María y su contrato semanal
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María y su contrato semanal
María y su contrato semanal
El 15 de junio María lo señaló con rojo en el calendario. “¡Tengo trabajo, tengo trabajo!”, gritaba a quien le preguntaba a qué se debía su exaltación. Llevaba más de un año buscando empleo literalmente de lo que fuera y, al final, una empresa de empleo temporal, la llamó. Horario complicado –de 6 a 14 horas- para cuidar de sus tres hijos de entre 4 y 10 años. Pero ya se apañaría llevando a los pequeños a las 5 de la mañana a casa de los abuelos. No quedaba más remedio para compensar la bajada del 35% del sueldo de su marido.
Ayer me la encontré en la puerta del colegio. “No me han renovado. Dicen que no hay trabajo y que con un poco de suerte para la temporada de navidad, me vuelven a contratar”, me dijo apenada.
Marta tiene un contrato semanal. Cada viernes, la empresa llama a los afortunados que van a ir la semana siguiente a trabajar. A los que no, un sms a eso de las 19 horas, un minuto antes de que cierren sus puertas, no sea que alguno vaya a protestar. Cada vienes, la misma historia, la misma inquietud, la misma angustia aferrada a un móvil convertido en instrumento de felicidad o infelicidad.
María no se llama María. No quiere dar su nombre por si la empresa no la llama de nuevo, por si la tilda de conflictiva. La intento dar confianza, de que volverán a contar con ella, que tendrá suerte y que uno de estos viernes el móvil sonará para volver a trabajar ¡una semana!…¿Qué otra cosa puedo decirla?
Celeste López
El 15 de junio María lo señaló con rojo en el calendario. “¡Tengo trabajo, tengo trabajo!”, gritaba a quien le preguntaba a qué se debía su exaltación. Llevaba más de un año buscando empleo literalmente de lo que fuera y, al final, una empresa de empleo temporal, la llamó. Horario complicado –de 6 a 14 horas- para cuidar de sus tres hijos de entre 4 y 10 años. Pero ya se apañaría llevando a los pequeños a las 5 de la mañana a casa de los abuelos. No quedaba más remedio para compensar la bajada del 35% del sueldo de su marido.
Ayer me la encontré en la puerta del colegio. “No me han renovado. Dicen que no hay trabajo y que con un poco de suerte para la temporada de navidad, me vuelven a contratar”, me dijo apenada.
Marta tiene un contrato semanal. Cada viernes, la empresa llama a los afortunados que van a ir la semana siguiente a trabajar. A los que no, un sms a eso de las 19 horas, un minuto antes de que cierren sus puertas, no sea que alguno vaya a protestar. Cada vienes, la misma historia, la misma inquietud, la misma angustia aferrada a un móvil convertido en instrumento de felicidad o infelicidad.
María no se llama María. No quiere dar su nombre por si la empresa no la llama de nuevo, por si la tilda de conflictiva. La intento dar confianza, de que volverán a contar con ella, que tendrá suerte y que uno de estos viernes el móvil sonará para volver a trabajar ¡una semana!…¿Qué otra cosa puedo decirla?
Celeste López
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