Un colchón, una manta y dos almohadas amarillas
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Un colchón, una manta y dos almohadas amarillas
Un colchón, una manta y dos almohadas amarillas
Es habitual verlo cuando ya ha caído el sol. La primera vez que me lo topé –unos 50 años, moreno, estatura baja-, no entendí qué hacía precisamente en ese portal, buscando entre las sombras. Pocos días después, en el mismo sitio y sobre la misma hora, estaba recogiendo con diligencia un par de bultos cuidadosamente colocados en el espacio que hay entre la pared de un edificio reciente de ladrillo rojo y un par de columnas que sostienen su estructura. Al día siguiente, con la luz del sol comprobé que justo en ese lugar había un fino colchón y algo parecido a un saco de dormir. Parte de su vida la deja cada mañana ahí, en apenas dos rendijas, en un barrio que comparte frontera con las Torres KIO.
Con lo que atesora en esos huecos puede dormir un poco más cómodo. ¿Dónde? Probablemente en algún cajero automático de las oficinas bancarias que abundan –aunque cada vez menos- o en el portal de los muchos edificios que esperan desde hace años el inminente derribo.
En el último recuento de personas sin hogar, realizado en Madrid en diciembre del año pasado, los voluntarios se encontraron con 701 personas que pasaban la noche en la calle. Otros, 1.177 personas estaban alojados en la red de recursos públicos y privados de Madrid, junto a otras y 163 personas, en pensiones o pisos gestionados por las entidades que ofrecen asistencia a este colectivo. Cuenta la socióloga de la UNED María del.Rosario Sánchez que, si a lo largo de la vida es común padecer dos o tres “sucesos estresantes” (divorcio traumático, muerte de la pareja o de un hijo, paro prolongado, desencuentros graves con la familia…), entre los sinhogar sufren de media hasta siete u ocho de estos traumáticos acontecimientos. ¿Cuántos tropiezos vitales se habrán precipitado con la puñetera crisis?
Ayer pasé por de nuevo por la calle Rosario Romero. Aún no había anochecido: el colchón seguía en el lugar de siempre, en el hueco contiguo una pequeña manta comparte sitio con un par de almohadas amarillas.
Alicia Rodríguez de Paz
Es habitual verlo cuando ya ha caído el sol. La primera vez que me lo topé –unos 50 años, moreno, estatura baja-, no entendí qué hacía precisamente en ese portal, buscando entre las sombras. Pocos días después, en el mismo sitio y sobre la misma hora, estaba recogiendo con diligencia un par de bultos cuidadosamente colocados en el espacio que hay entre la pared de un edificio reciente de ladrillo rojo y un par de columnas que sostienen su estructura. Al día siguiente, con la luz del sol comprobé que justo en ese lugar había un fino colchón y algo parecido a un saco de dormir. Parte de su vida la deja cada mañana ahí, en apenas dos rendijas, en un barrio que comparte frontera con las Torres KIO.
Con lo que atesora en esos huecos puede dormir un poco más cómodo. ¿Dónde? Probablemente en algún cajero automático de las oficinas bancarias que abundan –aunque cada vez menos- o en el portal de los muchos edificios que esperan desde hace años el inminente derribo.
En el último recuento de personas sin hogar, realizado en Madrid en diciembre del año pasado, los voluntarios se encontraron con 701 personas que pasaban la noche en la calle. Otros, 1.177 personas estaban alojados en la red de recursos públicos y privados de Madrid, junto a otras y 163 personas, en pensiones o pisos gestionados por las entidades que ofrecen asistencia a este colectivo. Cuenta la socióloga de la UNED María del.Rosario Sánchez que, si a lo largo de la vida es común padecer dos o tres “sucesos estresantes” (divorcio traumático, muerte de la pareja o de un hijo, paro prolongado, desencuentros graves con la familia…), entre los sinhogar sufren de media hasta siete u ocho de estos traumáticos acontecimientos. ¿Cuántos tropiezos vitales se habrán precipitado con la puñetera crisis?
Ayer pasé por de nuevo por la calle Rosario Romero. Aún no había anochecido: el colchón seguía en el lugar de siempre, en el hueco contiguo una pequeña manta comparte sitio con un par de almohadas amarillas.
Alicia Rodríguez de Paz
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Fecha de inscripción : 19/07/2013
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