariz, - a mi me pasó lo mismo hoy Señor- dijo el niño, y le respondió el hombre - Ese, eres tu, hoy haz visto la última injusticia contra tu inocente vida- de repente el niño vio todas las cosas que le habían pasado ese día, había sido echado del centro comercial, su cajita de lustrar zapatos había sido destruida y su única posesión de valor, un pequeño gato, había sido llevado por error en una caja por los depositarios de una de las tiendas, luego a la petición de alguna prenda para apaciguar el frío siguieron rotundos NO en todas partes coronados con muecas de asco y de rechazo, y ante las lagrimas que abrían camino en sus sucia carita, solo unos centavos, dados más para apaciguar la conciencia que para ayudar, acentuaban el drama de aquella alma sin hogar.
- Señor, muéstrame los regalos de los que hablas- le dijo el niño maravillado a aquel hombre que había aparecido de la nada en aquel sucio callejón y que por algunos segundos le había hecho olvidar el aterrador frío que lo estaba matando.
-Mira mi primer regalo- pudo el jovenzuelo ver como un santa Claus trasnochado y medio borracho recogía el gato en el botadero del centro comercial, le daba una pequeña galleta rellena de queso y lo abrigaba en el bolsillo de la roja casaca que le servía de disfraz, un rayo de felicidad se reflejó en el ojo del niño, - toma tu segundo regalo- y volteó el niño a ver al fondo del callejón como un grupo de misioneros llegaba con gigantescos tarros de sopa caliente y frazadas nuevas a traer un poquito de calor y felicidad a sus compañeros de infortunio, -y ahora, el tercero y más grande, que no es mío sino de quien me envió- y de pronto, entre las nubes enrarecidas por las luces de la ciudad y los fuegos artificiales un camino, conduciendo a un prado verde y lleno de luz, donde `podía verse a un león jugando tiernamente con un corderito y hombres y mujeres caminando con sus caras limpias y sin rastro de lagrimas y allende algunos otros forjando espadas en arados, - ¿que es eso Señor?- inquirió el niño maravillado, - Y el portentoso hombre le contestó -eso, es el paraíso, el jardín eterno, donde tu entrarás hoy, y es la dadiva que mi padre te da, acompáñame, es hora de partir- el niño tomó la mano de aquel hombre, mientras sus arapientas vestimentas se iban transformando poco a poco en prendas de una blancura sin igual y su frío trocaba en un calor acogedor, atinó a preguntar
-¿como te llamas?- y el hombre contestó -JESUS-.
La mañana del 25 de Diciembre de aquel año, los vecinos de aquel elegante barrio `pudieron presenciar como la policía levantaba el cadáver de un niño de aquel callejón, mientras uno de los oficiales decía -lo mató el frío-
Era tarde para los sentimientos de culpa, e imposible para todos los presentes comprender que aquella alma desarraigada sí había tenido una Feliz Navidad.
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Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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sabra- Admin
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maría verónica- Cantidad de envíos : 777
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Re: Los tres regalos
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Juraría que toco el piano cuando escribo poesía lo curioso es... que no sé tocar el piano. Eurídice Canova
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